Al principio pensé que hablar sobre mi posición respecto al machismo que impera en mi país y en mi sociedad iba a ser complicado, un tabú, algo prohibido.
Era algo que las normas patriarcales, los mismos hombres e incluso hasta mujeres condenan de una u otra manera.
Pero investigando, estudiando, relacionándome con otros y otras, autoanalizándome y aplicando la empatía puedo decir que actualmente no tengo ningún obstáculo para hablar de esto…. Me resulta curioso e interesante cómo las formas de pensar cambian para bien y a la vez me resulta triste y complicado tratar de entender a las mentes que aún viven aprisionadas en la cultura del machismo.
Sumado a eso también está la presión social que hombres y mujeres sufrimos por parte del patriarcado, que desde hace siglos atrás nos viene dictando qué es correcto y qué es incorrecto acorde a sus “principios” de rol de género.
¿Cómo pasó esto? Todo empezó por la mezcolanza de un cóctel explosivo de emociones, inseguridades respecto a qué pensar y/o decir. Miedos, acontecimientos, experiencias propias y ajenas a mi persona, que a lo largo de mi vida han hecho pequeños y grandes “ajustes” en mí forma de pensar, desde historias de violencia doméstica y de género que seres queridos han tenido que soportar.
Tener que sufrir reproches como la clásica frase despectiva de los hombres: “¿Acaso sos gay que no te gustan las mujeres?” por parte de algún compañero de clases o taxista con el cual no compartí esas opiniones llenas de morbo disfrazadas como “piropos inofensivos” dirigidos a cualquier niña, adolescente, joven o mujer que caminara por la calle.
También el micromachismo que trata de inculcar la superioridad de los hombres sobre las mujeres fue algo que me incomodaba, al final creo yo, seamos hombres o mujeres… el machismo y sus allegados es el crimen social que asesina brutalmente nuestros derechos, sueños, ideas, pensamientos, relaciones y promueve a una mentalidad llena de intolerancia, apatía, indiferencia, morbo, insensibilización ante el sufrimiento que cientos de mujeres sufren en el país y en el mundo.
Para muchos es fácil mirar a otro lado porque no tienen la empatía suficiente para compartir la lucha, el dolor, sufrimiento, acoso que muchas mujeres sufren… por eso yo decidí cambiar, decidí encaminarme al feminismo y puedo decir que es un camino donde he aprendido mucho de mí, pero también he aprendido mucho de las mujeres que me rodean y de las que hay en este país.
El inicio no fue fácil y tuve que plantearmelo, primero decidí por completo aceptar que necesitaba cambiar mi manera de pensar, que, aunque yo no fuera el problema era algo que debía reconfigurar; me ayudó mucho en esta etapa el empezar a razonar sobre “¿qué tal si hubiese nacido mujer?».
Luego de repasar tantos escenarios negativos donde siempre tenía que incidir el machismo que abunda en nuestra sociedad, me di a la tarea de investigar, de autoanalizarme más y darme cuenta de cuán machista podía ser, de igual manera analizar como pensaban los sujetos cercanos a mi entorno y qué les movía a pensar así… No tengo problema en decir que me da pena y vergüenza aceptar de que era un machista de M.
Y aunque jamás practiqué el acoso sexual callejero, ni estuve de acuerdo con frases como “las mujeres no deberían de andar solas en la calle vestidas de cierta manera”, sí me di cuenta de otros indicios de machismo y micromachismos que inconscientemente algunas veces damos por alto o ignoramos.
Indicios que inciden en cómo decidiremos criar a nuestros descendientes, cómo trataremos a nuestras esposas, cómo nos relacionaremos con nuestras colegas de trabajo, compañeras de clases y amigas.
En resumen, el primer reto es aceptarlo, “soy machista, no por elección, sino porque se me ha enseñado a serlo”, es algo así como lucha interna donde no sabemos contra qué pelear. A veces la batalla se gana dándonos cuenta de que debemos cambiar y se pierde cuando decidimos no hacer nada al respecto.
Lo segundo que me ayudó mucho fue el informarme, no recurrir a fuentes mediáticas y amarillistas que tratan de ocultarnos la verdad o la cuentan a medias, leer libros o artículos que promueven la sensibilización, concientización acerca de las temáticas de género; escuchar relatos de primera mano de mujeres que han sufrido abuso, discriminación, acoso, etc.
