Los juguetes, el vestuario y hasta los colores definen y promueven una crianza intransigente donde el machismo encuentra su mejor aliado.
Desde nuestros hogares, escuelas, lugares de encuentros sociales e incluso en los programas de televisión del país, se promueven conductas machistas.
Para Janet González, siquiatra responsable del Equipo de Salud Mental en el Hospital Docente “Asunción” de Juigalpa es en distintos ámbitos de nuestra vida cotidiana donde yace el erróneo modelo masculino. Una estructura que se repite y se expande a través de la niñez y la adolescencia.
«Anuncios como el famoso ‘Para los hombres muy hombres’ donde sale una joven semidesnuda con una cerveza. El padre que dice ‘¡en casa el que manda soy yo!’ con gritos. Determinados juegos, ropas, conductas de galanteos que son ‘exclusivas para los hombres’. Si una niña realiza un juego o usa ropa masculina ya le dicen ‘marimacho’. Está en todos lados», comenta.
Soy rudo, soy macho
González agrega que todavía existe una percepción de que los niños deben ser más duros, mientras que las niñas son sensibles. Al niño se le ridiculiza por llorar, o por mostrar una mayor sensibilidad al arte.
Hay padres y madres de familia que no dejan que su hijo baile o cocine porque creen que eso afecta su orientación sexual.
«La cultura machista y patriarcal que discrimina a la mujer y no permite que el hombre exprese sus emociones de forma libre es algo arraigado. La forma más eficaz para mejorar esta situación es promover una educación con enfoque de igualdad de género desde edades tempranas», agrega González.
La idea es que desde las escuelas también se promueva más tolerancia para abrir espacios donde las y los jóvenes tengan contacto con todas las actividades escolares sin diferencias de género.
El cambio se da día a día
Los niños de hoy serán los protagonistas de los titulares del mañana, depende de todas y todos que no sea porque se han convertido en los victimarios mortales de sus parejas.
Ya sea que tengamos o no hijos debemos intentar ser constantes y no formar parte de las posturas erróneas que tuvimos en nuestra crianza.
Según González a veces de manera automática nuestra reacción en ciertas circunstancias alimenta esas posturas. Por ejemplo, alegrarse porque un niño/ adolescente actúa todo «machito» o porque anda «de coqueto» con varias novias.
Y en el caso de las niñas, hacerlas sentir como princesas indefensas y decirles que deben comportarse como «señoritas» cuando quieren jugar con otros niños, tampoco es el modo adecuado.
En su experiencia en Juigalpa González ha considerado lo siguiente:
- Hay que reconocer nuestras actitudes y conductas machistas dirigidas a nuestros hijos/as, estudiantes y personas que nos rodean. Proponernos a erradicarlas.
- Estimular la autoestima de nuestra familia, pacientes y familias de pacientes.
- Promover la libertad de elección de juguetes, ropas, explicando cuando vean programas televisivos que esos juguetes, ropas, etc. pueden ser utilizados por ambos sexos.
- Predicar con el ejemplo.
- Tener una actitud asertiva y beligerante para ayudar cuando nuestros familiares sean agredidos o discriminados.