Escrito por: Marielos Montes, psicóloga, gestora cultural e integrante de Las Musas Desconectadas y Nayda Acevedo Medrano, escritora y especialista en Políticas Públicas y Derechos Humanos.
En la primera entrega hablamos de Karla Lara, cantautora y activista hondureña. La segunda parte de este reportaje especial nos permitió adentrarnos en las historias y la trayectoria musical de Katia Cardenal (Nicaragua) y Claudia López (El Salvador). A continuación, la tercera y última entrega se enfoca en la cantautora Sara Curruchich (Guatemala) y tres de las integrantes de la icónica banda Claroscuro (Costa Rica).
Sara Curruchich: resistencia y memoria
Curruchich es una joven cantautora guatemalteca cuya experiencia nos permite tender un puente generacional, entre elementos profundamente personales y vivencias compartidas con otras cantautoras.
Sara creció en una familia en situación de pobreza, y aunque desde pequeña soñaba con hacer música, era consciente que en ese momento para su familia era difícil cumplir con ese sueño.
«Recuerdo que le mencioné a mi papá que llegaron a la escuela unas personas para decir que iban a dar clases de violín y cobraban 20 quetzales al año —algo así como 2.5 dólares—. Cuando llegué a casa, le dije a mi papá qué quería, y me dijo: no podemos, no lo puedo pagar», expresa Curruchich.
Fue un golpe duro para una niña que anhelaba estudiar música. Sin embargo, su familia reconocía su deseo: cuando la acompañaban a reuniones de su grupo religioso, la enviaban al espacio donde estaba el grupo musical. «Esas son de mis primeras memorias».
Pero hay recuerdos aún más íntimos: «Había muchos lugares de la casa a los que me daba miedo ir. Cuando estaba oscuro, me daba muchísimo miedo, y me iba cantando. Hay una canción que mis hermanos me dicen que yo cantaba incluso cuando estaba en el baño, porque estaba solita y asustada».
Sara se ríe al recordarlo. Desde entonces, la música ha sido su modo de resistir los temores, de acompañarse a sí misma en lo personal y lo colectivo.
Memorias y primeras notas
En 2007 comenzó a estudiar música, y en 2012 se graduó como profesora de ejercicio musical. «Escribí mis primeras canciones en 2011, como una canalización de dolores que estaba viviendo, atravesados por miradas de discriminación y agresión racial». Esas canciones nunca las compartió, pero aún las conserva escritas en un cuaderno que revisita de vez en cuando.
A finales de 2012 escribió la canción que un año después compartiría: Ch’uti’ Xtän – Niña. «Estaba asustada de compartirla. Iba a cantar covers, pero decidí cantar una canción mía». Parte de ese miedo venía del temor a ser juzgada por cantar en su idioma, el kaqchikel.
«Pero lo hermoso de la música es que mientras lo cantás para otros, también te lo cantás a vos misma. Es como un ejercicio de revitalización personal», explica Curruchich.
En 2014 grabó Ch’uti’ Xtän – Niña, y la lanzó en 2015. «Literalmente fue un regalo. Algo que ni siquiera había pensado y de verdad me cambió la vida». Al compartirla, apenas unas pocas personas reaccionaron, pero pronto se viralizó.
«Yo no estaba preparada. Estaba trabajando como maestra en una escuela primaria. Empezaron a llegar entrevistas, mensajes de apoyo. Yo quería estudiar en la universidad, ser maestra, pero ya no hubo vuelta atrás», expresa Curruchich.
Cantar es resistir
La música de Sara está profundamente enraizada en su identidad, su conexión con la tierra, los saberes ancestrales y su conciencia social. Cantar en kaqchikel, fue para ella una decisión política y amorosa.
«Me encantaría que, si alguna niña me puede escuchar, diga: está bien hablar mi idioma». Así, la música se vuelve también una herramienta contra el racismo, un canal para la resistencia.
