Perrault nace en París un 12 de enero de 1628. Muere el 16 de mayo de 1703. Aunque se desempeñó la mayoría de su vida en cargos gubernamentales en Francia, es más recordado por trasladar de la cultura oral a la escrita, cuentos clásicos como: ‘Piel de asno’, ‘Barba Azul’, ‘Pulgarcito’, ‘La Cenicienta’, ‘La Bella Durmiente’ y ‘Caperucita Roja’. La mayoría de estos cuentos están recopilados en ‘Cuentos de Mamá Gansa’ (1697).
Los cuentos de Perrault solían terminar con una moraleja. En el caso de ‘Caperucita Roja’, es la siguiente:
“Vemos aquí que los niños -y sobre todo las niñas bonitas, elegantes y graciosas- proceden mal al escuchar a cualquiera, y que no es nada extraño que el lobo se coma a tantos. Digo el lobo, pero no todos los lobos son de la misma calaña. Los hay de moda, los dulces, que no hacen ruido ni parecen feroces o malvados y que, mansos, complacientes y suaves, siguen a las tiernas doncellas hasta las casas y las callejuelas. ¡Y ay de quien no sabe que estos melosos lobos son, entre todos los lobos, los más peligrosos!”
Esta moraleja pide al pequeño lector aprender a desconfiar de los predadores que fácilmente pueden parecer amigos dóciles. Se puede entender (también) un énfasis por resaltar la delicadeza y vulnerabilidad de las niñas (y mujeres en general), quienes deben cuidarse de hombres con malas intenciones y que puedan atentar contra su buena reputación.
‘Caperucita Roja’ es uno de los cuentos de hadas más conocidos y a su vez, más interpretados. En ‘El significado oculto y el cuento interior: Deconstrucción en la interpretación de cuentos de hadas’ de Perry Nodelman, se nos explica lo siguiente:
Perrault lo cuenta (Caperucita Roja) como una parábola moral que pretende enseñar a los niños que la ingenuidad es castigada. Perrault no introduce advertencias de parte de los adultos ni rescata a la abuela y a Caperucita, quienes rotundamente mueren en las fauces del lobo. Son los hermanos Grimm (un siglo después) quienes optan por otro tipo de mensaje: los niños deben escuchar a los mayores. En su versión se introducen las advertencias de parte de la madre de Caperucita, sobre el lobo. Además hay otro cambio: el final. Caperucita y la abuela son rescatadas. Un final más esperanzador pero (también) demasiado complaciente.
Los cuentos de hadas, en su mayoría, vienen de la tradición oral y a como dice A. K. Ramanujan: “Aunque las estructuras típicas son comunes, el cuento como tal tiene diferentes significados en diferentes culturas, épocas y medios de expresión”.
Conforme las lecturas (sobre esta obra) evolucionan, también lo hacen sus versiones, que intentan responder a las nuevas inquietudes y contextos sociales. Cito sólo algunas interpretaciones y espero que estos ejemplos resulten ser los más emblemáticos de las diferentes “soluciones” que la obra ha tenido, de parte de otros autores:
‘Caperucita Roja’ de Gabriela Mistral, y con ilustraciones de Paloma Valdivia, opta por agudizar el triste final. Mistral pretende mostrar la crueldad tal y como es, de manera poética pero sin miramientos.
En ‘Una Caperucita Roja’ de Marjolaine Leray, se nos propone ubicar al lobo como “el cazador cazado”. Vemos a una Caperucita para nada ingenua y con la capacidad de asumir el control de la situación.
Por otro lado Roald Dahl con ‘Caperucita Roja y el lobo’ (parte del libro ‘Cuentos en verso para niños perversos’) y con Ilustraciones de Quentin Blake, nos muestra a un lobo malvado pero tonto, víctima de una Caperucita de armas tomar (literalmente) y que no siente remordimiento alguno al lucir su nuevo abrigo hecho de piel de lobo.