Ellos convierten la energía que les caracteriza en un sonido potente y rítmico a través de sus manos. Cuando están en un escenario nuestro cuerpo se contorsiona involuntariamente, pues son los magos del movimiento, nos dirigen a su voluntad sin varita ni encantamiento y ante nuestra sorpresa, eso nos fascina ¡Conocelos!
YANDI
Yandi Fragela es un batero, percusionista, cantante y compositor cubano que vino enamorado a Nicaragua. “Yo entre al mundo de la música cubana, primero como cantante al inicio allá en el año 96, inicié cantando en un grupo de pop del barrio y ahí mientras ensayaba con ese grupo cada vez que teníamos un chance siempre me llamó la atención esto de la batería y la percusión”, cuenta Fragela.
Su pasión por la música es increíblemente versátil, amante de la percusión en todas sus expresiones, no solo en el rock, sino en los ritmos afroamericanos debido a la herencia de la percusión y sonidos en Cuba. Es por eso que formó parte de las bandas Zeus y Qva Libre, y con esta última grabó un tema llamado “No se vuelve atrás” para la película cubana muy famosa Habana Blues. También tuvo la oportunidad de viajar a Europa con William Vivanco para la presentación de su disco “El mundo está cambia´o”.
Ahora lo podés ver junto a Manifiesto Urbano, con quienes participó en el disco Amanecer grabando todas las baterías y percusiones. Cabe destacar que esta banda le abrió el concierto a Calle 13 en su último concierto en Nicaragua. Actualmente Yandi se encuentra grabando con LecheBurra, colabora con Perrozompopo, Chipi y Belén Cardenal. Trabajó en Contracorriente haciendo la música incidental para 9 capítulos de esta serie de Puntos de Encuentro. Agregado a esto, es el autor intelectual y organizador, junto a Ernesto Matute y Fabio Buitrago, del Festival Nacional de Bateristas y Percusionistas de Nicaragua.
OCARINA
Aunque a los 6 años se casó con la marimba, el romance eterno de María José Ocarina es la percusión. “Siempre andaba con baquetas tocando en el bus, o tocaba el tambor cuando salía la gigantona, siempre andaba con un tambor y cuando llegué a la universidad en la UAM, entré de lleno en el grupo musical en la percusión porque cuando se graduó el baterista yo lo sustituí, yo no sabía mucho, solo sabía cosas muy básicas, era muy empírica”.
Esta licenciada en administración turística cambió el rumbo de sus estudios para dedicarse de lleno a un instrumento concebido erróneamente “solo para varones”, María José se lamenta que en Nicaragua no existan actualmente muchas mujeres bateristas; “ Solo he visto una mujer baterista que ahora está en Costa Rica estudiando, y dicen que hay otra muchacha pero no la visto, no tengo muchos datos, ha habido mujeres bateristas en Nicaragua pero ahora no conozco muchas , a mí me encantaría ver más chavalas tocando batería”.
María José ha trabajado con grandes artistas nacionales e internacionales, ha representado a Nicaragua en varios lugares del mundo, y ha cultivado un espacio en los escenarios del país, es multifacética, lo mismo arremete con el jazz, el rock o con las baladas de Marta Baltodano o las inspiradas creaciones de Katia Cardenal, pero al final siempre retorna a sus raíces, al bailongo de las marimbas y los bailes tradicionales, hilvanando la fina cuerda del arte más auténtico al más elaborado diapasón de un jazz que ronronea en las escobillas de su batería.
MATUTE
A Ernesto López, Matute, recuerda que desde niño tuvo bastante sensibilidad hacia el tema ambiental y la música fue el conductor indicado. A los 5 años ya recibía clases de batería. A los 9 ya tocaba en un grupo llamado Letal junto a su hermano y desde entonces ha estado en distintas bandas como Vortex, Cargacerrada, Manet, etc. A partir de ahí ha experimentado con estilos alternativos y bohemios que lograron convertirlo en un músico polifacético e integral.
