Miguelo Soto cierra los ojos mientras en algún bar de Granada toca una canción tradicional de su país, México, con una especie de guitarra llamada jarana. Llegó a Nicaragua con la intención de viajar en la búsqueda de actividades culturales, primero pisó suelo esteliano y luego se dirigió a Granada. Soto ha hecho de todo, desde la música y la escultura, hasta la pintura y el teatro. Sin embargo, ahora se dedica casi a tiempo completo a trabajar con marionetas y su meta es dejar un grupo de titiriteros que puedan preservar este noble arte.
Salió de México en diciembre, llegó a Granada en enero y luego de ir y regresar de Costa Rica piensa quedarse en Nicaragua hasta agosto dando clases en la Escuela de Comedia y el Mimo en Granada. “Me pidieron quedarme a cargo de la escuela mientras el grupo estaba de gira por Europa, así que ahí doy clases gratuitas de lunes a viernes de 2 a 4 de la tarde. A veces enseño pintura, escultura, pero actualmente imparto clases de lectura, malabares, ajedrez y enseño a crear marionetas y trabajar con ellas”.
Su plazo se extendió de manera involuntaria y al pensarlo admite que Nicaragua lo ha atrapado, sobre todo porque “hay mucho por hacer en el país, culturalmente hablando y eso me motiva a querer hacer más, lo veo como un reto. Por eso me gustó Nicaragua, por las pocas posibilidades que hay para el arte, para los artistas es difícil, pero por eso mismo tenemos mayores posibilidades de innovar. Si no existen las cosas hay que crearlas”. Además hay un factor humano que le hace difícil pasar poco tiempo lejos y es el sentido de fraternidad que nota en la gente, “son amorosos, cálidos y abiertos con las personas que vienen de fuera”.
Ese incentivo, más el cariño de los nicaragüenses, hicieron que Miguelo volviera de Costa Rica hace un mes para darle mucho más impulso y fuerza a la escuela con un grupo de jóvenes que lo han tratado como parte de la familia. Actualmente vive en la escuela que se ubica en la famosa Casa de las Botellas. “Ahí tengo un vínculo especial, es como una residencia cultural”.
Su papá era pintor y lo llevó por el camino del arte desde muy joven, estudió antropología, pero es autodidacta en muchas cosas como hacer sus propias marionetas. Soto recuerda que la primera vez que vio a una persona usando un títere le despertó los sentidos artísticos, “iba caminando en la calle cuando lo vi, eso me hizo pensar en tantas cosas que podía hacer, es un trabajo muy integral artísticamente hablando, podía emplear pintura, artes plásticas, música, literatura y hasta malabares”.
Ahora ya es un trabajo que le llena totalmente, hace poco se presentó en el Festival Berrinche Ambiental en Granada y tuvo la oportunidad de hacer un trabajo donde se sentía muy cómodo, me aplaudieron, me hicieron sentir muy bien”. Ahora quiere retribuir un poco lo que ha sentido compartiendo su experiencia y lo que ha aprendido,“me interesa que los niños y jóvenes tengan posibilidades de hacer cosas nuevas, pero más que todo quiero formar titiriteros que puedan darle continuidad al trabajo”.
Fotografías cortesía de Glenn Solórzano
Miguelo es un chingonazo