Al igual que todos los demás países de América Latina, Nicaragua tiene la fortuna de contar con una gran riqueza cultural. Somos producto de la mezcla de varios pueblos; somos el fruto del mestizaje étnico que inició desde el momento en el que diferentes grupos indígenas provenientes del norte y sur del continente decidieron asentarse en nuestro territorio. Nicaragua es ese lugar al que chorotegas y nahuas ansiaban llegar, la tierra prometida en donde encontrarían un mar dulce con una isla en su centro y dos volcanes.
Pero ese choque de etnias no tuvo repercusión únicamente a nivel cultural y cosmogónico, sino también a nivel lingüístico. La convergencia entre los pueblos asentados trajo consigo un panorama en el que las lenguas de cada uno de ellos entraron en contacto, llegando a predominar finalmente el náhuatl.
Carlos Mántica, en su libro El habla nicaragüense y otros ensayos refiere tres etapas en la evolución del náhuatl en nuestro país. La primera etapa se da en el período de la Conquista, en donde la misma resistencia indígena permitió que la lengua náhuatl se mantuviera casi intacta. Esta situación comenzó a cambiar durante la segunda etapa, que corresponde a los primeros años de la Colonia; en ella inicia la castellanización del náhuatl. Los indígenas comienzan adoptar palabras del español correspondiente a ciertos ámbitos, como la religión y la economía. Este proceso culmina con la tercera etapa, a mediados de 1650, en donde ya se hablaba una especie de mezcla entre el castellano y el náhuatl.
Sin embargo, es importante mencionar que no solo el náhuatl se vio afectado en este proceso, sino también el propio español, que sufrió una especie de nahuatlización cuando los conquistadores comenzaron a usar palabras de la lengua indígena que les permitiera nombrar aquello que desconocían. De ahí que términos como chocolate o aguacate hayan terminado por generalizarse, hasta el punto de ser adoptadas por otros idiomas, como el inglés.
A pesar del paso del tiempo y de la pérdida de muchas palabras de origen náhuatl que fueron sustituidas poco a poco por términos del castellano, el español de Nicaragua sigue presentando en su léxico una variedad de nahuatlismos, que si bien no somos capaces de reconocerlos, están ahí, y son parte de nuestro habla. Mántica recoge alrededor de 600 términos del sustrato náhuatl, muchos de los cuales han caído en desuso debido al desconocimiento y a la baja estima que existe hacia nuestra variante lingüística.
Algunas de estas palabras, y quizá las más conocidas, tienen que ver con las toponimias. Nombres como Apoyeque, Asososca, Esquipulas, Masachapa, Masaya, Ochomogo, Somoto, Jinotepe, y el de nuestro país, Nicaragua, provienen del náhuatl, y en cada uno de ellos está presente la cosmogonía del pueblo indígena.
No obstante, los nahuatlismos más utilizados por los nicaragüenses están en otros ámbitos de la vida cotidiana; son palabras que utilizamos con frecuencia aun sin saber su procedencia y que son un claro ejemplo de la importancia que tiene el náhuatl en la variante lingüística de Nicaragua. En nuestro país no es el pimiento dulce, es la chiltoma; no es la calabaza, es el ayote; no es el césped o la grama, es el zacate; no es la goma de mascar, es el chicle; no son los rulos, son los colochos. Es el tequio, el machigüe de los cerdos, el chingaste al fondo del vaso, la chimadura que deja el zapato nuevo y los bananos cuapes. Son las pipilachas y los chapulines, las chapas y los maritates.
Lamentablemente, poco a poco los nahuatlismos se han ido sustituyendo por términos del español general, siendo cada vez menos los que forman parte del habla nicaragüense. Esto es debido, en gran parte, a una falta de conocimiento, que lleva a su vez a la estigmatización y a la poca valoración de esas palabras; no las identificamos como propias del náhuatl, sino como simples coloquialismos. Es importante, por tanto, aceptar, conocer y rescatar cada uno de estos términos, pues son parte fundamental de nuestra identidad y hay en ellos un registro más de la historia del país. Valorar la herencia de nuestros antepasados, es valorar lo que hoy somos, lingüística y culturalmente.
Escrito por Daisy Largaespada
En Internet podemos hallar muchos cursos de nahualt y maya. A mi personalmente me interesa el maya clásico. En mejico, el estado invierte en la enseñanza de nahualt en las comunidades indígenas. Igual Guatemala. NIcaragua debería hacer lo mismo.