Escrito por Emma Segura Calderón
En esta entrevista Li Vallejo, artista transmasculine no binarie de Honduras, nos habla sobre su obra, la exploración del cuerpo, identidad y resistencia, moldeada por el desplazamiento y su manera de habitar el mundo desde la diáspora.
Actualmente, Li reside en Brasil, donde su tránsito ha sido más que un desplazamiento, una transformación rizomática que ha ramificado su vida y su obra en múltiples direcciones. En Honduras, su trabajo confrontaba el poder, el cistema y la normatividad, explorando la precariedad, la rabia y la urgencia de construir espacios de disidencia.
Al trasladarse, su visión del arte y del mundo se expandió, nutriéndose de nuevas materialidades, redes y referencias, desplegando su producción en múltiples capas donde memoria, resistencia y deseo se entrelazan.
Su arte se convierte en un puente entre esos espacios intermedios, una manera de reivindicar su existencia en territorios que a veces intentan expulsarle o invisibilizarle.
“No sé cómo vivir sin hacer alguna cosa para expresarme, para conocer mi entorno, lo que quiero y para reclamar mi derecho a ser y estar. Es el arte, y sus caminos y las encrucijadas a las que me ha guiado, lo que me ha permitido moverme, salir al mundo y conocer personas. Las prácticas artísticas son metodologías de cura”. – Li Vallejo.
La diáspora no es solo distancia, sino también reconfiguración interna. Para Li, Brasil ha sido tanto posibilidad como confrontación, enfrentando la exotización de su identidad y el reto de moverse en estructuras ajenas.
Frente a ello, su arte se convierte en un acto de resistencia y reconstrucción, una forma de crear mundos donde la existencia trans y migrante no solo sea posible, sino expansiva y transformadora. Sus performances, textos y visualidades son mapas afectivos que registran el desarraigo, pero también la capacidad infinita de reinventarse.
En un contexto donde la violencia contra vidas trans y no binarias sigue en aumento, su testimonio se vuelve aún más urgente: un registro de la creación como estrategia de sobrevivencia y reinvención.
ESC: ¿Cómo describirías tu práctica artística y literaria?
Lí Vallejo: Incómoda, es lo primero que pienso, no solo por la estética de la fealdad que en muchas obras que realizo es notoria, sino también porque hasta para mí puede llegar a ser incómoda.
Para mí lo que hago parte de lo que me atraviesa, afecta, interesa, lo que me da curiosidad, ese proceso de entrar en mi yo colectivo, mi ser en minúscula siempre salgo afectado en espectro amplio de esa experiencia que es afectarse. También diría divertida, generalmente soy muy intuitive y me gusta ir explorando las cosas que toco, que pienso, que imagino.
Siempre que estoy en proceso de estudio tanto de referencias como de lo que voy sintiendo, imaginando, pensando van surgiendo formas de entender lo que me afecta y que voy a hacer con ello, pero eso puede ser de una forma hoy y ayer podría ser de otra, entonces también creo que la describiría como experimental y mutante.
ESC: ¿Qué motivó tu desplazamiento a Brasil?
Lí Vallejo: El impulso por matarme y las ganas de vivir. Las dos bien enredadas y juntas, en cualquier orden. Luego de recibir una beca para estudiar en Brasil por 2 años, salí de Honduras en octubre del 2021. Ese año lo considero como un hito en mi vida, fue fuerte.
Las drogas, la falta de trabajo, el cistema individual y miserable, nuestra marginalización y vulnerabilización extrema, aún más en las crisis mundiales… En fin, con todo eso y más aún tenía muchas dudas de si quería irme o no.
Es que yo estaba amando profundamente muchas cosas de ese momento, La Maricada y su potencia colectiva era una de esas. Esa rizomática potencia me daban ganas de respirar profundo aún en medio de tanto humo, porque con ellas/ellos/elles sí me alimentaba.
Cuando la beca salió dudé si tomarla, pero era lo que necesitaba para empezar a sanar. Luego de eso decidí quedarme en Brasil e insertarme en el mercado del arte, hacer contactos y enriquecer redes para seguir trabajando desde Honduras y Brasil.