Su vínculo con la tierra lo aprendió en casa: «Cuando íbamos a traer leña, cuando sacábamos nuestras mazorcas, había que pedir permiso a la tierra, agradecerle, hay que hablarle a la tierra. Aprendí que lo que le hacés a la tierra, también te lo hacés a vos. Es el sentido de reciprocidad».
Por eso, cuando escuchaba en las radios comunitarias sobre desalojos que no eran causados por desastres naturales, aquello le generaba sorpresa y cuestionamiento.
De allí nació la canción Resistir, que acompañó a una resistencia pacífica cerca de la capital. Sin embargo, esta canción fue mucho más cuestionada que la primera. «Muchas personas que habían abierto el espacio a la primera canción luego me cerraron la puerta».
En 2020, Sara emprendió una investigación sobre mujeres indígenas en la música global. Creó una playlist en Spotify llamada Voces de Mujeres Indígenas, y notó que la mayoría compartían temáticas como la tierra, el territorio, la identidad y la resistencia.
«La comunidad, el sentir de comunidad, está tan profundo que nos hace decir: desde donde yo estoy, desde lo que puedo hacer, quiero acompañar esta parte», afirma Curruchich.
Tejidos y voces
Cuando le preguntamos por sus influencias, especialmente de mujeres, sonríe: «No sé cómo, pero creo que cuando la música tiene que llegar, llega». En su casa había un cassette del Dúo Guardabarranco. «Mi primera canción grabada en cassette fue ‘Casa Abierta’. Yo tenía como nueve o diez años». Esas canciones —Casa Abierta, Guerrero del Amor— estaban llenas de ternura, pero también de resistencia.
“Cuando Katia (Cardenal) me invitó al festival que organizaba, no podía creerlo. ¡Era la voz que yo había cantado desde niña!” recuerda emocionada. Sin embargo, reconoce que en su territorio, el contexto ha sido distinto. Guatemala fue atravesada por la guerra, y hubo un plan de silenciamiento hacia la protesta: “muchas mujeres creadoras fueron desplazadas”.
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En 2018, Sara trabajó en un proyecto que le permitió acercarse a comunidades y lideresas. “Conversando con abuelas como Rosalina Tuyuc y Carmen Cumes, me decían: yo también hice una mi canción. Y me di cuenta de que había miedo, de que muchos elementos hicieron que esas mujeres no pudieran seguir creando».
Ahora es posible ver a mujeres jóvenes componiendo sus propias canciones. “Para nosotras también eso es el legado de las abuelas, que fueron silenciadas”.
Reconocer a las otras también es parte de ese legado: «Mi mamá canta todo el tiempo en la casa, haciendo todas las cosas de la casa». Esa capacidad de reconocer nuestro poder creativo es necesaria para visibilizarnos, pero también implica una gran responsabilidad.
Sara menciona a mujeres jóvenes guatemaltecas como Anda Domínguez, quien compone en marimba, y Silvia Tec, que crea instrumentos de barro. También nombra a Ceshia Ubau y Rebeca Lane, cuyas propuestas la inspiran.
“Hay una cuestión de mucha inspiración por lo musical, pero también hay algo que atraviesa, que es este sentido social y de acuerpamiento entre nosotras”, afirma Curruchich.
Que la canción se haga semilla
Al hablar sobre los desafíos de hacer música, reflexiona sobre lo diferente que puede ser el camino para una mujer: “Hacer música siendo mujer es más cuestionado que cuando lo hace un hombre». Además, considera que el racismo también se entrecruza: “El racismo tiene diferentes facetas: es la manera en que te tratan, hay un trato diferenciado por pertenecer a una comunidad indígena”.
Menciona la folclorización, la invasión del espacio personal en escena, y la presencia constante del sistema capitalista, colonial y neocolonial: «En cada cosa que haga, quiero traer mi sentir, quiero traer a mis abuelas. Y si esto puede aportar y alguien puede sentirse identificada, lo agradezco y lo valoro mucho. Ojalá esto pueda ser agua para una semilla que la persona que lo recibe ya tiene».
