El COVID-19 en Nicaragua se ha convertido en una experiencia aterradora y nada fácil de lidiar, sobre todo si se vive entre la incertidumbre, la violencia de género, la pobreza y un sistema de salud frágil.
Es por eso que desde nuestras diferentes realidades estamos haciendo todo lo posible por guiarnos, acompañarnos y darnos recomendaciones sobre cómo resistir de la mejor manera posible algo que aun es muy indefinido y que no se sabe cuánto durará.
Primero que todo queremos recordarte que no es ideal que te autodiagnostiqués y aunque la situación no da para gastar dinero, pensá que tu estabilidad mental y emocional son prioridad también.
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Por ende, así como se paga por una radiografía en una clínica privada, también de igual manera deberíamos ajustar nuestro presupuesto para hablar con una persona especialista de la salud mental.
Por acá te compartimos estos ejercicios que hemos preparado para vos:
DOCUMENTO CON EJERCICIOS PARA MANEJAR TU ANSIEDAD
Si bien quisiéramos enfatizar que los ejercicios de este documento no garantiza que funcionen en todas las personas, sí es válido intentarlo.
Sobre todo porque en el camino de la ansiedad hay que ver opciones y decidir qué sí nos funciona y qué no.
La ansiedad y la depresión durante el COVID-19
Según la OMS, en el 2015 un 3,6% de la población mundial tenía algún tipo de ansiedad. Junto con la depresión, la ansiedad es más común en mujeres que en hombres (4.6% comparado al 2.6% a nivel mundial).
Estos datos se reflejan a mayor profundidad con ejemplos como el del continente americano, donde el 7.7% de la población femenina vive con algún desorden de ansiedad (hombres 3.6%).
En Nicaragua ya sabemos que la salud mental no es prioridad estatal, por lo que debemos resolver con los recursos que tengamos y en los entornos donde mejor nos sintamos.
Adriana Trillos, psicóloga feminista, enfatiza que es importante que cuando haya alguna crisis se viva de la mejor manera posible, en compañía de personas que verdaderamente puedan ayudar y no que nos hagan sentir culpables.
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«Esta idea de ‘es que tenés que poner de tu parte’ hace más carga, a veces estas cosas son involuntarias, imagínense que también hay situaciones que no se detienen con esto como depresiones u otras enfermedades asociadas que ameritan de atención», comenta Adriana.
Entonces permitámonos vivir la tristeza, la rabia, etc. emociones que, por muy incómodas que sean, vamos a seguir sintiendo, pero al menos teniendo de dónde agarrarnos.
En otros casos, tal vez más críticos, estos bajones de energía más bien crean episodios depresivos sobre todo si estamos quedándonos sin ingresos y la cuarentena no es una opción.
«No poder dejar de salir para poder protegernos, más bien es algo que nos puede hacer sentir más tristes todavía», agrega Adriana.
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El COVID-19 y las conversaciones que se crean desde el conflicto
Otra forma en que se ha manifestado últimamente con más fuerza esta ansiedad durante el COVID-19 es por ejemplo la irritabilidad o el sentir que no tenemos paciencia.
«Es común que no sepamos ni siquiera que palabras utilizar si no más bien relacionarnos a través del conflicto», comenta.
Entonces esa irritabilidad no nos permite saber qué estamos necesitando exactamente y qué es lo que nos da miedo exactamente, porque la ansiedad tiene muchísimo que ver en su fundamento en el miedo.
Imagínense que el COVID-19 es un virus que ya ha demostrado tener un alto índice de mortalidad, entonces claro que también va a activar la ansiedad y la frustración al mismo tiempo de no saber cómo vamos a proteger a quienes queremos y a nosotros mismos».
Un estudio realizado por el Gobierno de Estados Unidos expone los problemas en la sociedad que causa el nuevo coronavirus y las medidas de confinamiento.
«Ya sea miedo a no controlar lo que va a venir, miedo a no tener los recursos necesarios disponibles para enfrentarlo, en otras palabras lo que muy inconscientemente también se activa es el miedo a no sobrevivir y en el peor de los casos a morir», explica Adriana.
Adriana explica que en general no sabemos cómo conectarnos con las personas y al mismo tiempo tal vez sí las necesitamos porque no queremos desconectarnos por completo, por lo que suele haber más discusiones y problemas de convivencia.
