Elisa Martínez Hellmund es una joven que se ha profesionalizado en la danza contemporánea, modalidad artística que se caracteriza por la libertad de sus movimientos y rigurosidad en la técnica.
Estira, flexiona y mueve lentamente su cuerpo al ritmo de la música. Ha convertido sus movimientos en una forma de expresión que va más allá de todas las convencionales. Deja sus sentimientos en el escenario y en cada presentación que hace; ya sea con telas, en solitario o con su grupo.
Elisa actualmente estudia psicología y está realizando sus prácticas profesionales. Su pasión por la danza no flaquea, todo lo contrario, crece más cada día.
Estuvo en un curso de profesionalización en el cual recibió jazz, danza moderna y folclore. Lo que en más me siento confiada es en la danza contemporánea, porque fue ahí donde empecé, afirma. Elisa empezó en la Compañía Contemporánea Arte y Danza en 2012, finalizando sus estudios en 2015.
Primer contacto
Desde pequeña sintió pasión por la danza. A los 11 años se inscribió en la escuela Espacio Abierto. Su primer contacto con este mundo fue por medio del jazz, género que acentúa la línea corporal, la movilidad del torso y se rige por los cambios inesperados.
El primer recuerdo de Elisa es una coreografía que odió toda su vida. Era la típica de Navidad, con regalitos, duendes y todo eso, cuenta. Narra que dicha puesta en escena fue muy intensa. De niña era muy introvertida y para esa presentación tenía que mantener siempre una gran sonrisa, andar saltando por todos lados como duende (ríe).
De pequeña destacó en la gimnasia más que en ningún otro deporte. Le gustaba ver en la televisión eventos de patinaje sobre hielo. Todo esto posteriormente hizo crecer en ella el amor por el arte de usar su cuerpo como forma de expresión.
Una práctica difícil
Uno de los momentos más difíciles en su trayectoria fue cuando inició con la Compañía. Todos sus compañeros ya eran experimentados, mientras ella tenía nociones muy vagas de lo que era la danza. No tenía una técnica fuerte… no había hecho nada y todos ellos eran casi profesionales. Tenía que tratar de ponerme en su nivel, afirma.
La danza es sinónimo de coordinación, dedicación y entrega en todos los sentidos. Es una disciplina que no solo se trabaja con el cuerpo, también con la mente. Elisa es perfeccionista por naturaleza y en cada pieza que monta se exige hasta el tope, si no, entra fácilmente en frustración.
Había momentos en los que lloraba debido a la intensidad de las prácticas. Yo me decía: ay, por qué me putean tanto, cuenta entre risas. Admite que estas experiencias lograron forjar en ella carácter. Es el precio que se tiene que pagar para el perfeccionamiento.
Experiencias dulces
Elisa también ha tenido experiencias inolvidables y una de ellas fue la primera vez que bailó con la Compañía. Dicho evento tuvo lugar en la Sala Mayor del Teatro Nacional Rubén Darío. Nunca antes había estado al otro lado (en el escenario). Fue algo bien corto, pero practiqué como mil veces. Al finalizar el evento, se quedó con este recuerdo inolvidable.
Otra de las experiencias que más la han marcado, han sido los intercambios con otros artistas internacionales, en los cuales se puede compartir distintas nociones sobre cómo está la danza en otros países.
La danza es mi manera de expresarme y de conectarme con los demás. Es mi punto donde puedo ser más libre.
Narra con mucha emoción cuáles serán sus próximas metas: terminar su carrera, viajar (algo que ella ama) y probar su arte en otras latitudes como el circo. En el país, Elisa ha tenido pocos experimentos relacionados con esta rama. De pequeña estuvo en una escuela de payasos en Managua, donde aprendió cuestiones básicas. Más adelante practicó técnicas con telas y danza aérea. La experiencia para ella fue gratificante y sueña con probar, literalmente, subir más alto.
Fotografías de Malva Izquierdo
Escrito por Franklin Villavicencio