En esta entrevista para FURIACA, Rosa Chávez, poeta y educadora cultural Maya K’iche’ kaqchikel nos cuenta sobre sus orígenes, su pasión por la poesía y el poder de las palabras, su labor cultural y su enfoque educativo.
FURIACA: ¿Quién es Rosa Chávez?
Rosa Chávez: Me enuncio como mujer originaria, Maya K’iche’ kaqchikel, dos vertientes que conforman el río que soy, esta identidad que me marca y desde donde me posiciono como parte de mi lucha política, espiritual, artística, desde mis caminos de vida.
Soy poeta, educadora popular, fui creando mi experiencia como parte de un pueblo vivo que se transforma, se sustenta y también tiene sus contradicciones.
También soy parte de Asociadas por lo Justo JASS con quienes trabajo en acompañamiento político y cuidado colectivo a defensoras del agua, de la tierra y el territorio junto a movimientos, resistencias y organizaciones de mujeres y pueblos.
«En este momento de la vida (el arte) es parte esencial de mi camino espiritual, desde mi función, desde mi nawal, desde mi compromiso individual y colectivo de ir hacia la vida».
FURIACA: ¿Qué medios utilizas para expresarte?
Rosa Chávez: La poesía es mi columna vertebral, a partir del poder de la palabra puede regresar a mi cuerpo, a mi esencia, a mi curación, a partir de la sagrada poesía pude recordar y puedo seguir recordando quien soy. He escrito cinco libros que dan cuenta de este recorrido.
La poesía me ha guiado, me ha lanzado también a traducirla en distintos tiempos en distintos formatos desde el teatro, las acciones y lecturas en espacios públicos, al performance, el video y la música.
FURIACA: ¿Qué te inspira, te motiva, te impulsa?
Rosa Chávez: Me inspira la fuerza, la dignidad, la persistencia, el pensamiento de los pueblos originarios y afrodescendientes, el sentido mismo de la vida de quienes aún en contextos o realidades hostiles escribimos poesía, hacemos arte, nos organizamos, con la fuerza de nuestra rebelión para restarle poder sobre nuestras vidas al orden colonial y patriarcal que nos clasifica, despoja y habla por nuestra experiencia.
«Me inspira mi familia, mis afectos, mis comunidades, quienes son mi centro y mi latido. Me motiva la vivencia de la plenitud, recuperar nuestro goce, al amor consciente en todas sus dimensiones, la multiplicidad de placeres en autonomía».
Me guían mi nawal, la trascendencia de las y los ajquijab’ quienes son guías espirituales, contadores del tiempo y todo lo que enseñan el fuego, los lugares sagrados, los cerros y las montañas, esto me ha ayudado a sobrevivir en los momentos más complejos.
FURIACA: ¿Por qué es tan importante para ti compartir tu trabajo?
Rosa Chávez: No podría respirar sin el vínculo que me une a mis territorios, me faltaría el aliento y la fuerza si no pudiera siempre regresar a esa profunda relación con la madre tierra y a la vivencia plena de la cosmovisión maya que me permite entrar en diálogos más allá de los humanos.
Me nutre mi cultura con todos sus dilemas y retos, a la que en su momento desafié y cuestioné para comprender mi propio sentido de pertenencia y emancipación.
Desde los inicios de mi trayectoria; mi práctica, mi escritura, mi formación, han caminado a la par de trabajo con movimientos, colectividades, organizaciones por las reivindicaciones de mi pueblo y los derechos de vidas en plenitud para las mujeres.
Así como de las comunidades plurales y disidencias de las que he sido y soy parte, tanto en territorios originarios y también en espacios urbanos, en la ciudad, que es también un espacio político que he tomado, que nombro como propio y donde también he hecho una comunidad que me acuerpa.
Me guía el principio maya de la reciprocidad, me ha acompañado el pensamiento de cómo compartir las experiencias transformadoras que la energía del arte me ha regalado.
Eso me llevó en el tiempo a formarme como educadora popular centrada en el antirracismo, la sanación y la descolonización, dirigiendo mi energía creativa, espiritual, para aportar semillas junto a otras y otres en Mesoamérica y en otros entornos a donde me lleven los caminos.
Y también para gozar en comunidad la juntanza y la alegre rebeldía, el placer de volver a nuestros cuerpos, el aprender y desaprender, el lanzar y recuperar nuestra voz, nuestro canto, nuestra saliva.