A propósito de que el 13 de octubre se celebró el día de la rebeldía lésbica, quisiera que existiera claridad y apropiación del término lesbiana, pues en realidad no suele utilizarse del todo en nuestra comunicación, y eso me provoca cierto malestar movimientista. Quizá, detrás de ese “inocente” desuso del término, existen ánimos de invisibilizar la presencia de las mujeres lesbianas dentro del movimiento LGBT… Aunque también puede ser que me equivoque.
Generalmente tendemos a cometer el error de decir que las lesbianas son mujeres homosexuales. Suele pasar porque solemos basarnos en la definición etimológica de la palabra homosexual (homo= igual, semejante/ sexual= sexo: persona que se inclina por relaciones sexuales con personas del mismo sexo) y ya todos sabemos lo que significa y, también sabemos, que las mujeres son personas. Sin embargo, las personas que insisten en incluir a las lesbianas en el grupo de homosexuales, no pueden imaginar a las lesbianas en clave masculina. Es por esto el afán de reivindicar la palabra lesbiana y lo que ello conlleva.
La importancia de estar conscientes de que “el movimiento” está conformado por mujeres y hombres y que homosexuales y lesbianas son los disidentes de la heterosexualidad que en él convergen, debería ser uno de los principales motivos por los que el lesbianismo debe ser reconocido y, por tanto, representado en uno de los cuerpos que conforman la acción política de este espacio de demanda de derechos.
Es así como funciona en el imaginario colectivo el reconocimiento de las personas, como bien ha dicho el feminismo más de una vez, lo que no se nombra no existe y las lesbianas quieren nombrarse como tales y reconocerse por sus propias vivencias y no por la experiencia de unos u otros.
Como suele poner de ejemplo Tania Irías, feminista lesbiana nicaragüense, “en esa esquina hay un grupo de homosexuales, ¿cuántas lesbianas vieron ahí?”. Reflexionen y piensen si en realidad en primera instancia vieron alguna lesbiana en la imagen.
Si tienen resistencia a utilizar todos los términos de la comunidad LGBT y no son capaces de incorporar en la acción colectiva la diversidad de cuerpos que ello representa, insto a la reflexión y a la distribución equitativa de poder dentro del movimiento. Debemos tener presente que mientras hay personas que no quieren nombrarse como lesbianas, gays, bisexuales o trans, hay otras que sí quieren nombrarse así y asumen a través de estos significados un actuar político en defensa de los derechos humanos de la comunidad LGBT.
Recuerden que caras vemos y preferencias desconocemos. A ver que se me ocurre la próxima semana a propósito de que siempre pasa algo.
Escrito por Elvis G. Salvatierra