Seguramente pensaron en cómo presentar a sus parejas en las cenas y reuniones familiares de “noche buena”. Sí, lo sé, ¡qué estrés esto de inventarse algo verdaderamente creíble para poder colar a alguien especial en ese espacio tan íntimo para compartir! Porque ya saben que la tradición y la religión son para muchas familias cosas que deben ser respetadas (como si las familias conocieran de respeto, si es que saben a que me refiero).
El punto es que me pareció necesario escribir esta vez sobre esos momentos, que para muchas y muchos representa la aceptación o el rechazo de las decisiones que uno toma para sentirse feliz, esas decisiones en las que la familia cercana-lejana no tendría por qué influir, pero bueno otros gallos cantan en estos asuntos de los placeres y opciones sexuales.
Más que hablar sobre quiénes son o no nuestras parejas, quiero dejar claro que en estas circunstancias las familias representan el lugar menos respetuoso hacia la diversidad sexual. No es mi caso debo reconocerlo. Lo que debemos identificar es que deben ser las familias mismas los primeros espacios para ejercer la democracia, el respeto, la paz, la diversidad misma, las familias deberían ser los primeros lugares en los que nos sintamos acompañadas/os, respetadas/os, amadas/os. Pero ya sabemos que no es así.
Es importante reconocer que no llegamos acompañadas de la amiga que es monjita (y por eso nunca se casó, ni tuvo hijos) o la prima hermana lejana que solo yo conozco o acompañados del amigo que vive solo porque su familia toda esta en el extranjero. No. Llegamos con esas personas con las que formamos pareja como todos los demás miembros de la familia. A pesar de que dicen que lo que es obvio no se pregunta, lo mejor es que sí debe nombrarse, afirmarse y asumirse. No podemos andar todo el tiempo negándonos e inventándonos amigos y amigas, creo que una de las cosas de máxima prioridad en estos temas es el asumirse, porque lo que no se nombra no existe.
Que bello hubiese sido escuchar un “soy gay”, “soy lesbiana” en la cena del 24 muy estilo kamikaze, ya saben sería un verdadero drama familiar con desmayos incluidos, rellenos atragantados y tragos derramados; pero que en realidad podrían significar verdaderas y justas maneras de estar en el mundo y de hacer y ser familia.
Sería mucho más saludable y humano – y cristiano para quienes lo son – poder celebrar estas fechas en diversidad, en armonía total y en respeto a la diversidad de todas y todos.
Hay personas que no creemos en lo que se celebra en este mes del año, pero de una u otra manera el ambiente influye sobre nuestro estado de ánimo, sobre nuestra manera de relacionarnos con las personas más cercanas a nosotros y que por supuesto atraviesan todos nuestros sentires, no se puede estar contento y en armonía si no se es aceptado, respetado y amado.
Y si de plano con nuestras familias no podemos o más bien ellas no pueden con nosotras/os, siempre quedan nuestras familias por elección: amigas y amigos que nos acompañan, nos respetan y nos abrazan y que por supuesto saben que si se nos nota es porque somos.
Por último sí quiero que sepan que si nos disponemos para celebrar estos días hay que tener claro que “donde hay amor ahí está Dios” y que no hay Navidad sin diversidad. Mucha felicidad para todas y todos.
Escrito por Elvis G. Salvatierra