La mayoría de las personas en Nicaragua crecimos sin ningún tipo de educación sexual y lo que hicimos fue reproducir toda clase de mitos y dogmas opresivos en contra de la comunidad LGTBIQ. Una buena educación sexual fomenta relaciones interpersonales basadas en el respeto y la tolerancia con todas las personas, tanto en el entorno escolar como en la sociedad.
Nunca es tarde para cambiar nuestros hábitos con el fin mejorar la manera en que nos relacionamos con grupos históricamente oprimidos. En este artículo te compartimos algunos comportamientos discriminatorios que, como persona heterosexual, podrías estar reproduciendo sin darte cuenta:
1. Las personas LGBTIQ no necesitan «ayuda»
Si tenés un amigo gay o una amiga lesbiana, aceptá su preferencia sexual como una característica más de esta persona. Las preferencias sexuales diferentes a la heterosexual no son ni enfermedades ni condiciones que deban curarse a través de la medicina o la religión. Evitá «ofrecer ayuda» o persuadir a estar persona para que se «convierta» en heterosexual. Como amigo/a, tu responsabilidad es apoyar a esta persona, no condenarla.
2. No, no te van a lanzar el cuento
El hecho de que a una chavala le gusten las mujeres, no quiere decir que le gustan todas las mujeres. No nos creamos tan especiales. Si una amiga te dice que es lesbiana o un hombre te dice que es gay, no necesariamente le gustás. Evitá frases como: «te acepto, pero no le hago a eso», que lo único que logran es crear distancia y un ambiente incómodo.
3. Tu hijo no se va a «volver gay»
Los niños y las niñas deben aprender desde tempranas edades que las orientaciones sexuales e identidades de género de todas las personas deben ser respetadas, por tal razón es importante que conozcan personas LGTBIQ y que no las vean como un tabú. Esto también aporta a que el niño o la niña viva el descubrimiento de su sexualidad con más libertad y con la confianza de que no será rechazado/a por ser quien es.
4. No se trata de «tolerancia»
La palabra «tolerar» es más cercana a «soportar» que a «respetar». La comunidad LGTBIQ no debe ser «tolerada», ya que nadie debería sentirse incómodo porque una persona viva su identidad libremente. Frases como «No me importa lo que hagan, siempre y cuando no lo hagan en público» son, sin duda, discriminatorias. Las muestras públicas de afecto entre parejas del mismo sexo deben ser vistas con tanta normalidad como las de parejas heterosexuales.
Como ves, no es necesario ser lesbiana, gay, bisexual, trans, etcétera, para aportar tu grano de arena en la construcción de un mundo más igualitario y justo. La lucha contra el odio hacia la comunidad LGTBIQ está basada en la humanidad: tratar a todos y todas como personas, con los mismo derechos y oportunidades en la vida. ¿Es tan difícil?
Con la colaboración de la psicóloga Cinthya Lara Calderón.