Sara reconoce que la industrialización de la música es real. Pero cree que los proyectos con contenido social, feminista y antirracista desestabilizan esa lógica de entretenimiento y proponen conciencia.
“Es necesario abrazarnos a nuestra sensibilidad, recordarnos también la esencia, de dónde partimos. Ante esto, es importante no juzgarnos entre nosotras, y no traicionarnos a nosotras mismas”, afirma Curruchich.
Sara Curruchich no eligió simplemente la música: la música la eligió a ella. La abrazó, la sostuvo y le mostró un camino. Hoy, su voz resuena como un canto que recuerda, resiste y sueña. Un canto que abre camino para las niñas, para otras, y otres que vendrán.
Claroscuro: Un acto político y musical
Hablar de la música creada por mujeres, para los derechos de las mujeres, nos lleva sin lugar a dudas a hablar de Claroscuro. El grupo, fundado en 1991, guarda una configuración que permite la fusión musical latinoamericana. Entre sus producciones encontramos 37 temas originales. Integrantes:
- Ileana Alfaro Murillo, fundadora de Claroscuro, directora musical, arreglista y compositora. Sintetizadores, piano y batería.
- Ana Eduarte Ramírez, fundadora de Claroscuro. Autora de letras. Batería, percusión y bombo legüero.
- Ana Castro Calzada, autora de letras y compositora. Cantante, guitarras, percusión.
- Catherine Hayes Preston: Violín.
- Ana Carter Fonseca, voz.
- Carolina Valverde Ureña, viola.
- María José Araya González, percusión y batería.
- Andrea Chinchilla Fernández, cello.
- Mariel Vargas Hernández, bajo eléctrico.
Ileana Alfaro
Licenciada en Música, pianista, baterista, compositora y arreglista musical, fundadora de Claroscuro y Directora Musical de la agrupación. Ileana comenzó a amar la música desde niña.
Tocaba piano en actividades de su escuela y de su localidad, y así fue como, enamorada de los aplausos y acuerpada por su familia que además es altamente musical, encontró su cause musical en su natal Alajuela.
Previo a la integración de Claroscuro, Ileana fue parte de la agrupación de mujeres músicas llamada Shakty, que tuvo una importante incidencia política desde el escenario acompañando a Margarita Penón, la entonces esposa del expresidente Oscar Arias, que impulsó la Ley de Igualdad Real.
Con ocasión de un congreso que reunió a más de dos mil mujeres de todo el mundo, Shakty lanzó la canción Mujeres, compuesta por Marielos Alfaro, hermana de Ileana e integrante de la agrupación, que marcaría el inicio de la composición feminista en Costa Rica.
Parte importante del repertorio de Claroscuro lleva el sello único de sus magníficas composiciones musicales a las letras de Ana Eduarte, y del arreglo musical a dichos temas y también a composiciones de Ana Castro, e igualmente ha aportado a Claroscuro temas de su autoría y composición.
Ileana ha dirigido con maestría a la agrupación desde su fundación, y gracias a su disciplina y exigencia Claroscuro ha alcanzado un altísimo nivel musical y de ejecución en sus grabaciones y sus presentaciones musicales.
Ana Eduarte
Ana Eduarte es antropóloga y especialista en conservación y restauración de bienes culturales, poeta, fundadora de Claroscuro, baterista y letrista de gran parte del repertorio de la agrupación.
Ha sido activista por los derechos humanos de las mujeres y fundadora a las organizaciones feministas 25 de Noviembre y Las Humanas. En esos espacios le abría los brazos a las identidades y las autenticidades, mientras lograba una visibilidad potente y desbordante de energía por la defensa de los derechos.
Fue su idea y su invención el nombre Claroscuro para el grupo musical que había formado con Ileana Alfaro y Ana Carter en 1991, y fue su idea también comenzar a escribir temas con sentido de género que al ser musicalizados por Ileana Alfaro, resultaron en la creación de un grupo de mujeres en pro de sus derechos.
Ana es música empírica. En su infancia y para realizar su inclinación, construyó una batería con tapas de ollas y recipientes vacíos.
