Gay. Lesbiana. Trans. Travesti. Bisexual. Todas expresiones sexuales y todas expresiones de género, algunas personas las usamos con un sentido político, otras simplemente por oportunismo (en esta ocasión no hablaremos de eso) pero ¿Qué pasa con las personas que no quieren asumirse como tales? ¿Es posible vivir una sexualidad diferente sin tener necesariamente que optar por una de estas “etiquetas”?, suena complicado, lo sé, pero puede ser posible.
A pesar de que conocemos muchas personas que tienen gustos “diferentes” y que abiertamente pueden relacionarse con personas del mismo sexo, a esas mismas no les gusta reconocerse como lesbianas, gays o bisexuales, ¡que viva la modernidad sexual! En fin, el punto está en estar dispuestas/os a reconocer que sí se puede estar libre de “etiquetas”, pero que debemos reconocer que hay muchas otras personas que sí las asumimos.
Si bien es cierto que el asumirse como gay o lesbiana representa asumir luchas constantes frente a sistemas de opresión que sostienen el sistema patriarcal-heterosexual es importante poder reconocer, en este punto, que no asumir una de éstas “etiquetas” puede interpretarse como una posición acomodaticia, esto no es malo, por favor no se sientan acusados, pues cada quien elige cuándo asumirse o cuándo no asumirse, la sexualidad es personalísima, eso debemos tenerlo claro.
Personalmente nunca he tenido problemas con asumirme gay, tampoco me he sentido mal por ello nunca en mi loquísima vida, pero entiendo que hay contextos donde nombrarse como un hombre gay o una mujer lesbiana puede representar rechazo, discriminación o cosas peores. Quizá también el uso de las “etiquetas” puede estar vinculado a la homofobia interna, es decir, cómo luchar contra ideas sistémicas que a diario se posicionan en nuestro inconsciente y nos hacen clasificarnos entres “las locas” y “los gays normales”. Puede que vaya por ahí el asunto, aunque puede ir por muchos otros lados.
A pesar de que hay muchas maneras de expresar, vivir y politizar la sexualidad no quisiera dejar fuera a las personas que desde una vida sin “etiquetas” cuestionan sus sexualidades y que a pesar de ser disidentes sexuales respaldan políticamente las luchas LGBTI, entiendo también que existen personas que comprenden que para estar en el mundo no necesitan nombrarse de una u otra forma, eso es tan legítimo como una travesti marchando un 28 de junio por las calles de Managua. El error, creo, está en menospreciarnos por asumirnos como o no asumirnos como tales, la diversidad también debe abarcar estas dimensiones de las decisiones personales que, como bien sabemos, tienen que ver con la propia conciencia y el propio cuerpo, la sexualidad es personalísima.
Hablar de estos temas representa un reto enorme: ¿Cómo promover las libertades sexuales desde una posición pro etiquetas, pero que debe también luchar por las no etiquetas? ¡Vaya reto!, pero de eso se trata, de problematizar dando salidas lo más claras posibles para poder hacer fácil esto de reconocernos como seres sexuales diversos que construyen nuevas propuestas cada día.
Considero que más que nombrarnos gays, lesbianas, trans, bis o intersex detrás de las “etiquetas” existe un sentido de clasificación que nos coloca en una posición secundaria de la escala sexual social. Nuestro deseo entonces puede consistir en no tener que ser tratadas como personas “desviadas” de la sexualidad común; es decir, dejar de ser consideradas personas que salen de la norma y que por tanto sus prácticas cotidianas se vuelven ajenas a la rutina de la gente heterosexual (dizque la gran mayoría).
Algún día tendremos que dejar de usar las etiquetas, eso lo sé, estoy convencido de ello, pero mientras tanto algunas personas seguiremos nombrándonos de la manera en que nos nombramos para visibilizar estas sexualidades menospreciadas que tarde o temprano habrán alcanzado el sueño de no tener que nombrarse como colectivos LGBTI sino como personas libres de juntarse con quienes quieran.
Escrito por Elvis G. Salvatierra