Cerca del corazón de Diriamba se ubica una casa conocida por todos los pobladores. En ella habita un hombre que, junto con quince personas más, conservan una tradición de 89 años: la elaboración de las máscaras del Güegüense, Toro Huaco y El Gigante.
La algarabía llena las calles de Diriamba el 20 de enero de cada año. No hay lugar donde no se escuche el sonido de un pito y un tambor. Los turistas nacionales y extranjeros sacan sus teléfonos celulares y capturan el momento. Todos ven a los individuos danzando con aquellas delicadas máscaras, algunos ignoran que en cada trazo y textura hay generaciones de individuos.
A Marlon Vega Flores le tocó tomar la batuta de este negocio, que fue heredado de su abuelo, que a su vez lo heredó de su papá. En aquel entonces no había artesanos destacados en esta rama, por esta razón los bisabuelos de Marlon sintieron la necesidad de especializarse en este arte.
El cuido de detalles
Hay dos productos principales que elabora esta familia: las máscaras que se usan en los bailes y las representaciones a escalas de estos bailes. Vega Flores cuenta que son dos procesos diferentes. La elaboración de las máscaras es un proceso que dura una semana, explica.
Todo empieza desde el corte de la madera, que es talalate para las máscaras y pochote para los muñecos, las características de estos tipos de madera es su liviano peso. Posteriormente, las manos virtuosas de hombres y mujeres de la familia Vega tallan de forma rústica la madera. Luego dan forma a los detalles y acabados que se desean. Las piezas a escala no solo llevan el trabajo del esqueleto, también el vestuario de estos es diseñado de forma meticulosa por ellos. Todo esto para que cada detalle encaje a la perfección sin alterar su esencia.
Es un orgullo haber heredado esta tradición porque no es solo para la familia el privilegio, también para todos los nicaragüenses. Son nuestras raíces y nuestra identidad».
En la casa de Marlon Vega, todos ayudan en la elaboración de estas piezas, desde los adolescentes hasta los adultos. Los hijos de él, que están en edades preescolares, sienten la curiosidad de la niñez al tocar la madera y demás piezas. Desde su cuna han visto a su papá tallar, pintar y dar forma a la cultura de nuestro país, así como Marlon Vega vio a su abuelo y su abuelo a su papá. Es un oficio que todos aprenden de generación en generación. Ninguno de ellos ha recibido clases de escultura o tallado, todo es a partir de la formación empírica familiar.
Poco apoyo por parte de las instituciones
La familia Vega ha trabajado siempre de manera independiente. De sus propias ganancias sale el dinero para volver a comprar materiales y seguir con el proceso de elaboración. Marlon Vega muestra preocupación por la cultura detrás de los bailes representativos de Diriamba y le gustaría tener un espacio para turistas nacionales y extranjeros donde ellos puedan ver no solo el proceso, también aprender de la historia.
Los productos que se elaboran se venden en algunos mercados de artesanías, pero con un local que sea fijo para ellos, no sería necesario usar intermediarios ni bajar los precios a la hora de ofrecerlos a vendedores.
Marlon Vega Flores espera seguir dejando un legado y manifiesta su preocupación por la falta de apoyo: Desde el 2005 que se declaró El Güegüense como Patrimonio de la Humanidad, hemos seguido estancados. No hubo grandes cambios como creíamos, pero nunca perdemos las esperanzas.
Cuando se trabaja con paciencia y amor… eso es lo que marca la diferencia».
Marlon Vega Flores