Como baterista de Claroscuro, sus partituras no están hechas en el tradicional pentagrama, sino que más bien son obras únicas con sonidos onomatopéyicos primarios indicados sobre las letras de las canciones, descifrables únicamente por ella, que alertan el ritmo a tocarse, como por ejemplo: “rutuplá tupla”, “raspadito”, etc.
Sus letras llevan un potente mensaje feminista, de lucha social y de reivindicación de derechos, además de un canto al amor y a la sororidad, que con las musicalizaciones fundamentalmente de Ileana Alfaro y de Ana Castro, generaron un parteaguas en la música latinoamericana a partir de la década de 1990.
Ana Castro
Abogada, notaria pública, autora, compositora, cantante y guitarrista. Ana Castro realiza una importante labor en defensa de los derechos de las mujeres y de la población LGTBIQ+ a través del ejercicio de su profesión de abogada, pero fundamentalmente por su aporte en el campo de la música con sus composiciones feministas y de derechos humanos, muchas de las cuales forman parte del repertorio original de Claroscuro.
Para Ana, Claroscuro es una agrupación musical que ha marcado un hito en la historia de la cultura en Centroamérica por su indudable compromiso con los derechos humanos de las mujeres y las luchas sociales.
“Es muy difícil incluir nuestras voces desde la individualidad, porque nos vamos cruzando en las vertientes hasta hacernos a este mar de claroscuro”, expresa Ana Castro.
Castro forma parte de Claroscuro desde 1993, y aclara que el inicio de la agrupación fue una reunión casual-musical de Ileana Alfaro, Ana Eduarte y Ana Carter, que disfrutaron interpretando covers en reuniones de amigas.
El verdadero origen de la vertiente ideológica de la agrupación, y lo que hizo que Claroscuro llegara a ser lo que es hoy, fueron las potentes letras de Ana Eduarte, musicalizadas por Ileana Alfaro. Así dieron inicio en 1991 al repertorio original feminista de Claroscuro, único en su género entonces y aún hoy.
Estas canciones convirtieron de inmediato a Claroscuro en una voz de esperanza por los derechos humanos de las mujeres y en una herramienta importantísima en la lucha contra la desigualdad de género y contra todas las formas de violencia y discriminación para las mujeres.
La Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica ACAM ha reconocido el legado de Ana Castro, su trayectoria y su obra musical, otorgándole el importantísimo Honor al Mérito 2025.
La rebeldía también se canta
No cabe duda que Claroscuro rompe moldes. Sus letras son un altavoz por las luchas feministas, enfrentadas directamente contra el sistema porque abordan temas que pocos se atreven a mencionar: la discriminación, la guerra, la descomposición social. “Claroscuro abre la boca y habla de esto”, dice Ana Eduarte.
De entre los muchos ejemplos en los cuales Claroscuro se ha atrevido a denunciar de frente, está la ocasión en que durante un concierto en el Teatro Nacional señalaron directamente al presidente del país, sentado en el Palco Presidencial, con una frase fulminante: “Fin de milenio será una oportunidad para dejar atrás la destrucción ambiental y la mala dirección ¡de los que nunca debieron gobernar!”.
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Los conciertos de Claroscuro siempre han sido un poderoso acto político además de un acto exquisitamente musical, por el alto nivel de sus letras, sus arreglos musicales y la interpretación de sus integrantes, todas músicas profesionales en la ejecución de sus instrumentos y sus voces.
Ana Eduarte pone como ejemplo que siendo niña su mamá la regañaba porque jugaba fútbol y quería hacerlo sin camisa, lo cual no era aceptable.
En su juventud en su natal San Ramón, siempre hubo habladurías de su opción sexual, y no es sino hasta que entra a la universidad que sobreviene su empoderamiento, se asume tal cual es, e inicia su camino en el feminismo que daba sus primeros pasos en Costa Rica.
Esa capacidad de expresarse, de plantarse y de asumirse es semilla que Ana plasma luego en las letras de muchas de las canciones del poderoso repertorio de Claroscuro.