ESC: ¿Cómo ha impactado este proceso en tu forma de ver el mundo y en tu obra? ¿Y qué retos y aprendizajes has encontrado al vivir fuera de Honduras?
Lí Vallejo: En todo, y es que es imposible mantenerse rígido cuando se está andando, en movimiento. Todo se mueve, todo rebota, todo cambia. Y para mí ha sido un proceso muy duro, pero sabroso. Siento que de alguna manera el sur siempre me llamó y yo siempre le invoqué.
La forma como me ha impactado ese mover/migrar/mutar es muy característica y particular por esa intención de venir al sur.
Aquí he tenido la oportunidad de estudiar y aprender más sobre perspectivas decoloniales, antirracistas, transcentradas y conectar más con mi espiritualidad. Poder nombrarme trans y habitar la interrogante y la búsqueda del propio placer en esa experiencia de vida.
De forma más técnica, material y profesional he tenido la oportunidad y acceso de estudiar más técnicas y literatura artística, visitar y acompañar mucha producción artística y cultural super potente, aprender sobre mercado de arte, participar en ferias de arte internacionales ¡y vender mis obras! Algo que nunca experimenté en Honduras.
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Esto también significa enfrentarme a mucha competencia, a ciudades polifónicas, masivas y aplastantes. Al acelerado ritmo de un país donde sí se puede vivir del arte pero que también te puede comer vivo.
Me ha tocado reconocer que debo empezar todo de nuevo, hacer contactos, abrirme caminos, presentarme, representarme. Y entre todo esto también pensar/re/conectar con mis procesos, narrativas e intereses, tomar las cosas con calma e intentar con toda mi fuerza ser más constante con mi práctica. No perderme en el camino.
Conocí otras tonalidades y formas de estar en soledad. Es imposible acostumbrarse a comer sin tortilla, duele, como siempre imaginándolas. Las redes colectivas y afectivas existen y salvan. La distancia de los lugares, formas, contextos que te violentan son necesarios para comenzar a calmar las aguas interiores y fluir.
ESC: ¿Cómo vives tu identidad trans*- no binaria en el contexto de la migración/diáspora?
Lí Vallejo: Para mí fue lo mejor que me pasó, sobre todo estar en Brasil. Conozco y admiro tantas posibilidades de ser, existir, de inventar y explorar trans que complejizan la vida y sus categorías. Y eso es fascinante, sin embargo también es duro.
Porque de por sí al ser migrante en un país que no habla el idioma que estoy acostumbrado es pesado, porque ya coloca una diferencia y una barrera en los procesos relacionales.
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Ser de un lugar que nadie escuchó antes, y tan precarizado como Honduras, también otorga otro filtro incómodo de bastante exotización. Cuando llegamos a mi nombre y mi ser trans ya he sido leído con tantas variables y filtros que lo último que la gente recuerda o le interesa es saber cómo me siento o cómo quiero que me traten.
A pesar de eso tengo amigues trans, personas que me acogen y acompañan en este proceso de migración constante. También como el sistema de salud de Brasil es público y cuenta con un programa de atención a personas trans ahora tengo acceso a salud y recién comencé mi proceso para hormonización y entré en la lista de espera para una mastectomía pagada por el Estado (como debería ser), lo cual me hace un bicho muy agradecide e incrédulamente feliz.
ESC: ¿Qué temas o ideas son recurrentes en su trabajo y por qué?
Lí Vallejo: Siempre una confrontación y crítica al Poder, al Cistema y la normatividad moralista colonial. De alguna forma porque comencé a interesarme en trabajar con el arte por la forma que me hacía sentir, me ayudaba a entender las violencias que me atravesaban e idear formas creativas para devolver las violencias al cistema de dónde vienen, para que no me pesara tanto.
También me gusta pensar mis trabajos como invitaciones al diálogo en diferentes dimensiones tanto personal, colectivo, político, social e histórico.
