Con la intención de escuchar a las mujeres rurales, nos dimos una vuelta por Posoltega, Chinandega, donde 4 voces nos hablan del sueño por tener tierra propia.
Adriana López tiene 2 hijos y 3 nietos, actualmente siembra en la tierra que está a nombre de su marido. Trabaja en la tierra desde que tiene memoria y siempre recuerda con cariño las tardes en que acompañaba a su papá a ver la cosecha, pues él le enseñó el amor por la agricultura, por las plantas.
“Cuando tenga la tierra yo puedo diversificar mis cultivos, pues con este cambio climático hay que hacerlo entonces con un huerto ya tenemos la alternativa. Todo nos sirve, los frijolitos alimentan las gallinas, la gallina me da el huevo y entonces todo es una cadena”, cuenta.
López cree que si tuviera tierra propia se sentiría orgullosa pues la idea de proveer el alimento y generar ingresos a paritr de su propio esfuerzo la motiva mucho. “A nosotras nos gusta sembrar, luchar por la tierra, porque así tenemos el alimento en la mesa a diario, del huerto sale de todo un poco, el quequisque, la yuca, el plátano y con una gallinita ya tenés todo para una sopa”.
Asimismo, López cree que la solidaridad entre mujeres debe ser un elemento clave para salir adelante. “Hay que compartir, con las demás compañeras compartimos las semillas, lo que no tiene una, lo da la otra y vamos llenando los huertos de un poquito de cada cosa para así tener todas”.
Maritza Ruiz se siente cómoda hablando entre el maíz, los pipianes, ayotes y plátanos que ha estado sembrando desde que salió de su natal León para venir a vivir a Posoltega, al igual que Justina, trabaja en la tierra de su marido y para ella lo más importante de tener tierra propia es que ya no tendría que depender de un hombre.
“La tierra la tenemos mancomunada pero está a nombre de él, es suya. Es importante que tengamos tierra para manejar todo a como quisiéramos. Por ejemplo si tenemos una vaca o un chancho no podemos hacer nada con esos animales porque depende de lo que diga el hombre. Si fuéramos dueñas de la tierra tendríamos el valor de ella y tendríamos igualdad. El hombre hace lo que él quiere, tenemos que estar a dispensas de él. Ahí es donde reclamamos nuestra tierra, para nosotras mismas velar por nuestra familia”, afirma.
“Si yo tuviera mi tierra lo primero que haría es darle gracias a Dios por obtener lo que tanto he deseado, porque es una lucha esto de que las mujeres tengamos tierra propia”, comenta Dania López, mientras ella y sus dos hijas le quitan hojas secas a su siembra de piña.
Para ella, la tierra es como una mujer, donde todas/os somos sus retoños y por eso hay que tratarla con amor como la madre que es. Hace 8 años se dedica por completa a la agricultura, siempre en tierra ajena, alquilando. “Antes yo trabajaba como doméstica pero cuando vi a las mujeres organizadas me gustó cómo trabajaban sembrando y me llamó la atención la agricultura”, comenta.
Dania considera que la producción de la mujer rural nicaragüense sería mucho más óptima si no tuvieran que darle gran parte de lo que ganan a los dueños de tierra. “Hemos sembrado alquilando y más sembraremos si somos dueñas de nuestra tierra. Porque lo que gastamos en alquiler sería nuestro, tendríamos 100 por ciento de productividad y así le daría un mejor futuro a mis hijas”.
Ángela Rayo es la presidenta de la Cooperativa Multisectorial de la zona, con su experiencia en el tema enfatiza que el problema radica en la libertad e independencia. “Si fuéramos dueñas de tierra, sería todo muy diferente. Podría decidir qué es lo que realmente quiero sembrar y no tengo que contar con mi marido ni convencerlo. Además así puedo heredar a mis hijas, porque usualmente solo al varón le heredan”, comenta.
Rayo también insiste en la importancia de ser dueñas de tierra para poder tener estabilidad pues muchas veces cuando el hombre encuentra otra mujer, la tierra también se va, “si tiene otra compañera de vida, ella sería la beneficiaria con todo hasta lo que una deja sembrado y a nosotras no nos ampara nada”.
Luego de la Reforma Agraria estas mujeres han venido haciendo un trabajo exhaustivo para cambiar la mentalidad de los maridos, amigos hermanos e hijos de que ella también pueden administrar sembrar y cosechar la tierra. “Poco a poco vemos el cambio de actitud, pero no se dignan a decir: vamos a darle tierra a las mujeres”.