Todos tenemos hábitos distintos dependiendo de nuestras carreras y estilos de vida. Todo el mundo vive en una especie de burbuja que nos encierra de alguna forma, a veces inconsciente, y nos empuja a hacer y desarrollar las cosas como nos enseñaron porque, pues, todo el mundo las hace de esa manera. Lo mismo en los géneros musicales, como el jazz y la música clásica.
Creo que todas las tradiciones son así, entendiendo tradición como una serie de hábitos y formas de hacer las cosas.
Siempre he disfrutado explorar otras tradiciones musicales aparte de aquellas con las que estoy familiarizado, como el rock, el pop y el jazz (aunque en lo personal siempre me siento un principiante en todos estos).
Lo que me gusta de esto es que me abren el panorama a formas de tocar, practicar y pensar acerca de la música que de otra forma no sería tan evidente dentro de nuestras propias burbujas.
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De los músicos más talentosos con los que he tenido el gusto de trabajar han sido tanto músicos de tradición clásica como músicos de jazz; y en ambas corrientes me he encontrado que hay más de una forma posible de hacer las cosas y, a mi juicio, esto es una gran fuente e impulso para la creatividad.
Así que hoy me gustaría hacer un análisis breve de cómo estas dos disciplinas (aunque en teoría podría aplicarse a cualquier género), me han enseñado que la música es un bosque gigantesco donde es fácil perderse, pero si tenés el sentido de la orientación bien calibrado siempre encontrarás una forma de ubicarte y avanzar:
1. Lectura y entrenamiento auditivo
En la tradición académica clásica es indispensable ser un buen lector, tener un agudo sentido de la técnica y una disciplina férrea para poder interpretar, componer o analizar piezas antiguas o contemporáneas muchas veces de una complejidad intensa. Aunque en ocasiones el entrenamiento auditivo pasa solamente por entrenarse solamente en este lenguaje, dejando de un lado otras formas de entender la música.
El jazz es un lenguaje, y a medida que nos adentramos en sus colores, texturas y formas veremos que gran parte de su armonía viene de muchos de los compositores clásicos, solo que la forma de expresarlo y aplicarlo en sí forman un lenguaje único que exige un desarrollo auditivo avanzado.
Creo que si muchos músicos, de cualquier género, entendiéramos el enorme abanico de posibilidades que te da aprender a leer y entrenar muy bien tu oído, tendríamos muchas más herramientas para desarrollarnos en el género que sea, tanto como ejecutantes, arreglistas o compositores.
2. Armonía del jazz y la música clásica
La armonía tradicional que se desarrolla de muchas formas a lo largo de la música (barroco, clásico, romántico, etc.), es en su estudio y aplicación diferente a la armonía moderna.
Los avances en el siglo XX son gigantescos en todas las áreas, igual en la música, donde esta pasó de ser accesible más a una muy reducida clase privilegiada que accedía a los teatros y salas de conciertos, a las grandes masas que poblaban las ciudades formadas luego de la revolución industrial. El estudio de ambas nos dará un contexto claro de las enormes posibilidades armónicas de las doce notas musicales y el contexto en que podría utilizarse.
La armonía moderna del jazz también ha variado a través de sus más de cien años de historia, y se ha adaptado a conceptos que muchas veces son adaptados de compositores clásicos.
Esta última se desarrolló cronológicamente pero, a diferencia de los desarrolladores de la armonía tradicional clásica, los desarrolladores de la armonía del jazz vivieron en el mismo período.
Los músicos vanguardistas pudieron tocar juntos, como es el caso de Duke Ellington y John Coltrane. En mi experiencia estudiar más la armonía tradicional me ha dado perspectiva hacia dónde puedo dirigirme en el estudio de la armonía moderna que es muy variada y a veces muy compleja.
3. Técnica
Muchas veces pensamos que la forma en que nos enseñaron a tocar nuestros instrumentos es la única forma correcta de hacerlo. Esto pasa sobre todo con los músicos más jóvenes, sin tomar en cuenta que hay muchas técnicas que se han desarrollado para este fin.
Hay tantas articulaciones y formas de interpretar como tipos de música, el punto es situarnos en el contexto que más nos llama la atención. Y esto aplica a todos los géneros, no solo al clásico y al jazz.
Tocar salsa nos enseñaría mucho más que pasar estudiando rígidamente un método de técnica clásica, o tal vez tocar rock progresivo nos enseñaría mucho más a interpretar diferentes tipos de compases y acomodar frases melódicas.
Entender cada género por su contexto y ver las formas de interpretación nos enriquecen mucho más que, simplemente, permanecer en un solo sitio sin explorar alrededor.
4. Improvisación
Recuerdo que mi maestro de orquestación en la universidad me decía que decirle a un músico clásico que improvise es como empujarlo a un precipicio sin saber si el paracaídas se va a abrir.
La improvisación no es algo exclusivo del jazz o de algunos géneros de música contemporánea, Beethoven y Bach por muchos años se ganaron la vida “humillando” a otros músicos en competencias de improvisación.
Y es que aprender a improvisar es dejarse llevar por creatividad y la expresividad propias de un instante; para esto es indispensable entrenar el oído, y estudiar mucho la armonía, las formas y posibilidades melódicas de una pieza en conjunto con la diversidad rítmica.
Quitar los ojos de la partitura y liberarse de cualquier atadura estilística te vuelve mucho más expresivo a la hora de interpretar obras escritas. Además, es una forma muy orgánica de componer a la hora de sentarse a crear dentro de cualquier género musical.
Habrá mucho más que tomar en cuenta pero tómese esto como un comentario. Este tema surgió de mi propia experiencia y reflexión, y no pretende ser un manual ni guía para ningún músico.
Al final del día, y sin querer ser muy polémico al respecto, creo que el asunto se centraría en qué tipo de artista nos gustaría ser, el que se sienta cómodamente dentro de su burbuja, tradiciones y formas de hacer las cosas, rechazando otras posibilidades y visiones de su propio arte, o alguien que está más abierto, interesado y dispuesto a nuevos retos, incluso al riesgo de fracasar en el intento (el camino casi siempre es lo más divertido).
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