En el año 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 22 de marzo como Día Mundial del Agua, con el fin de concientizar sobre la importancia de este vital líquido, así como la urgente necesidad de su preservación. Son muchas las regiones del mundo en las que el acceso a fuentes de agua potable se ha convertido en todo un privilegio. Y no hace falta ir tan lejos; en Nicaragua la escasez de agua es cada vez más latente, como consecuencia de la deforestación.
Sin embargo, las causas de esta problemática van aún más allá de lo que se cree; el ser humano no consume agua únicamente al beberla, al bañarse, o al regar. ¿Sabés, por ejemplo, cuánta agua se necesita para producir una hamburguesa? Nada más y nada menos que 2,400 litros. A esto se le conoce como agua virtual, que es la cantidad de agua que se requiere para la elaboración, empaque y transporte de un bien o producto, sea este agrícola o industrial.
Por ello, debemos tomar mayores acciones respecto al uso indirecto del agua para que el ahorro sea realmente mayor, porque cerrar el grifo es importante, pero no es suficiente, pues el agua que utilizamos para las actividades domésticas representa tan solo el 4% del agua utilizada en las actividades diarias en general.
Hagamos un breve paréntesis para la reflexión, ¿es acaso ignorancia por parte de quienes promueven el ahorro del agua, apuntar con el dedo acusador solamente a los delpifarros en el hogar, pero no señalar ni dar a conocer si quiera en esas campañas de concientización sobre el concepto de huella hídrica (HH)?
La huella hídrica se refiere al agua que utilizamos para actividades, alterando así el ciclo del agua en el planeta. Este término es aplicable cuando el agua se usa para la producción o al consumo (producto, regiones, organizaciones X, empresas, etc).
Para que tengás una idea de cuánta agua podés llegar a consumir en un día, he aquí unos ejemplos de la cantidad utilizada en la producción de la industria alimenticia:
1 papa (100 g): 25 litros
1 manzana (100 g): 70 litros
1 tomate (70 g): 13 litros
1 naranja (100 g): 50 litros
1 rebanada de pan (30 g): 40 litros
1 rebanada de pan (30 g) con queso (10 g): 90 litros
1 huevo (40 g): 135 litros
1 bolsa de papas fritas (200 g): 185 litros
1 hamburguesa (150 g): 2 mil 400 litros
1 vaso de cerveza (250 ml): 75 litros
1 vaso de leche (200 ml): 200 litros
1 taza de té (250 ml): 35 litros
1 copa de vino (125 ml): 120 litros
1 vaso de jugo de manzana (200 ml): 190 litros
1 vaso de jugo de naranja (200 ml): 170 litros
1 par de zapatos (piel de bovino): 8 mil litros
1 hoja de papel A4 (80 g/m2): 10 litros
1 microchip (2 g): 32 litros
Hablando desde nuestro contexto, en una Nicaragua en vías de desarrollo, el uso ineficiente del vital líquido y las condiciones climáticas desfavorables para el cultivo han conllevado a un gasto cada vez mayor del agua. Según un estudio realizado sobre la huella hídrica en la producción láctea en fincas de Jinotega y Matiguás, para poder producir un litro de leche se emplean más de 1000 litros de agua. Estos resultados coinciden con datos calculados por la Unesco, que indican en por cada litro de leche se necesitan entre 800 a 1800 litros de agua.
Dicho todo esto, es necesario que como sociedad empecemos a tomar acciones que permitan una mejor gestión del agua, informarnos sobre los niveles de consumo diario y valorar este recurso hídrico, cuya escasez será, en un futuro no tan lejano, la causa principal de los conflictos mundiales. El agua es indispensable para la vida, hagamos de su cuido un hábito.
Escrito por Diana Espino y Daisy Largaespada