ESC: ¿Qué diferencias has notado en tus experiencias de vida y creación antes y después de migrar?
Lí Vallejo: Pues primero he conseguido apreciar con más ternura mi proceso y camino artístico. Pensándolo llevo ya un poco más de 9 años en este camino y, aunque aún no consigo conciliar la sobrevivencia e investigación de mi práctica en arte, es un camino que aquí puedo ver más posible.
Vivir la migración, el movimiento para mi es habitar los márgenes, la posibilidad de que cualquier cosa puede comenzar, acabar, suceder, eso me parece interesante. También siento que me ha ayudado a explorar otras materialidades, formas de hacer cosas.
Siento que este proceso también de sanación se refleja en las visualidades de mis obras, no es que dejen de ser confrontativas o incómodas, como me gusta que sean y como me salen, pero siento que son más “jódase todo, vámonos a seguir divirtiéndonos e inventándonos otras formas y lugares donde sí podamos gozar”.
ESC: ¿Cómo crees que tus experiencias reflejan una narrativa más amplia sobre la diáspora y la identidad no binaria, la no pertenencia?
Lí Vallejo: Últimamente he estado reflexionando sobre el concepto pertenecer o pertenencia, sobre todo a partir de esta intentando construir una vida lejos del lugar donde crecí y donde ya tenía un camino pisado.
Yo me nombro una existencia transmasc no binaria, parecería contradictoria pero en realidad es solo otra de las múltiples posibilidades de habitarse. Yo aprendí de lo no binarix primero por internet, viendo referencias blancas claramente, pero luego que profundice más, compartiendo con amores indígenas y negrxs pude aprender sobre las personas doble espíritu.
Para mi conectar/reconocer/me como una persona no binaria, es conectar con la ancestralidad, con la potencia decolonial de no habitar las categorías que me fueron impuestas y más bien ser un experimento propio sobre lo incómodo y la potencia mutante de mi ser.
ESC: ¿Qué significa para usted crear desde la marginalidad o la diáspora?
Lí Vallejo: Es de dónde vengo, de la forma en que comencé a crear, desde donde continúo trabajando. Para mí es mi vida, sin afán de romantizar esto, agradezco poder hablarlo abiertamente y tener la oportunidad de hacer cosas que recuerden que las diferencias y pluralidades marginalizadas y potentes seguimos aquí.
ESC: ¿Ve su trabajo como un puente o diálogo entre estas geografías y realidades?
Lí Vallejo: Sí, sobre todo porque soy una parte de ese territorio del cual me fui, llevo conmigo cosas de los lugares andados, pasados, habitados. Me considero un pedazo simbólico, conceptual, metafórico, material de Honduras y eso que no soy para nada patriota, todo lo contrario, pero he notado la importancia de reconocer de dónde vengo.
Entonces caminando por aquí, recordando y mencionando de donde soy es otra forma de ir haciendo puentes y caminos, solo con sembrar en el imaginario de la gente que Honduras existe y alguien de allá esta por aquí andando y soñando con tejer puentes, redes de intercambio en asuntos de arte y cultura. Que sepan que un bicho centraka mestizo disidente sigue, sueña y trabaja por ser artista, que vino de lejos, y que soy de cualquier lugar.
Tras este recorrido por sus palabras, Li Vallejo nos deja con una certeza: la diáspora es más que desplazamiento, es reinvención. No es solo un tránsito territorial, sino una constante negociación con el mundo y consigo misme.
En su obra y en su vida, la pertenencia no es un destino fijo, sino un espacio que se construye en movimiento, en los márgenes. Es una práctica de resistencia, una oportunidad de tejerse de nuevo, de reescribirse, pero también un testimonio de deseo y transformación, una forma de desafiar el encierro de las categorías y expandir las posibilidades del ser.
Cada una de sus palabras resuena con la urgencia de quien ha habitado el borde y ha decidido convertirlo en un lugar propio. En un mundo que insiste en borrar, excluir y silenciar, su obra nos recuerda que la creación sigue siendo un acto político, una forma de sostenerse en movimiento sin perderse en el trayecto.