Una de las experiencias en las que el cuidado por nuestro planeta y la música se han visto envueltos en una sola vertiente fue cuando hizo una gira por México con una agrupación estadounidense llamada Ginger Ninjas. Ellos tienen un sistema de energía con dinamo que se genera con bicicletas, así logran mantener un buen sonido durante los conciertos, e incluso transportan todos los equipos e instrumentos a través de unas bicicletas especiales.
“Fue un desafío físico de mucha disciplina y a la vez una experiencia maravillosa, porque andar casi 800 km por México durante un mes y medio fue increíble. Además de que armábamos un concierto en los parques, universidades libres de cualquier energía convencional y eso hizo que uno de mis sueños sea traer esa agrupación aquí y hacer una de esas giras. Son cosas que van de la mano con ciertos valores de respeto al planeta, entre menor sea nuestro impacto sobre la tierra más estamos contribuyendo al desarrollo de las futuras generaciones”, afirma.
PRABHUPADA
Aunque su primer contacto con la música fue a través del piano, ahora con tan solo 18 años, Prabhupada Plazaola ya nos transmite el rítmico golpe de sus manos en cualquier tipo de percusión, desde la orquestal, la hindú y árabe, hasta la judía y afrolatina.
Sus raíces costeñas, su carismática personalidad y su nombre, que en sánscrito significa “a los pies del maestro”, lo hacen peculiar y genuino, pero cuando se desenvuelve en un escenario es totalmente inolvidable.
“Mi primer instrumento de percusión fue la mridanga, luego las tablas hindú. Entré muy pequeño a estudiar música por influencia de mis tíos que ya son músicos, Ramai Das y Edgard Gradiz. Toco congas, cajón peruano, timbales, bongoes, darbuka, djembe, tambourim brasileño, etc.”, comenta Plazaola.
Actualmente lo podemos ver en acción con Mafia Funk, aunque a veces es invitado de Garcín, Milly Majuc o en Areito. También entre varios proyectos por aparte, da clases de percusión en la Escuela de Marimba y Guitarra Flavio Galo.
“Me encanta lo que hago, vivo de lo que hago. Cada vez que estoy en el escenario me transformo, cierro los ojos y disfruto para sentir la música dentro de mí, por eso cada vez que toco y me escucho en grabaciones o videos me sorprendo y no recuerdo que haya sonado así, es que cuando toco me pierdo en la música y lo vivo”, expresa entusiasmado.
CAMILO
En 1997 Camilo Cuellar entró oficialmente a la música, primero con el clarinete, luego la kena y al final se enamoró de la percusión. “Siempre sentía una emoción por dentro cuando veía a los músicos tocar y mi papá compró unas congas cubanas y esas estaban ahí en la casa, no sabía para qué eran y en uno de los encuentros con los músicos uno de ellos las agarró y vi que para eso servían, eso fue como a los 7 años. Un día llegó Alejandro Mejía y también las tocó, fue ahí cuando me interesó mucho más”, expresa.
Acunado entre los títeres del Grupo Guachipilin, Cuellar siempre estuvo rodeado de arte y de música, pero fue a los 13 años que formó parte del grupo como músico, luego de estar detrás del telón manejando los títeres.
Es así como su aprendizaje transcurrió a través de la gran variedad de músicos que pasaron por el grupo y otra parte en las giras y cursos que tuvo en otros países como Cuba y Bolivia. “Vi un grupo de percusión en Bolivia y pensé que tenía que hacer algo similar aquí, entonces me concentré en consolidar un grupo de percusión con Aerito que ya existía desde el 2002 musicalizando las obras de Guachipilin con instrumentos andinos como charango y zampoña y clásicos como el violín, pero a mi regreso renació como un grupo únicamente de percusión”, comenta, no sin antes agregar que uno de los logros más grandes fue cuando con Areito viajó a España al festival de teatro clásico de Mérida musicalizando Andrómaca.
Escrito por Malva Izquierdo
Fotografía Malva Izquierdo
Cortesías: Ernesto López, María José Ocarina y Camilo Cuellar
Y los de los departamentos qué?
Hola Patricia,
Te invitamos a escribirnos a [email protected] con referencias sobre percusionistas que conozcas en los departamentos, para promover también su trabajo.
Saludos,