Valeria Zelaya es de mirada diáfana y constantemente sonríe sólo con los ojos, su voz es de un timbre cálido y desde que tiene recuerdo está con un lápiz en la mano dibujando el mundo y lo que su mente plasma, preguntarle cuándo comenzó a dibujar es como pedirle que recuerde cuándo fue la primera vez que se vio en el espejo.
Sin embargo, fue en el 2012 que soltó su ser en “Despertar”, la primera exposición que tuvo un año después de pasar por un momento de desesperación y caos en su vida, “no sabía cómo salir de eso y mi familia me regaló materiales para pintar porque sabían que me encantaba, me encerré diez días, desde las 6 am hasta las 10 pm, sólo a la hora de almuerzo me detenía, en ese tiempo dibujé alrededor de 80 trabajos”.
Aunque esta experiencia fue un oasis de expresión, su arte no responde a un estado anímico específico, ahora ella se hace una disciplina y trabaja a diario.
Sus pinturas son en acrílico, pero también se apoya de las herramientas digitales, primero todo es originado a mano, comienza con lápiz de grafito, después lo escanea y lo pinta en la computadora, hace copias limitadas a un máximo de diez unidades y luego ya no se producen más.
Para Valeria lo que hace es una completa catarsis “es un encuentro personal, en la búsqueda de la verdad me respondo muchas cosas, me conozco interiormente y comparto eso con los demás”.
Ahora está sumergida en un proyecto tierno y reconfortante, acompañada de muchos elefantes que ha creado de manera personalizada uno por uno, porque siempre le han causado una fascinación inexplicable.
“Recuerdo que cuando estaba pequeña como muchas niñas nicaragüenses conocí el poema ‘A Margarita Debayle’ de Rubén Darío”, y ahí comenzó todo, pues la estrofa de los 400 elefantes no cabía en la imaginación de la pequeña Valeria, “era algo abrumador para pensar, yo me podía imaginar 6 o alrededor de 20, trataba de pensar en 100 y hacía un gran esfuerzo, pero 400 era imposible” y eso se quedó en su mente.
Un día decidió enseñarle sus creaciones de animales a sus contactos y se dio cuenta que involuntariamente tenía 9 elefantes y a modo de broma dijo que pintaría 400 elefantes.
Y se convirtió en algo serio, ya lleva en su producción 72 de estos mamíferos y va contando. A veces en un sólo dibujo hay más de uno, como es el caso de los famosos “Beatlefantes” donde se ve a 4 elefantes caminando por la famosa calle de Abbey Road.
“Calculo que hago como un elefante y medio por día”. En la mañana hace una lluvia de ideas, elige el elefante volador, el lector, el vende periódico, el elefante chineado y empieza a bocetear, luego se decide por los 3 mejores, las desarrolla y busca imágenes e información para guiarse, así que, haciendo cuentas, a ese paso es muy probable que a mediados del 2015 su rebaño esté listo.
El sueño más grande que tiene es que vayan muchos niños a la exposición de los elefantes. Sus 400 mascotas le consumen tiempo, así que aunque tenga otros proyectos, por ahora se queda con ellas.
No obstante, existen otras ideas que se están gestando en el interior de Valeria, tiene otra exposición en camino que se llama “Reír” porque quiere celebrar que está bien y feliz “quiero compartir los buenos sentimientos, será una galería con motivos de celebración de la vida, dibujos que generen sonrisas, que contagien entusiasmo, como el de las hormiguitas golosas que buscan lo último que queda del azúcar del café, pies descalzos disfrutando de un aguacero con lodo o los caramelos de una piñata, quiero exponer 60 cuadros, no sé cuándo, porque estoy en dos cosas al mismo tiempo”.
La necesidad que tiene de poder dedicarse a tiempo completo a sus dibujos la ha llevado a plasmarlos en tazas que puedan llamar la atención de las personas y traerle ingresos “como son tantos diseños me ha ido bien, estoy contenta, tengo los cuadros y las tazas en venta quiero ver si hago camisetas también. La gente me pide y yo se los voy a dejar, me pueden contactar por Facebook o con un correo electrónico a [email protected]«.
Un recuerdo bonito que tiene de su trabajo como ilustradora es que en el 92 trabajó en los manuales de educación preescolar para el campo, le hizo todos los dibujos de niños, profesores, juguetes y animalitos, entonces esos manuales los llevaron a validar a las comunidades y cuando regresaron las educadoras le contaron qué efecto causaron sus creaciones, “me contaron que en el campo los niños habían recortado los muñequitos y se los metían en los bolsillos de las camisas de los uniformes para llevárselos a sus casas y jugar con ellos.
Eso me sensibilizó mucho, quiero ser una ilustradora de fe y esperanza, aunque haga trabajos para adultos, yo apelo por el niño que llevamos todos dentro”.
Fotografías cortesía de Lole García Babini
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