Resistimos porque existimos
Y denunciamos para resistir;
Por las que todavía callan
Por las que aún no lo nombran
Por las que ya no pueden protestar
Y por las que tienen miedo.
Ante el abuso sistémico
Lucha transgeneracional e interseccional.
Soy sobreviviente de abuso sexual, lo digo fuerte y alto, porque no me da miedo, porque no me avergüenza, porque no hay otra forma de decirlo, porque soy mujer y sé lo que conlleva vivir con los prejuicios por condición de género.
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Antes de abordar lo que hoy quiero compartir solo quiero dejarles saber que YO LES CREO, sin dudar de las circunstancias en qué sucedió, de quién perpetuó el asalto, “ni dónde estaban ni como vestían”.
Es por eso que al escribir esto siento que cuento la historia de muchas, que en silencio han reprimido el asalto más incalculable a su dignidad humana: el abuso a sus cuerpos sin consentimiento.
Con estas palabras abro el artículo en el que me propongo a abordar el abuso sexual desde una perspectiva de autocuido y recuperación, basado en parte sobre mis propias experiencias, pero también en las historias de otras mujeres que han resonado en mí y en cada consejo/sugerencia que ha llegado a mí para superar este trauma.
No hay fórmulas mágicas
A pesar que muchas compartimos el mismo agravio, la historia no es igual y cada mujer la vive y resiste a su manera, por eso es importante aclarar que para superar un abuso sexual no hay fórmulas mágicas, sino diferentes caminos que cada una de nosotras recorre y decide quedarse con aquel que dé mejores resultados.
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No pretendo ahondar en cómo fue mi abuso porque lo que realmente quiero es compartirles cómo cuido de mí misma después de que mi cuerpo se convierte en mi peor enemigo, en ese recordatorio constante de lo sucedido y “el culpable” de lo que sucedió.
Una posición proactiva
El abuso sexual desata en la persona un sinnúmero de síntomas, cambios y trastornos, entre ellos: insomnio, ansiedad, depresión, y en definitiva decir que tomar una posición proactiva justo depués del abuso no es realista, porque el cuerpo se resiente, nuestro sistema lo procesa, a su manera, y desde nuestra propia realidad tratamos de entender lo qué sucedió y no morir en el intento.
Sin embargo, creo firmemente que en medio de toda esa situación, al tiempo de cada una, podemos colocarnos a nosotras mismas como las únicas dueñas y arquitectas de nuestro futuro. Ya nos han pisoteado y victimizado demasiado como para permitir que también nos arrebaten nuestro proceso de recuperación.
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Sé que no todas las historias son iguales y que influyen factores como el nivel de escolaridad, el nivel socioeconómico, la estructura familiar, etc. y en esos casos la impotencia crece en mí porque sé, por ejemplo, que una niña abusada en una comunidad rural tiene menos probabilidades de salir de la situación que otras personas.
No obstante, nuestra lucha por las demás comienza por nuestra propia lucha, porque no podemos ayudar o hacer algo al respecto por otras personas cuando no hemos trabajado en nosotras mismas.
Por ende, para mi la proactividad comienza desde que tomamos conciencia de lo sucedido y buscamos darle nombre. No se puede cambiar una situación que no se reconoce, sé que cuesta.
A mí me llevó nueve meses y es la fecha y las palabras aún se me atoran en la garganta, pero nombrarlo para mí se ha vuelto incluso en una forma de resistencia, donde rompo con ese silencio heredado de generaciones anteriores.
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Y eso también es parte del proceso de autocuido, romper con el silencio, interiorizar que guardarme la historia alimenta el trauma y por eso es necesario hablarlo, contarlo, escribirlo, pintarlo; lo que sea, pero sacarlo.
NO ES TU CULPA
Va a leerse trillado, pero es necesario recordarle a todas que NO ES NI FUE SU CULPA, autocuido es reconocer cuál fue nuestra posición en el abuso sexual y no desquitarnos con nuestro cuerpo una injusticia que viene desde el patriarcado y el machismo.
No es solo por cómo nos vemos sino por cómo históricamente hemos sido consideradas por la sociedad. La violencia es sistémica, esto quiere decir que no es un hecho aislado a nuestro contexto social y político.
Al contrario, estos últimos han influido y siguen influyendo en la forma que la violencia de género es gestionada desde las esferas más pequeñas hasta las más altas.
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La violencia traspasa generaciones y aunque el mundo entero se empeñe en hacernos creer que la culpa es de la transgredida, esto se ha venido gestando a nivel de país y mundial.
Autocuido es no culparnos por no ser quienes solíamos ser antes de que nos sucediera, por haber cambiado y observar desmejoras, por no estar haciendo lo suficiente, por no estar dando el 100% en todo, porque quizá en este momento mi 50% es mi 100% y eso es suficiente.
Autocuido es empoderarnos de la palabra y denunciar que esto que nos sucedió no está bien, aunque no todas las personas nos crean, nosotras sabemos que sucedió, sabemos que nos afecta, que estamos luchando y por ende no podemos darle a nadie el poder de poner en duda nuestra batalla. Duele que no nos crean cuando viene de alguien que queremos, pero el autocuido se trata de velar primero por nosotras para preocuparnos después por lo que diga o haga el resto.
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Autocuido es informarnos, aunque es doloroso leer sobre esto y escuchar historias de abuso, es necesario que busquemos información sobre las reacciones, consecuencias y formas de salir adelante después de vivir un abuso, porque el conocimiento es poder.
Autocuido es tratarnos con paciencia, con amor, dándole lugar a todas esas emociones que nos embargan, a llorar cuando sentimos la necesidad, a decir NO a personas, momentos, lugares y cosas, a tomar las medidas que tengan que tomarse para estar mejor.
Autocuido comienza por reconocer que al final del día somos nosotras quienes tenemos la principal responsabilidad de permitir si esto definirá por nosotras el resto de nuestras vidas; muchas veces no podemos controlar lo que nos sucede, pero confío plenamente en que somos capaces de controlar y cambiar dentro de toda la dificultad, el cómo nos afecta algo a largo plazo.
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Ya sabemos que nos dicen víctimas o que somos sobrevivientes de abuso, pero no pongamos más palabras pesadas sobre nosotras, y en lugar de buscar solo consuelo, también busquemos aliento de personas que nos motiven a superarnos y a tomar acción para recuperar nuestra dignidad humana, para reivindicar nuestro derecho al afecto honesto, para restablecer en nosotras una fuerte autoestima, para recuperar esos valores que sentimos haber perdido después de sobrevivir un abuso sexual.
Ashley ha sido la psicóloga que me está acompañando en este proceso, de sus terapias emanan en parte estas palabras sobre autocuido, y más que palabras, pensamientos en acción.
Busquemos ayuda psicológica cuando sintamos que el problema se vuelve insostenible, nunca es tarde para hablar y jamás debe ser motivo de vergüenza.