Aunque tiene nombre de músico argentino, este Fito que señorea sobre una bicicleta en las ardientes arterias de la ciudad no canta, sin embargo vive cerca de la música, se nutre del arte , insufla sus pulmones de política y vive con garras fuertes tratando de ser útil, que como decía José Martí, el poeta cubano, «es la única forma de ser felices».
Aunque se llama Adolfo Taleno Mejía, todos lo conocen como Fito Pijudito y es una presencia activa por las universidades donde ha estudiado o trabaja. Graduado de sociología en la Universidad Centroamericana, Fito desanda otras veredas como comunicador, incluyendo su pasión por la radio y su afán como activista social, político y ecológico.
Fito tiene dos pasiones: la cultura y la política, en su visión del mundo ambas se entrelazan, pues creció en un momento de cambios intensos, y comprendió desde la universidad la importancia de conocer e interpretar la realidad política para poder cambiar las realidades negativas.
Junto a un equipo, Fito lidera la organización de eventos culturales como el Festival en homenaje a Sandino o el de Víctor Jara. Admite que no le gusta pedir apoyo a los políticos ni a la empresa privada y que cada evento es un reto imponente, donde al final prevalece la sinceridad de los músicos que se unen para convocar a esos festivales.
Fito se crió en las entrañas del barrio Villa Cuba Libre del Reparto Schick, donde entre batallas a pedradas de las pandillas e inmerso en organizar eventos para la pastoral, llegó a la UCA y fue la segunda persona de su barrio en estudiar en la universidad.
Sus excentricidades lo hacen único, parece un eterno joven que viste accesorios inusuales, ropas llamativas y exóticas. Este activista cultural asegura ser «un militante de varias causas, hay diferencias entre ellas, pero hay un fin común en ese sentido es sumar fuerzas, ganar voluntades».
Desde Cultura Quilombo, los festivales musicales, los concursos de artes plásticas, la lucha por el software libre, hasta la batalla por la diversidad de todo tipo, como forma de ser tolerantes y respetuosos de las personas, los espacios, los colores, Fito Pijudito anda enarbolando banderas de libertad y amor, para seguir nucleando gente con afanes comunes.
Ha vivido la violencia inútil de las pandillas de su barrio, pero ha visto la violencia necesaria cuando las batallas por el 6% universitario, donde vio morir a jóvenes estudiantes. Todos estos hechos han marcado su percepción de la vida, porque ha entendido el rostro de la violencia al verlo tan cerca y quiere contribuir a vivir en una sociedad más inclusiva y menos violenta.
Es probable que si andan por Managua, encuentren un día por sus calles a un personaje genuino, con intensos colores en su ropa, montando una bicicleta y susurrando alguna canción de Silvio, Víctor Jara o Mancotal, si lo ven, le pueden llamar y darle las gracias a Fito porque como él afirma: «vivimos en un mundo que no es el mejor de los mundos posibles, pero cada día que nos levantamos y salimos a dar pedales por Managua, sabemos que estamos haciendo un aporte para que sea al menos lo más cercano a esa realidad posible».
Escrito por Malva Izquierdo
Fotografía: Malva Izquierdo