A propósito del premio Cervantes, máximo galardón del habla española, entregado a nuestro Sergio Ramírez se me vino a la mente escribir sobre él y un poco más sobre la relación que existe entre la música y la literatura, dos primas hermanas que siempre han caminado muy agarradas de la mano a través de la historia.
A don Sergio lo comencé a leer a los 16 años con sus memorias de la revolución “Adiós muchachos” el cual releí unos años después.
Luego vinieron varios libros de crónicas, ensayos, cuentos y novelas que me acompañaron tanto como estudiante de música, como ya trabajando en varios proyectos.
Si no me equivoco he leído alrededor de ocho libros del autor al que lo tengo en mi top 5 de escritores. Ya se imaginarán mi emoción al darme cuenta de su reconocimiento, es como que si mi equipo de las grandes ligas hubiera ganado la Serie Mundial.
En su ensayo “Música y letra” el autor nos revela que probablemente su vena artística proviene de su familia de músicos.Sus abuelos y tíos paternos todos formaron parte de una orquesta en el Masatepe polvoriento de antaño. Ese fue su punto de partida.
Y es que la música y la literatura están tan emparentadas que comparten la misma sustancia. Lo que se conoce como compositor o música de autor en su sentido contemporáneo y popular es crear música y letra, es decir “un artista que saber oír, y sabe escribir. Y al escribir, lo hace en pocas líneas, para lo cual se precisa de maestría”.
Yo he pasado días, semanas y meses para que una letra de una canción encaje en una melodía que probablemente surgió en unos pocos segundos. Es un ejercicio a veces muy complejo. Es lo que se registra como derechos de autor, no arreglo ni base rítmica, mucho menos progresiones de acordes como algunos piensan, sino la melodía y la letra que es donde reside la expresión creativa que emana de las entrañas del compositor y que pertenece por ley a la potestad del autor.
El tsunami que levantó Dylan con su Nobel todavía no regresa al mar, fue tan sorpresivo y tan revolucionario para los que escribimos letras que abre un abanico de posibilidades literarias dentro de la música que nos hace elevarnos a lugares donde los músicos nunca nos hemos imaginado ni en nuestros sueños más guajiros poder estar.
Estoy seguro que Leonard Cohen, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Jorge Drexler, Silvio Rodríguez o Pablo Milanés jamás durante su proceso de composición pensaron o piensan en que sus letras podrían estar a la par de Octavio Paz, García Márquez, o Vargas Llosa.
En Nicaragua tenemos grandes letristas como los hermanos Mejía o Salvador Cardenal, o mi favorito de todos Camilo Zapata, quien con su música nos ha inventado como nación,hijos de esa identidad común que nace de la poesía, de la música, y de la tradición popular.
En palabras de don Sergio “es mucho lo que le debemos los nicaragüenses, porque Camilo es uno de los creadores de nuestra identidad, de esa manera como nosotros mismos nos vemos”.
Y no habla sobre nacionalismos cada vez más odiosos y detestables, sino a ese sentido de pertenencia voluntario donde nos recordamos a nosotros mismos, nuestras vivencias, paisajes y veredas, bailes y nostalgias propias de haber nacido en este puñado de tierra que llamamos país. La música nacional no existiría sin Camilo, de la misma forma que Sergio no existiría sin Darío.
Philip Glass, uno de mis compositores estadounidenses favoritos, afirma que cuando la sociedad y la historia están más convulsas y las cosas se ponen muy complejas es cuando el arte más prospera.
Así surgió el jazz, desde la miseria y exclusión que vivían los descendientes directos de esclavos de la Norteamérica de principios del siglo XX surgió una de las formas de arte más maravillosas que la humanidad ha parido.
Así surgió la literatura y la música en Nicaragua también. Somos el único país en Centroamérica que dentro de su sistema educativo no tiene clases de música en sus primarias y secundarias, y estamos de acuerdo que absolutamente toda la población, o al menos casi toda, escucha algún tipo de música ¡¿cómo es esto posible?!
Acá los músicos y escritores hemos desarrollado nuestra obra con las uñas y los dientes, y eso ha sido una constante a lo largo de nuestra historia. Eso se me hace extremadamente admirable y digno de reflexión: cómo un país pequeño, con bajísimos niveles de escolaridad, puede parir tantos talentos de marca mundial.
Gracias don Sergio por dejar a un lado la política y dedicarse de lleno a escribir, no puedo imaginarme lo que nos hubiéramos perdido si no se hubiera salido de ese avispero directo a navegar en ese océano a veces calmo a veces convulso que es la creación artística. Los músicos yo personalmente te lo agradecemos profundamente.