La producción musical de Claroscuro ha sido utilizada históricamente en el desarrollo de los programas de concientización y empoderamiento de muchas organizaciones de Costa Rica y más allá de sus fronteras, entre las que se encuentran la Red de Mujeres Chiapanecas por una Vida sin Violencia, y del Movimiento Mesoamericanas en Resistencia por Una Vida Digna, ambas organizaciones de Chiapas, México.
Claroscuro rompe esquemas porque logra que la gente baile con ritmos conocidos un discurso político, en un llamado abierto a la transformación social. Y así logra que miles de personas se sumen a sus coros potentes y que a su vez reivindiquen derechos.
“¿Te imaginas un lugar de ochocientas personas que está tarareando ‘no más violencia contra las mujeres’ y que además lo bailen?”
Memoria viva del canto
Por ser mujeres, por ser feministas, por no ser comerciales, por decir las cosas como deben decirse, por no contar con un sello disquero al cual nunca han querido pertenecer, por todo eso y más, la propuesta de Claroscuro no ha trascendido de una forma más contundente.
Ha sido difícil abrirse espacios inclusive entre las feministas que muchas veces han criticado su apuesta y su popularidad. Sin embargo, las integrantes de Claroscuro han avanzado en su lucha desde su creación musical y su propuesta en los escenarios, movidas por un ideal que les une y que indudablemente tiene como única meta los derechos humanos de las mujeres.
Entre los planes a futuro Claroscuro continúa en la ampliación de su repertorio incluyendo nuevos temas que, al igual que sus temas originales anteriores, serán un aporte desde la música a la concientización y al cambio en la vida de muchas mujeres.
Asimismo, este próximo 17 de octubre Claroscuro se suma a un concierto en el Teatro Nacional de Costa Rica, conmemorando casi 35 años.
“Me encantaría que mujeres jóvenes vengan a escucharnos en vivo, que se sumen y nos conozcan el rostro, que se sumen a nuestra fuerza. No es lo mismo que nos escuchen en un disco a que se sienta la fuerza en vivo, no te puedo explicar esa fuerza innata de mujeres cuando nos juntamos”, comenta Ileana.
Una de las cosas más potentes expresadas en esta entrevista radica en reconocer la importancia de las luchas presentes, pero también de ubicar en la historia el momento en el que nace Claroscuro:
“Nosotras somos las pioneras sobre los derechos de las mujeres a partir de los años noventa, tanto como lo fue el canto latinoamericano que entonó canciones contra las dictaduras militares en los años ochenta.”
Para la banda fue un hito histórico en el feminismo y en la música de Centroamérica cuando lograron pararse en un escenario y alzar la voz desde la música por los derechos de las mujeres.
“Hablamos del abusador dentro de la casa, hablamos de los violadores, de los abuelos, maestros, representantes de la Iglesia. Y eso coloca a la agrupación como pionera, más allá de un panfleto”.
Voces icónicas de Centroamérica
Este reportaje especial es una invitación a reconocer la fuerza de la canción de cantautoras como un legado cultural en constante evolución. Las voces reunidas aquí no solo narran su propio camino, sino que también revelan las redes que han tejido con otras artistas.
En un mundo donde la industria musical sigue dominada por dinámicas de poder que marginan a las mujeres, estas cantautoras han encontrado en la colaboración una forma de resistir y florecer.
Sus experiencias reflejan la importancia de los espacios auto gestionados, los festivales feministas y los circuitos alternativos, donde la canción puede ser libre, diversa y poderosa. Más allá del acto de cantar, cada una de ellas ha sido, en distintos momentos, educadora, activista y gestora cultural.
A través de su arte no solo han acompañado procesos de cambio y visibilizado luchas por la justicia social y los derechos de las mujeres, sino que también han puesto en palabras, armonías y melodías las realidades que muchos prefieren ignorar.
Sus canciones han sido refugio, grito, celebración y memoria, convirtiéndose en un hilo conductor que une pasado, presente y futuro.