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Heridas que aun no han sanado
Adriana también analiza el hecho de que hay que tomar muy en cuenta nuestro contexto y las situaciones muy duras que se ha vivido recientemente en el país.
«Sobre todo hace dos años con la crisis sociopolítica hemos estado bajo muchísimo estrés, muchísimas cargas emocionales en cuanto a cosas que se han reactivado», afirma Adriana.
Pero al mismo tiempo también con esto de ir resolviendo el día a día, como que ahora la pandemia del COVID-19 cae de sorpesa y es algo que se agrega a todo lo que ya veníamos lidiando.
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También es importante entender que no podemos esperar resolverlo todo de una vez. Aunque por ejemplo, hay personas que desde su realidad no tienen el privilegio de quedarse en la casa durante el COVID-19, sobre todo en países como Nicaragua donde hay más índices de pobreza.
«Cuando no podemos quedarnos en casa creo que es importante que las personas también sepan que sí hay maneras de protegerse mientras salen y que pueden tener un mínimo de control con respecto a eso», asevera Adriana.
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El alcohol y las válvulas de escape
Con respecto a nuestro país lo que más ha notado Adriana es que hay mayor consumo o mayor riesgo de consumo de alcohol.
«Las adicciones se disparan y a su vez los niveles de violencia, porque la ansiedad hace que nos sintamos acorralados y que creamos que no vamos a poder salir nunca de esa situación», argumenta.
Entonces solemos tener esta tendencia de desesperarnos, de querer desconectarnos por completo de eso o a ratos por lo menos.
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«Es por eso que el consumo de alcohol es algo que es muy característico de la ansiedad en esta crisis y al mismo tiempo la violencia porque conocemos que en nuestro país son condiciones preexistentes y que en condiciones también de desesperación e indefensión aumentan», agrega Adriana.
En los casos de violencia donde ninguna de estas dos situaciones es posible, ni conciliarlas ni negociarlas, es importante brindar a las personas que lo necesiten algún tipo de refugio temporal.
Adriana por ejemplo sugiere que se puedan tener en cuenta algunos argumentos protectores, no es decir ‘me estoy llevando a esta persona de este lugar porque corre peligro’, sino ‘mirá creo que sería mejor si te venís conmigo y te apoyo en esto’.
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El COVID-19 y la violenta desigualdad de género
Al mismo tiempo es importante que durante esta pandemia del COVID-19 se nivelen las cargas, ya sea en la convivencia o en la casa.
Urge que seamos capaces de pedir lo que necesitamos, ya sea espacios de individualidad dentro de la casa o de interacción con toda la familia.
De igual manera a la hora de darle continuidad al funcionamiento de las actividades básicas y diarias, como la alimentación en la casa. Por ejemplo determinar quién va a tener que salir a hacer las compras, quién se encarga de la limpieza de los espacios, etc.
«Lamentablemente en Nicaragua seguimos teniendo relaciones familiares muy desiguales en donde casi siempre es una persona la que se hace responsable de gestionar todo y a veces en cuestiones muy mínimas», enfatiza Adriana.
Entonces la situación del COVID-19 es una oportunidad para replantearse esa necesidad, porque en todo caso no es que solamente por las emergencias vale la pena generar estos cambios, pero al menos ahorita es cuando más urgente se hace eso porque es cuando más hay que cuidarse.
La desigualdad tanto social como en las relaciones afectivas puede ser un factor de riesgo en el manejo de estas emergencias y también en las crisis ansiosas».
Es importante pedir lo que necesitamos, si necesitamos ayuda, colaboración, que haya una equidad en ese aspecto y luego organizarnos también con respecto a estos días que vienen, sugiere Adriana.
De igual manera, si tenemos la oportunidad de organizarnos comunitariamente, en los barrios, en el condominio donde vivimos, con las familias, hay que hacerlo en la medida de lo posible sobre todo por todo el tema de la incertidumbre alrededor del COVID-19 en Nicaragua.
«La armonía perfecta y todo aquel ideal no existe o no siempre, entonces el punto es cómo adaptarnos también a los recursos que están disponibles. Trabajar con lo que se tiene y lo ideal es ir viendo donde sí se puede construir y retirarnos/protegernos donde no se puede», finaliza Adriana.