Cuando en 1993, una profesora alemana de la Universidad Agraria, llamada Dorothy Barnhouse, comenzó a dar clases voluntarias de inglés en la iglesia del barrio René Cisneros, se dio cuenta del talento musical oculto en los coros de niños y decidió junto al padre Ángel Torrellas, que dirigía el Centro Cultural de Batahola Norte, organizar clases de música. De ese hermoso intento salen los primeros maestros de flauta.
Entonces Dorothy buscó el apoyo del organismo alemán Pan y Arte para ampliar este embrión inicial y expandir las notas musicales por toda Managua. Para el 2000, Música en las Barrios ya era una realidad constituida oficialmente.
Según afirma Paola Moreiro, la directora del proyecto, quien comenzó como maestra en esta academia, ellos atienden un aproximado de 500 niños de diferentes edades, a los que imparten clases de cello, viola, violín, guitarra, piano, oboe y clarinete en las aulas de clase, también la flauta dulce se enseña en los barrios de Managua, el municipio de Ticuantepe y Ciudad Sandino. Entre los barrios está el René Cisneros, Sabana Grande, Linda Vista, Roberto Clemente, Laureles Sur, Los Martínez y El Paraisito, allí las clases se imparten en las casas de personas que apoyan voluntariamente este proyecto, inician a los chavalitos por la senda alegre de la música a un costo módico de 5 ó 10 córdobas mensuales.
Es allí, en ese hervidero de talento, donde captan a los chicos que demuestran su dominio y amor a la música, a quienes becan para estudiar otros instrumentos, aunque nunca dejan de lado la flauta porque “estamos especializados en la flauta dulce, la miramos a nivel profesional como un instrumento orquestal”.
Pero en Música en los Barrios no solo enseñan un instrumento, también les dan clases de inglés a sus alumnos, quienes deben cumplir algunos requisitos para ganarse una beca.
“La idea no es hacer un ejército de músicos sino fomentar el talento de quienes la aman pero no tienen recursos”, pues pretenden que los niños sepan amar con pasión la música y esto los ayude a mejorar su vida.
Y resulta cierto este afán, niñas como Diane Salazar de 9 años que vive en Sábana Grande, y está en 4to grado de primaria, ya ha participado en conciertos, ha estado en el Teatro Nacional Rubén Darío, ella toca el piano al que considera un instrumento difícil, pero que “vale la pena porque sus melodías son bonitas”.
Pero los padres de familia también están emocionados con Música en los Barrios, dice Karla Solórzano que esta es una buena oportunidad para que los niños de escasos recursos se desarrollen, se vuelvan más inteligentes y se relacionen mejor, porque allí “hay un buen ambiente, que condujo a un cambio total en mis hijos que se han alejado de los malos ambientes y las malas compañías”.
Karla expresa conmovida que vale la pena cualquier sacrificio cuando uno los ve tocar, “es emocionante, quisiera conservar siempre ese recuerdo”.
Mientras tanto, Música en los Barrios sigue extendiendo su pentagrama para que niños como Kevin Páramo de 10 años puedan realizar su sueño de verse hecho un concertista tocando la viola en el teatro Rubén Darío.
Escrito por Malva Izquierdo
Fotografía cortesía de Música en los Barrios
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