Veinte años después de aquel día a inicios de la década de los 2000, Ch’umilkaj recuerda los rostros de sus vecinos en Comalapa cuando gracias a la gestión y lucha de la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua), se inició el proceso de exhumaciones en el destacamento de San Juan de Comalapa, donde encontrarían más de 200 cuerpos de desaparecidos durante la dictadura militar.
Ch’umilkaj recuerda que en lo cotidiano se hablaba de esto, miraba el llanto de varias familias, vecinos, que podían encontrar a sus familiares en esas fosas. Su madre los llevó a ella y a sus hermanos, no para asustarlos, sino como una forma de reencontrarlos con su propia historia.
«Para enseñarnos que el compromiso de poder sanar todo ese dolor era responsabilidad de todos nosotros. Nos contaron que ellos y otros sobrevivieron porque huyeron, porque se refugiaron y que retornar a Comalapa era esa forma de acuerpar y seguir reivindicando, de levantarnos y no dejar que se vuelvan a cometer esos crímenes», cuenta la cantautora kaqchikel.
De esa experiencia y las vivencias en su comunidad, asegura ha podido entender la complejidad de la historia de su pueblo y como a través del arte se puede encontrar resiliencia, sanar y hablar de lo que pasó para que no sucedan nuevamente.
Ch’umilkaj Curruchiche Nicho es una cantautora kaqchikel, originaria de Chixot, Comalapa, Guatemala. Es docente, artista, gestora cultural, activista y cantautora conocida como Ch’umilkaj. Hace más de una década que canta canciones en esta lengua maya, melodías que han sido usadas para acompañar y acuerpar a las comunidades indígenas que a día de hoy, continúan exigiendo el esclarecimiento de la verdad, la justicia, reparación y no repetición de los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Guatemala durante los años 80.
Pero no significa que su música sea triste o melancólica y mucho menos folclórica. La cantante pop tiene canciones alegres donde mezcla elementos propios de la cultura kaqchikel.
Cerca de sus raíces
Ch’umilkaj creció rodeada de arte. En su familia hay artistas tejedoras que reinvindican con sus manos su cultura. Su madre, es pintora y desde pequeña la motivó a aprender la lengua kaqchikel, cantándole en esa lengua para que poco a poco pudiera aprender palabras, en una especie de juego donde la música ha tenido un rol importante en su vida y en su forma de comunicarse.
«Hubo un gran lapso de la historia donde a través de la educación se promovió despojarnos del idioma, entonces también esa búsqueda por recuperar el idioma y poder dignificarlo. Mi madre como pedagoga ha impulsado iniciativas para la promoción y fortalecimiento de la educación bilingüe y ella hizo varias formas didácticas para recuperar el idioma a través del arte», comenta.
Sin embargo, compartir su música no fue tan sencillo al inicio. Cuando estudiaba en la ciudad, escribía canciones en su idioma como forma de combatir la nostalgia de su tierra. Tenía mucho miedo de compartirlas y ser víctima del racismo, de ser objeto de burlas por intentar ocupar un espacio que para algunos una mujer indígena no merece. El apoyo de su familia y amigos fue clave para que en 2012, se animara a participar en un concierto que promovía el intercambio cultural con otros pueblos.
«Ese impulso me ayudó a subirme al escenario y cuando estaba ahí vi que había mucha gente que estaba conmovida al escucharme cantar, creo que eso fue algo que me ayudó a romper el miedo y decir ‘también tengo derecho de hacerlo’. Entendí que el subirme a un escenario y posicionarme en distintos espacios cantando en mi idioma para mí es también un acto político», advierte.
Romper esquemas
Poco antes de finalizar el Magistario, Ch’umilkaj recuerda que debían organizar un coro y ella sugirió cantar en su idioma. La propuesta no fue bien vista por sus compañeros, quienes incluso dijeron que la idea les daba asco.
«Me afectó en ese momento, pero al final, decidí cantar así fuera con dos, tres personas que se sientan felices de cantar en mi idioma. De a poco se fueron sumando y fue también un poco crear cambios dentro del contexto en el que me encontraba como estudiante y como mujer y poder también romper esos esquemas dentro de una música occidental», recuerda.
