Mis ganas no se hicieron esperar, al fin y al cabo ya casi eran 23 años esperando aquel encuentro, así que bajé hasta él para chuparlo.
Las personas detrás de esta columna saben que la información sobre los ¨extraños¨ sucesos sexuales es escasa y el público lo confirma. Pero por alguna razón –sobre la que no me detendré a reflexionar- siempre tuve información relevante sobre el tema.
Esto me convirtió en una especie de chamán para mis amigas, siempre venían en busca de información sobre porqué se les mojaba el coño en la clases de matemáticas, por qué querían hacer ese extraño movimiento de caderas cuando les rozaban los calzones, por qué su labios estaban más grandes, más oscuros o porqué sus tetas estaban duras. En fin, yo siempre tenía una respuesta y si no la tenía, la buscaba, investigaba o preguntaba; devoré todos los libros de educación sexual de la biblioteca del colegio y de mi casa. Leí todos los blogs sobre historias eróticas de chicas que introducían frutas en su ano; me uní a un club de consejeros adolescentes-sí, de esos programas que enseñan sobre enfermedades sexuales, cómo poner un condón y cómo prevenir el embarazo-.
Todo lo anterior me llevó a conocer una gran cantidad de coños a una corta edad. La amiga de una amiga traía a su prima para que me preguntara por lo raro que le estaba pasando. Podía verlas, tocarlas, evaluar, responder, investigar y resolver el caso o bien, remitirlo con un profesional de confianza. Debía ser profesional y guardarme las tentaciones- maldito profesionalismo-, así que nunca toqué de más a un coño o unos hermosos pechos que acudían a mí en busca de información.
Cuando llegué a la universidad las cosas cambiaron, las chicas estaban bien informadas y mi virginidad me privaba de la experiencia requerida para subir de escalón; así que decidí ponerme manos a la obra y conseguir un certificado.
Mi primer intento fue con una amiga a la que le encantaba dormir conmigo. Vivíamos en la misma casa y compartíamos el baño. Una noche entré al baño y ella estaba en la ducha mientras yo cepillaba mis dientes y miraba por el espejo su silueta de muñeca, casi irreal. Tenía los pechos grandes con una cintura delgada que resaltaba sus caderas anchas y unas nalgas preciosas; me invitó a bañarme con ella y me pidió que le fregara la espalada. Nos bañamos y luego vinieron sus preguntas sobre si consideraba que su coño estaba normal pues, le preocupaba que sus labios habían crecido en los últimos días y en ocasiones olía diferente.
En ese momento me di cuenta de que no había posibilidad porque para ella también era una especia de chamán, esa persona que la respetaba y a quien podía confiarle su cuerpo sin temor a que la deseara o quisiera follarla- vaya desilusión-. A pesar de eso, dormimos sin ropa y me permitió tocar sus enormes pechos y sus curvas mientras discutíamos sobre lo insensible que son los hombres ante las emociones femeninas.
Más tarde un amigo me presentó a una amiga que estaba interesada en arrancarme la virginidad. Fuimos a un concierto de Garcín y después de unas cuantas copas, regresamos a casa. Me mataban los nervios, sabía que algo debía pasar pero no tenía ni puta idea de cómo iniciar.
Coqueteamos en el jardín hasta que por fin nos dimos un beso. Sus labios finos, su nariz respingada rosando la mía y aquel olor a piel femenina me hechizaron. Subimos a la habitación de mi amigo y él nos dejó a solas. Me temblaban las piernas, más que excitación tenía pánico de no hacer las cosas bien, de no gustarle, de lastimarle su piel tan delicada. Las cosas se dieron poco a poco, hasta que metí mis manos en sus pechos pequeños, firmes y de pezones endemoniados; los besé y mi mundo se paralizó.
Mis manos recorrieron su cuerpo delgado y pequeño, deslicé mi lengua por su abdomen hasta su vientre y le bajé los calzones, tenía el coño depilado y suave; había estrellas en mi cabeza, lo estaba deseando tanto… Y cuando creí que por fin había llegado a la fuente de la eterna juventud; cerró las piernas y me detuvo diciendo: ‘¿Hacia dónde crees que vas? Eso no se hace en el primer encuentro’. A regañadientes me regresé a sus hermosos pechos y la dejé que tomara el mando. Aun así, no tengo absolutamente nada de qué quejarme porque se portó de maravillas, tenía magia en sus manos… me lo hizo como ninguna otra mujer me lo haría jamás.
Un año más tarde, pagábamos una habitación en el hotel con una de las mejores vista a la ciudad. Era mi nueva conquista o más bien yo era su conquista. Llevábamos varios meses escribiéndonos después de conocernos en un bar de Managua. Salimos un par de veces a cenar y tomar algunos tragos, pero ese fin de semana ella vino a mi ciudad y era la primera vez que estaríamos a solas, el objetivo de aquel encuentro estaba más que trazado. Fuimos a cenar y compramos cervezas para tomar en la habitación. Después de conversar, tomar y fumar durante horas nos metimos a la cama para descubrirnos y juguetear.
Tuvimos varios besos, caricias y todo el protocolo sensual conocido antes de bajarle los calzones a tu chica. Metí mis narices entre sus piernas, abrí el camino despacio, era la primera vez que podía tocar y estudiar un coño con toda liberta y morbo. Era hermoso, gordito y discreto; abrí suavemente sus labios para descubrirlo por completo y ahí estaba en forma de almendra, haciéndose desear como una gomita de azúcar. Mis ganas no se hicieron esperar, al fin y al cabo ya casi eran 23 años esperando aquel encuentro, así que bajé hasta él para chuparlo. Sabía cómo debe saber cualquier coño, y reconocí aquella mezcla de olores, cerveza, fluidos y algo de orina como si ya hubiese estado ahí antes.
Las primeras veces sentía que me ahogaba y me costaba respirar, sobre todo cuando apretaba sus piernas y cuando presionaba su coño contra casi toda mi cara, pero no me importaba, si moría asfixiada moriría siendo la mujer más feliz sobre la faz de la tierra, la mujer que por fin se comía un manjar de coño.
Tlazolteot
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