Escrito por B’alam Waykan García
Habitamos un mundo interconectado, sin embargo, persisten brechas diseñadas para obligarnos a pensarnos en soledad y de manera estática.
Las piezas visuales de artistas centroamericanos como Diego Ixtamer (Guatemala) y Carlos Barberena (Nicaragua) buscan romper justamente con esa visión individualista. No solo al rescatar la identidad dentro y fuera de Centroamérica, sino también con la representación de las resistencias de comunidades históricamente vulneradas.
«…lo primero que vi al nacer
fueron los ojos color de tierra
de mi madre, luego
la tierra de las montañas».
—Humberto Ak’abal
El arte que nace en comunidades vulneradas se erige como un método de colectivización de historias, para la reivindicación de resistencias tan vigentes como la vida misma.
Diego Ixtamer, originario de San Juan la Laguna, Guatemala. Es un pintor, y artista contemporáneo que, a través de la creación visual se enlaza con la realidad de su comunidad maya-Tz’utujil, en donde su accionar creativo conecta y se vincula con otras formas de organización comunitaria para la creación de perspectivas históricas propias.
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En la obra Despojo (2024), utiliza patrones gráficos que representan al ser humano, resultado de la ancestralidad maya, en un textil tradicional de su comunidad.
El tejido es una amalgama de hilos en telar de cintura en colaboración con su madre, el cual es intervenido y reinterpretado mediante el uso de acrílico para representar a un grupo de personas en proceso de desplazamiento.
Una pieza de madera labrada en forma de fusil atraviesa el textil, llevando consigo los vestigios de esa humanidad, que ahora se encuentra en movimiento, como referencia crítica a los procesos de migración forzada de comunidades indígenas y empobrecidas durante el conflicto armado de Guatemala.
A través de Despojo, Diego genera una relación atemporal entre textil y técnica pictórica inseparable de la cotidianidad contemporánea Tz’utujil.
El poeta maya Humberto Ak’ab’al aborda este vínculo entre creación y cosmovisión en su poesía, al describir procesos de resistencia indígena en donde la belleza de lo cotidiano se vuelve un reflejo de la subsistencia de los mundos mayas.
Diego lo menciona como referente pues en sus escritos “nos recuerda a escuchar y acuerpar la colectividad y lo colectivo”, premisa que es explorada en sus creaciones artísticas.
Formas de resistencia colectiva
La articulación comunitaria ha sido fundamental para sostener actos colectivos que protejan los territorios históricamente indígenas en Guatemala.
Ixtamer ilustra esta fuerza conjunta en la obra Kamoon en la Ruta Interamericana (2024) en donde tortillas de maíz. de varios colores son pintadas por él sobre un textil tejido de manera manual.
La obra recrea una de las carreteras más importantes del país, dando una continuidad a un proceso social que se cuenta desde una perspectiva indígena capaz de confrontar la acción del Estado.
Gladys Tzul Tzul, investigadora maya K’iche’ considera a estas otras formas de resistencia como parte de la comunalidad indígena que “por siglos, ha creado una arquitectura-sistema político comunal que defiende, recupera y gobierna sus tierras comunales y bienes comunes”. Así, la vida se defiende a través de la creación y organización política en comunidad.
“Este es un trabajo pictórico que no hubiera podido ser realizado sin el ejercicio textil familiar, en donde el tejido es un ser completo, en donde cada pieza y cada herramienta tiene un nombre y una función, como cada individuo en la sociedad”, explica Ixtamer.
Un reflejo de la memoria de la organización familiar y comunitaria que ha permitido la movilización para la liberación de varios pueblos, artistas, colectivos e individuos en el país.
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Las piezas que se convierten en testimonios de resistencia tienen la capacidad de generar narrativas que inciden directamente con la historia y el quehacer comunitario
Así como transformar nociones racistas y paternalistas de mundos que objetivizan las vivencias indígenas y de otros grupos vulnerables.
“Las imágenes nos ofrecen interpretaciones y narrativas sociales, que desde siglos precoloniales iluminan este trasfondo social y nos ofrecen perspectivas de comprensión crítica de la realidad”, Silvia Rivera Cusicanqui, feminista y socióloga boliviana, en su interpretación de la sociología de las imágenes, Ch’ixinakax utxiwa: una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores.
Esta potestad autónoma de dibujar nuevas historias continúa siendo una manera de resguardar conocimientos y vivencias críticas, que confrontan los procesos coloniales y dominantes que aún atraviesan nuestra región.
La vida que se dibuja a pesar de las fronteras
“A mí no me hubieran puesto pies sino alas”.
—Humberto Ak’abal
Tzul Tzul agrega que esta capacidad organizativa y política comunitaria de sociedades indígenas también migra cuando los individuos migran, no es sorpresa que las maneras de creación se vuelvan a reproducir fuera de límites geográficos diseñados por occidente.
Carlos Barberena es un artista visual nicaragüense que radica en la ciudad de Chicago, Estados Unidos.
A través de su gráfica retrata las vivencias de las diásporas latinoamericanas en ese país y las injusticias sociales que las fuerzas estatales aplican sobre los cuerpos indígenas, negros y de color.
Es así como el grabado en el que se ha especializado reproduce rostros, figuras y símbolos que hablan de revolución, justicia racial, justicia climática, represión y esperanza.
De esta manera su experiencia personal como “migrante” en ese territorio se vuelve un acto compartido, que lleva a sus mismos vecinos a utilizar su arte gráfico como un identificador de luchas comunitarias.
Barberena logra crear un vínculo para la dignificación de la vida y el trabajo en su barrio, donde la mayoría de las personas que viven ahí tienen orígenes latinoamericanos.
En la serie grafica Esencial, los rostros de trabajadores del campo que mantienen la agricultura en Estados Unidos aparecen retratados en su cotidianidad.
Embellecidos por patrones florales que acentúan los mensajes inscritos en estas composiciones, que retan las divisiones entre lo legal y lo ilegal definido por el imperialismo fronterizo.
Construcción de tejidos comunitarios
El respaldo popular y la divulgación del arte son clave para seguir creando y resistiendo fuera del país de origen.
Es por eso que Carlos Barberena participa activamente como instructor en el taller de grabado Bandolero Press, donde las artes gráficas sirven como medio de divulgación de problemáticas locales que repercuten más allá de las fronteras.
Como resultado, esta socialización se vuelve un medio de reproducción de tejidos comunitarios dentro de una sociedad construida en lo individual.
“Una creación artística que ha llegado a la calle, ya no le pertenece al autor, porque la gente puede identificar su realidad de manera personal con lo que observa”, comenta Carlos Barberena.
Esta apropiación que hacen las comunidades migrantes del trabajo de Barberena no es más que el reconocimiento del individuo como parte de un grupo social que ha sido históricamente criminalizado por el simple hecho de buscar vida a través de la movilidad.
“Los migrantes, particularmente quienes no portan documentos y quienes buscan asilo de manera no regulada, son castigados, arrestados y deportados por el hecho de migrar -así- los regímenes de detención migrante son componentes clave en la construcción del estado occidental para la aplicación constitutiva de controles fronterizos”, explica Walia Harsha, activista y escritora.
Es así como representar a través del arte las resistencias colectivas que conforman el tejido social de nuestros países, tanto en los grabados de Barberena como en las pinturas de Ixtamer, significa revelarse a los límites físicos dentro y fuera de Latinoamérica, uniendo aquello que el Estado desea separado y conectando realidades que tienen puntos de contacto entre sí.