La sexualidad y el ejercicio de la misma es tan amplia como la diversidad sexual. Se renueva, se experimenta, se desaprueba, pasa por nuestros cuerpos, no es estática. La sexualidad es modificable y es una parte vital de nuestras vidas y por ende un derecho humano elemental.
Recientemente hablaba con un amigo sobre las limitaciones que los roles activo-pasivo tienen sobre la construcción de las parejas homosexuales –que problema ese de quien penetra primero, quien penetra después- esto en realidad complica los vínculos para relacionarse entre hombres puesto que el hecho de participar del binomio penetrador/penetrado limita el ejercicio sexual de ambas personas ¿acaso el placer en nosotros los hombres solo está en el pene o el ano? Habría que revisarse.
Si bien es cierto, homosexuales y lesbianas tenemos como referente la manera en la que gente heterosexual se relacionan -no quiero decir que sea malo, por favor no mal interpreten esta posición-, al contrario de criticarla más bien lo que propongo es transformar esa dinámica de pareja donde la penetración provoca relaciones de dominación.
Cuestionarse el rol que asumimos al crear nuestros vínculos amorosos y/o sexuales debe estar ligado de entrada al debate interno en el que me planteo interrogantes parecidas a ¿cómo quiero experimentar mi sexualidad? ¿qué quiero dar? ¿qué quiero recibir? ¿cómo lo quiero dar?
Al plantearnos estas inquietudes nos damos cuenta que nuestra sexualidad está genitalizada y esto representa un problema porque limita al cuerpo la posibilidad de vivirse desde la integralidad sexual, es decir, la capacidad de sentir y relacionarse con todo el cuerpo no solo con los genitales.
Olvidamos que la piel abarca nuestra humanidad entera y que a través de la misma podemos tener sensaciones igual o más potentes que una penetración, el sexo tántrico puede ser una de esas experiencias, lo digo con conocimiento de causa.
A partir de esta genitalización de la sexualidad se deriva el falocentrismo, que no es más que la arraigada idea de que en toda relación sexo-erótica debe figurar un pene, sino no es concebido como un acto sexual; es esta misma idea la que sostiene esa gran incógnita de ¿cómo tienen sexo las lesbianas?
Sé que es difícil replantearse la idea esta de vivenciar la sexualidad de otra forma, es decir, como deconstruir tanto aprendizaje y tantas reglas que impiden a nuestros deseos manifestarse de forma libre.
Mi invitación es que de una vez por todas vivenciemos el cuerpo como el conjunto de emociones que es y que le demos rienda suelta a la sexualidad, antes de pensar en algo que tenga que penetrarme o algo con lo que pueda penetrar, recordemos que tenemos pecho, espalda, glúteos, cuello, labios… quien quita que entre toqueteo y toqueteo hasta al orgasmo lleguemos.
Escrito por Elvis G. Salvatierra