A partir de ahí empezó a ganar seguridad. Una vez graduada, empezó a trabajar con niños y jóvenes en su comunidad a quienes cantaba canciones en su idioma. La voz se corrió en pueblos vecinos y de pronto la invitaban a festivales dentro y fuera de Guatemala.
Ch’umilkaj cuenta que ella no se miraba en escenarios grandes, más bien creía que lo suyo eran esos espacios comunitarios. Pero gracias al impulso de su familia, su comunidad y de estas redes de apoyo ha logrado no solo estar en espacios nacionales, sino que ha recorrido casi todo el continente y hace poco también estuvo en Europa de gira.
«Estamos rompiendo barreras para otras generaciones. Veo una generación mucho más consciente y con mucha más fuerza porque estamos posicionándonos a través de nuestro canto», expresa con orgullo.
Ch’umilkaj en Bilbao, España. Foto cortesía de la Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo.
Lucha contra el racismo
Para Ch’umilkaj, la barrera más grande que ha encontrado en más de 10 años de carrera, es el racismo. «Me ven y dicen ‘vas a cantar una canción folclórica’. Mi posición es yo subo a un escenario para hablar de mi identidad, de por qué sigue estando latente nuestra lucha, por qué hablarles de nosotras es importante», expresa.
Ch’umilkaj opina que la sociedad se ha acostumbrado a que cuando las mujeres indígenas se suben a un escenario o si se habla de ellas, muchas veces las ven únicamente destinadas a espacios folclóricos, para celebraciones de independencia, de pueblos indígenas y otras actividades similares.
«No hay aún una profundidad de análisis de por qué usamos nuestros huipiles, por qué seguimos hablando nuestro idioma. Muchas veces nos ven como un adorno. Nos ven como objetos de estudio y no como sujetos de derechos, sujetas políticas, sujetas históricas ni por qué seguimos existiendo a pesar de todas las secuelas históricas», agrega.
Conocer la historia
Su principal lucha, es por la memoria. «Hay muchas historias de dolor que yo he escuchado desde niña, siempre sale ese tema de esperanza de poder encontrar a sus familiares en todas las reuniones. Eso ha sido algo con lo que he crecido», cuenta.
Por eso, a través de su música acompaña a diferentes familias y organizaciones en marchas y actividades en la lucha por el esclarecimiento de la verdad y la justicia. Gracias a esa labor, recientemente fue protagonista de un documental producido con apoyo de Agencia Vasca de Cooperación para el desarrollo y la Agencia Catalana de Cooperación para el Desarrollo (ACCD), junto a la productora Ikaika Media.
El documental llamado NATAXIK, que significa memoria en kaqchikel, acompaña el viaje de Ch’umilkaj para conocer la historia de Carmen Sotz, una de las víctimas del genocidio en Guatemala. En ese viaje, se conocen también otras historias del pasado y presente del país centroamericano a través de las voces de las y los familiares de las víctimas.
Este documental se estará presentando próximamente en varios festivales de Europa, México y otros festivales de cine para reivindicar la memoria histórica.
Nuevos retos
Entre septiembre y octubre, la guatemalteca lanzó los sencillos «Abuelas» «Sol» y “Fuimos Dos” – Un Homenaje a la Sabiduría, la Resiliencia y la Fuerza – en donde explora con nuevos ritmos y sonidos.
Estas piezas musicales forman parte de una serie de canciones que Ch’umilkaj ha producido en colaboración con el sello costarricense «We Could Be Music», lo que demuestra su versatilidad y capacidad para fusionar sonidos contemporáneos con poderosas narrativas. Todas estas canciones están disponibles en su canal de YouTube. También puedes seguirla su perfil de Instagram.
Para el próximo año, Ch’umilkaj busca crear nuevas canciones, inspiradas siempre en la cotidianeidad y vivencias propias en su comunidad y los valores de la memoria y la identidad.
«Estamos planeando el lanzamiento de canciones nuevas y también queremos el otro año postularnos a festivales internaciones llevando esta nueva música», concluye.