El hecho que hoy Gustavo Cerati por fin buscara el confort de la perpetuidad nos hace sentirnos vacíos, como que nos faltó disfrutarlo más ante su prolífero trabajo artístico que despuntaba años y años de álbumes cumbre como Siempre es Hoy, Amor Amarillo y Fuerza Natural.
Aunque quizás lo peor es que deja una sensación de que esto ya lo vivimos, pues el 15 de mayo del 2010 en un concierto en Venezuela su voz se desvaneció ante un accidente cerebrovascular que lo dejó en coma hasta hoy, cuando su última bocanada devastó el escenario rockero latinoamericano por completo.
Y es que ha sido un golpe bajo e inesperado para los músicos colegas como Zeta Bosio, Rubén Albarrán y Fito Paez que varias veces iba a visitarlo con guitarra en mano, pero también para el mundo, pues justamente el 11 de agosto cumplía 55 años y su mamá Lilian Clark, había prendido una luz de esperanza para todos cuando contó que movía las manos y apretaba las de ella, como parte de un juego entre los dos y que esperaba que en su próximo cumpleaños fuera él quien respondiera las preguntas de los medios.
Sin embargo, fue necesario confirmarlo de distintas maneras, pues no es la primera vez que bromas crueles sobre su muerte se esparcían por la red. Por eso, al ser consultado en Twitter de la información que publicaban medios argentinos, el hijo del artista Benito Cerati, habría confirmado el deceso. “Dime que es mentira”, «Decí que es broma», le preguntaron. «No», respondió a secas.
Mientras que el Dr. Gustavo Barbalace, Director Médico de la Clínica ALCLA, no dejó dudas ni esperanza alguna: “Comunicamos que hoy en horas de la mañana falleció el paciente Gustavo Cerati como consecuencia de un paro respiratorio”. El cantante argentino será velado a partir de la noche de este jueves en la Legislatura de Buenos Aires.
Los que soñaron alguna vez verlo tocar en vivo tanto como solista, o mejor aun con Soda Stereo, solo esperan verlo volver en las futuras voces del rock latinoamericano como el mejor tributo a su legado, pues para Cerati, siempre es hoy.
Escrito por Malva Izquierdo para la columna Desde El Sótano