Cuando pensás en la palabra machista, ¿qué imagen viene a tu mente? ¿La de un hombre, verdad? Pero… ¿la mujer también puede ser machista? Siempre pensamos en los hombres machistas y no en nuestro rol como mujer en este sistema de machismo.
Creo que mi manera de ser feminista ha cambiado mucho durante el tiempo que llevo en Nicaragua, porque la necesidad de ser feminista es más grande aquí. Crecí en un ambiente en el que la mujer puede hacer lo que quiera. Mis padres nunca me dijeron que no podía lograr lo que quería; me apoyaron con mi educación y metas. También los roles tradicionales de género no fueron seguidos en mi casa. Cuando era niña, mi padre fue ama de casa y mi madre trabajaba. Entonces, en los Estados Unidos, cuando yo decía “soy feminista”, creo que tenía otro significado que cuando mis amigas nicaragüenses dicen “soy feminista”.
¿Por qué? Porque desafortunadamente, ellas han vivido en una cultura en que la mujer sí escucha “no, no podés” o eso implica que ella no tenga el mismo valor, ni las oportunidades de un hombre. Entonces, en estos meses que llevo en Nicaragua, me he dado cuento de cómo ha cambiado mi sentido de ser feminista.
Yo me considero una mujer feminista y una luchadora por los derechos de las mujeres. Cuando los hombres me acosan en la calle yo grito: “déjame en paz” (que normalmente tiene peor efectos, ¡pero intento!). Si alguien me dice: «sí, hombre», yo digo: no, «sí, mujer». Gracias a la cultura de organizaciones sin fines de lucro en Nicaragua que siempre hablo en los y las, todos y todas etc. Paso muchos de mis días en reuniones para mujeres, equidad de género y clases para empoderar a las mujeres. Soy feminista, creo en los derechos de las mujeres. Punto. ¿Verdad?
Una noche salí con un grupo de amigos/as y los hombres del grupo quisieron pagar por las vichas, y empezó una conversación sobre si el hombre latino es machista. Pues, normalmente ni modo, si vas a invitarme a algo dale pues! Si alguien se me acerca en un bar y me ofrece una cerveza, normalmente no voy a decir: no, no, yo voy pagar. Lo acepto gratuitamente y digo: gracias! Sin embargo, que el hombre pague es machista.
Entonces, eso me hace pensar en cómo como mujer me estoy involucrando y participando en el sistema del machismo. Hay aspectos de este sistema que aprovecho y disfruto sin pena, y sin pensar. Por ejemplo, cuando los hombres pagan por la cena o lo que sea. Si estoy tratando de bajar el precio de un taxi, uso mi pelo rubio. Si ando bonita, bien maquillada y alguien me acosa no estoy tan enojada, como cuando estoy con mi pelo en una cola y básicamente en pijamas para ir al mercado y los hombres en la esquina me gritan. Me gusta escuchar y cantar la música con palabras que son machistas. Cuando no tengo saldo en mi TUC, doy una mirada al conductor como que no sabía y me permite a pasar sin pagar.
¿Si acepto que un hombre me compre algo, estoy apoyando al machismo? ¿Está bien ser feminista sólo cuando te conviene? Es decir, ¿qué soy menos feminista porque aprovecho estas oportunidades del machismo? Si es algo como los derechos de la mujer, constantemente estoy de acuerdo, pero ¿qué pasa con estas pequeñas cosas que también son machistas y afectan los derechos de las mujeres? ¿Donde está la línea que define lo que está bien y lo que no está bien? Se me olvidó mi mapa de cómo manejar el machismo. Estas tradiciones, como que el hombre siempre paga, son parte del sistema del machismo. No son tan grandes como la violencia física, ni se piensa que contribuyan tanto a la desigualdad de género.
No tengo las respuestas a mis preguntas, ni sé si soy una feminista mala por aceptar vichas gratis de vez en cuando, sólo es algo que he estando pensando. Creo que, como mujeres debemos fijarnos en cómo nuestras acciones también tienen un rol en el machismo. Ahora, voy a estar más pendiente de las cosas pequeñas que hago que promueven machismo.
Al final, nosotras, las dos chicas, pagamos por las vichas este día.