Como todo un ávido artista, inquieto y curioso, Héctor Flores se pasea con sus trazos por el papel desde que tenía 8 años, ahora su creatividad no tiene límites con Nomadha.
Cuando la práctica se convirtió en pasión, dibujaba cada vez más imágenes complejas de manera autodidacta, luego se metió a estudiar diseño gráfico en la Upoli. Y tiempo después quiso formar una especie de agencia en la cual trabaja publicidad, páginas web, documentales, ilustraciones y fotografías.
Pero su primer encuentro con el arte se remonta a 1994 cuando con 10 años dibujaba caricaturas hasta el hastío y decidió buscar nueva inspiración ivsual. Fue ahí cuando su mamá le dio un «mataburros»: el famoso Pequeño Larousse Ilustrado. «Con él pasaba horas jugando a buscar palabras e imágenes y allí encontraba de todo, el primer dibujo de Mikey Mouse, una foto de El David de Miguel Ángel, imágenes de la animación francesa El Planeta Salvaje, La Mona Lisa de Da Vinci, conocí a Goya, Jackson Pollock, a Hitchcock sin haber visto sus películas, la mitología, el calendario azteca, etc.», recuerda.
Fue la imagen de La Metamorfosis de Narciso de Salvador Dalí, la que se quedó congelada en sus recuerdos, la dibujaba, la veía varias veces al día y creaba sus propias versiones. Con el tiempo lo lo olvidó y se enfocó en hacer otro tipo de dibujos pero como en el 2002 supo quién era el famoso pintor. «Vi de nuevo ese cuadro y regresó el mismo sentimiento, comencé a estudiar por mi cuenta la vida de Dalí y con él otros grandes del arte que aparecieron en el camino. Desde entonces hasta hoy sigo intentando crear mis propios personajes, mi estilo, algo que cuando lo busquen en google no salga más que el mío», cuenta.
Sin embargo, un momento inolvidable para él fue cuando vio en físico el Guernica, pintura icónica de Pablo Picasso, que pudo apreciar en un viaje a España y lo que más le llamó la atención era su tamaño, mucho más grande de lo que podía haberse imaginado. En los 2 meses de estadía la experiencia le trajo mucha satisfacción artística debido a las vistas a los museos y a la casa de Dalí.
Y de sus dibujos propios el predilecto es la La Quimera de Libros, cuyo fondo aun no está terminado pero le inspira mucho lo que ya de por sí está plasmado en el lienzo. «Estoy escribiendo un libro que se llama Cualia – La Búsqueda del Color, este dibujo es uno de los capítulos del libro, en donde una niña que se pierde en un bosque es encontrada por una especie de dragón con cabeza de libro, ella lee las hojas de la quimera y cuando termina empieza a llorar, la quimera para hacer que deje de llorar le lleva cada libro que encuentra y la deja en una cueva leyendo, así hasta que los pueblos cercanos se quedan sin libros y las personas, sumergidos en ignorancia, se vuelven fantasmas. El dibujo tiene como unos 12 meses de trabajo esta hecho con tinta china aplicada con estilógrafo y mide 91 cm x 122 cm», comenta.
Con una familia de puros contadores y administradores, él es el único interesado en el arte, especialmente en el estilo de la trama y el puntillismo con los cuales ya tiene varios cuadros en su portafolio. Además de Dalí, Picasso le gusta mucho y la técnica de Irina Vinnik le parece ideal.
«Siempre ando inventando cosas, experimentar técnicas nuevas, trabajar con manualidades, hacer un logo a la antigua o crear sellos de madera o serigrafía, todo lo que es material que uno lo genera manualmente me encanta y me motiva mucho», expresa.