No omitiré que llevar clases de género, economía y desarrollo en mi universidad fue algo que me impactó en gran manera y colaboró en mi cambio de perspectiva. El hecho de poder analizar cuál es el alcance de daño efectivo de las problemáticas que encierra el machismo te lleva a comprender que en realidad sí es un problema que afecta las columnas del desarrollo de una sociedad y el futuro de nuestros hijos e hijas.
Yo decidí con el poder que me dio el conocimiento acerca de esta problemática que quiero calles más seguras para las mujeres, que las mujeres puedan caminar sin escuchar las barrabasadas de hombres que con sus frases representan un gran potencial para ser depredadores sexuales, pedófilos y pederastas.
Cambiar mi forma de pensar fue algo impresionantemente positivo ya que pude ver de manera distinta a las mujeres e incluso a los hombres, todos debemos luchar por tener las mismas oportunidades, derechos, todos debemos ser respetados y debemos respetar el espacio físico, la integridad psicológica, académica, profesional, personal y expresiva de las mujeres.
Debemos aprender a repudiar con tolerancia, condenar y enterrar con tolerancia esa idea de que las mujeres son el “objeto sexual”, “trofeo”, “el pedazo de carne”, “las esclavas del hogar”, “las sumisas”, “las inferiores que viven en pro de nuestra satisfacción”.
Queridos hombres y mujeres de mi país creo fielmente que debemos de ser más sensibles al respecto de temas como el abuso sexual, acoso callejero, abuso sexual infantil, pedofilia, pederastia, todas estas cosas que son engendradas por el machismo en nuestra sociedad.
Debemos empezar a empoderarnos con tolerancia, respeto, oportunidades, objetividad, empatía, conocimiento, solidaridad, etc.
Ahora puedo decir sin estigmas ni prejuicios que he cambiado de una mente machista a una mente abierta, empoderada, libre en pro del feminismo, en pro de los derechos de las mujeres, la equidad de género y la tolerancia.
La tercera etapa de mi proceso que continúa hasta el día de hoy es apreciar y valorar la lucha de miles de mujeres, respetarlas y verlas como mis iguales; he aprendido esto a través de invaluables amigas, compañeras, familiares, profesoras.
Mujeres que toman la delantera y que a pesar de que no gozan de completa equidad ni igualdad de derechos, luchan por ellos y por sus sueños, probando ser heroínas fuertes, inspiradoras, románticas, llenas de inspiración, de ideas, sentimientos, metas, objetivos, capaces de forjar un futuro mejor para no solo nuestro país sino para el mundo.
El machismo ha contribuido a un gran atraso en nuestra cultura, sociedad, economía y política. Hay diversas formas en las cuales podemos enseñar, sensibilizar y concientizar a las personas respecto a las temáticas que encierra este fenómeno social. Recordemos cuantas mujeres han muerto en este país, cuantas niñas violadas, niñas a las que se les arrebataron oportunidades por la calentura y demencia de hombres sin escrúpulos, a los silbidos de gato de la calle, abusos sexuales “normalizados” y vistos como algo que recae en la responsabilidad de las mujeres…
Para finalizar quiero mencionarles que el machismo y el patriarcado no solo afecta a las mujeres, sino que de una manera u otra afecta (a menor escala) a los hombres, dictándonos también qué es correcto decir, pensar o expresar, amordazándonos y haciéndonos pensar que las mujeres son objeto para nuestra complacencia… detengámonos a pensar, respetemos, toleremos y exijamos el derecho de todas y todos.
Siempre recuerdo que una víctima del machismo puede ser mi madre, mi hermana, mi prima, mi novia, mi amiga, mi colega… incluso una hija en un futuro… el progreso de nuestra sociedad tiene bases en la igualdad de seguridad, derechos, oportunidades; empecé a pensar de esta manera y creo fielmente que es posible para nuestras mujeres progresar a una escala mayor, requiere nuestra voz y que la alcemos como uno en reproche a este fenómeno social.
Para mi el feminismo es, más que la doctrina y movimiento social que lucha para la mujer, el reconocimiento de capacidades y derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres.
Es la oportunidad de nuestro progreso como país, personas, sociedad, cultura, es la oportunidad que existe para mi madre, mis hermanas, primas, tías, hijas, novia, esposa, colegas, compañeras y amigas. Encaminarme al feminismo me ha librado de muchas mordazas y cegueras… y eso que esto apenas empieza para mí y se que me falta demasiado por aprender y descubrir respecto a este tema, a esta nueva forma de pensar.
Colaboración de Ricardo Arévalo