Para empezar vamos a salir de esa idea sesgada de que el término homosexual también incluye la vivencia-experiencia de las lesbianas. Ya sabemos que si nos vamos a la raíz etimológica de la palabra homo, ésta significa igual y por tanto las personas que gustan de las personas de su mismo sexo son homosexuales; sin embargo, en un análisis más integral de la experiencia de las unas y los otros es cuando nos damos cuenta que hay que diferenciar para poder hablar de la situación de lesbianas y de homosexuales.
Pensar que el término homosexual abarca todas las expresiones y opciones de la diversidad sexual es invisibilizar la presencia de los otros cuerpos que forman parte de la sigla LGBTI, pero también es reforzar en el imaginario social los falsos universales como: la idea de que el hombre es por excelencia el centro de todo.
Pero, vamos a dejar para otra ocasión lo de las diferenciaciones de términos, y vamos a ir a lo que nos convoca hoy: qué es lo que pueden hacer dos mujeres en la cama, se pregunta mucha gente. Y verdaderamente, no es asunto tuyo ni asunto mío, sino asunto de ellas dos.
El lesbianismo ha sido un tema casi inexistente dentro del movimiento por la diversidad sexual, pero también dentro del feminismo ¿acaso las lesbianas no son aliadas en la transformación de la idea de la heterosexualidad como sistema de opresión? ¡Hay que ver!
Indudablemente la lesbofobia al igual que la homofobia es dañina, sin embargo en la vivencia de la primera la situación se torna más nociva en cuanto a la discriminación por género, las lesbianas no solamente sufren por ser lesbianas, sino también por ser mujeres. En este sentido en la experiencia lésbica, las mujeres que disfrutan del cuerpo de otra mujer, están sometidas a constantes críticas porque la sociedad espera de las mujeres hijos/as, personas dispuestas a complacer a otros hombres y/o al servicio de la comunidad en general.
Efectivamente hay lesbianas que rompen con esos mandatos socioculturales del género y hay otras que los llevan a término en alguna etapa de sus vidas. Las mujeres lesbianas son muy diferentes entre sí: las hay gordas, flacas, femeninas, un poco “masculinas”, de pelo largo, corto, de tacón, de tenis, estudiadas y no estudiadas, fieles y como algunas las llaman “lesbipromiscuas”.
Imaginar una relación erótica afectiva sin la presencia de un pene es algo aborrecido en nuestra sociedad, y es que el pene se ha posicionado como el instrumento ideal para poder llevar a cabo un acto sexual, la experiencia lésbica en realidad nos muestra que el cuerpo es más que un acto de penetrador-penetrado y que es posible la experiencia de la sexualidad y el erotismo de una manera “desmembrada”.
Una compañera mía suele decir: ¿será que las lesbianas son marcianas o solamente lesbianas? Desconozco en realidad si tienen contacto con las marcianas, pero lo que sí deben tener claro es que existe un motivo para mostrarse rebeldes, para visibilizarse como personas dignas de ser reconocidas en la sociedad, para poder afirmar a todo pulmón que su objeto de deseo es otra mujer.
Mostrarse rebelde por el derecho a ser tractoras, tortilleras, cochonas, marimachas, tomboios, chupamangos, machorras, tortilleras porque como dice la consigna: ¡lesbianas somos, lesbianas seremos y en el armario no nos quedaremos!
Fomentar el respeto a las mujeres lesbianas dentro y fuera de la comunidad LGBTI es también disminuir las brechas de género en la sociedad, la condición de género es la misma, lo único que cambia es el objeto de deseo.
SILABAS
Penumbra,
reptil oscilante mi lengua
en la curva de tu cuello,
tus hombros redondos,
tus senos turgentes,
tu ombligo rotundo.
Se detiene en tu delta
de negra alfombra,
labios contra labios,
lava enardecida,
mordida a la uva de la discordia.
Y tu poblando el aire con sílabas poéticas:
¡AH!
¡AH!
¡SI!
¡SI!
Silvia Matus Avelar, El Salvador (1950)
Escrito por Elvis G. Salvatierra
muy buena, Elvis! Gracias por siempre aportar con tus ideas al diálogo de esta que es nuestra rebeldía del día a día! Creo que hay mucho que plantearnos sobre los feminismos y la diversidad desde nuestros cuerpos, de dónde parte esta rebeldía y hacia dónde queremos llevarla. Me fascina pensar que tan solo el hecho de diferenciar términos entre lesbiana y homosexual ya se ha logrado mucho en este país. Todavía recuerdo que «hace poco» (antes del 2008) ser homosexual era delito y podías ir a la carcel por 1 a 3 años. En esa época oscura (en mi experiencia personal tipo 2002/2003) ni manejaba por qué debía ocultarlo, si por tu familia, la sociedad (amigxs, compas de cole, profesores, etc.) o la ley… solamente era algo que no se hablaba, no se tocaba. Desde ese tiempo hasta estos días, mirá por dónde andamos! Me alegra muchísimo leerte!