Celeste Canales es una joven apasionada por la danza folclórica, solo es cuestión de que suene una marimba para que su cuerpo se contonee involuntariamente al compás de la melodía.
Cuando Celeste estaba en secundaria se dio cuenta de cuánta satisfacción le daba bailar en el grupo de la escuela, iba a los ensayos con mucho ánimo y practicaba con entrega y determinación. Tanto así que su profesora de danza una vez le dijo: «vos tenés madera para macehuala«.
Años después, la vida y sus vueltas le permitió entrar a ese grupo de danza tantas veces mencionado en su adolescencia: Macehuatl.
Lo que me encanta es ese son de marimba que me retumba en la sangre cuando lo escucho, me hace sonreír, me da felicidad. La alegría que te puede transmitir, la esencia de nuestra cultura trasmitida en la música y el baile, no se (risas) ENERGÍA, ESO ES, ENERGÍA, jolgorio», expresa entusiasmada.
Su primera influencia artística fue a través del Teatro de Títeres Guachipilín, pues su papá solía llevarla a ver las presentaciones, Florentino bailando Palo de Mayo marcó su infancia mientras le transmitía todo un gusto y gozo por aprender más de la vida cultural nicaragüense y ser parte de ella.
Sin embargo, su mayor inspiración ha sido la música revolucionaria, creció escuchando estas canciones sobre la revolución popular sandinista y eso influyó en su pasión.
«Mi papá me ha transmitido a cada minuto de su vida la mística y la causa que provocó aquella lucha, entonces cada vez que interpreto El Nacimiento, siento la lucha de la que mi padre fue parte, siento esa Historia que él me transmitió, siento que la bailo para él».
Es por eso que las letras de las canciones de Carlos Mejía Godoy hacen que baile con mucho más entusiasmo, «sus metáforas y comparaciones de la naturaleza con la belleza natural de las mujeres y su país siempre me resultó fascinante al oído, la idea de bailar mientras él canta es simplemente inexplicable», agrega.
No hay personas arrítmicas
Entre los planes a futuro Celeste quiere aprender otro idioma y sacar una especialidad en Ingeniería Civil, su carrera profesional, aunque por su mente nunca pasa dejar de bailar, ya que es su mayor motivación.
De sus logros como bailarina está el hecho de que se siente más segura y concentrada en el escenario: «Ya no soy tan arrítmica como antes, al bailar soy bien emocional, cuando empecé tenía un problema bien marcado y era que perdía el ritmo, aunque yo me sentía que iba regia (risas). No te digo que todavía no se me dispara cuando bailo, pero con habilidad el oído ya esta bastante más diestro. Una vez escuche a un bailarín que decia que no hay personas arrítmicas, sino que cada uno tiene un ritmo distinto, eso para mi fue un enorme consuelo», expresa entre risas.
Un recuerdo memorable que tiene en el escenario fue cuando en una presentación se le cayó el canasto con el que iba bailando y tuvo un momento de estrés mezclado con aprendizaje y crecimiento. «Yo sentía que todo por lo que había trabajado en los ensayos se había acabado, mientras seguía bailando se me salieron un par de lágrimas, apenas vi la oportunidad para recoger el canasto lo hice y el público me aplaudía, fue una mezcla de felicidad y satisfacción».
Celeste considera que la danza folclórica es una de las tantas manifestaciones culturales que nutren e identifican a la sociedad nicaragüense. No solo debe rescatarse sino también mantenerse y apropiarse de los espacios culturales, pues una persona que no abraza su propia cultura, es un eslabón perdido, «un ciudadano incompleto».
«Los chavalos y chavalas desde las escuelas deben de saber y conocer la riqueza cultural de su país, a medida que la niñez y la juventud asuma nuestra identidad y cultura, seremos ciudadanos más conscientes de nuestro alrededor y nos identificaremos con las carencias y el contexto sociocultural. Entonces eso nos nutre como país porque nadie es ajeno a lo suyo».
Dicen que la felicidad es difícil de encontrarla, pero qué te digo (risas) yo la siento cada vez que bailo».
Para ella cada público es diferente, disfrutan y les gusta lo que ven, pero de maneras distintas. Sin embargo, ha notado que la gente que disfruta más de la cultura del país es usualmente la más humilde, «vieras qué lindos que son, qué calor el que te dan como artista, desde que te ven y empezás, se emocionan y te tienen un agradecimiento inexplicable, siento que son públicos más activos», puntualiza.
Fotografía cortesía de David Sánchez