Nicaragua (19.4%) es el país centroamericano con menos conexión a Internet, seguido de Honduras (21,5) y Guatemala (26,5%), según el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Esta brecha digital impide que herramientas tecnológicas e innovadoras se implementen en el sistema educativo.
Cuando decimos «brecha digital» nos referimos a la diferencia socioeconómica causante de que algunos sectores tengan más acceso a las tecnologías de la comunicación y la información que otros.
Los sectores menos favorecidos no solo carecen de dispositivos para acceder a Internet, sino del conocimiento para su uso, que es más importante.
Los beneficios de usar las tecnologías de la información y comunicación en el aula de clase son amplios, empezando por aquellas herramientas que facilitan las metodologías de la enseñanza tradicionales, por ejemplo, la sustitución de las pizarras por proyectores o métodos de evaluación digitales.
Un paso más allá están las pizarras interactivas y las aulas virtuales, que permiten desarrollar metodologías de enseñanzas basadas en la interacción, la experimentación y el cuestionamiento.
Las herramientas dentro del aula de clase son solo una parte del beneficio. Por otro lado están las redes sociales, que animan a los estudiantes a expresarse y compartir el conocimiento, y que, a su vez, hacen posible la educación más allá de un espacio físico, a través de los cursos en línea o las videoconferencias.
Esta facilidad de compartir información también hace posible acceder a libros digitales, que tal vez no están disponibles en el país, lo cual no solo beneficia al medio ambiente por el ahorro de papel, sino que reduce los costos del aprendizaje, beneficiando así a aquellos con menor poder adquisitivo.
El Internet tiene que ser un espacio más inclusivo y debe llegar a cada estrato social, sobre todo a aquellos que pueden potenciar su uso para mejorar sus condiciones de vida.