Fernando Gómez es un muchacho sencillo, sociable y excéntrico que se le ve por Managua cantando canciones de rock clásico en voz alta o sentado en cualquier rincón dibujando el mundo en colores, ya sea algún objeto o los mil y un esbozos de una sonrisa en la calle.
A sus 20 años la música es parte de su vida, pues toca bajo, batería, guitarra y algo de violín. Sin embargo, es la pintura y las artes plásticas las que atraen su atención desde niño y han marcado tanto su vida que se decidió a estudiar Diseño y Comunicación Visual.
Como suele pasar para las mentes inquietas y creativas, hay muchos planes sin concretar que buscan cualquier momento indicado para llevarse a cabo y lo que caracteriza a Fernando es que cuando encuentra la oportunidad, no duda en aprovecharla. «Gracias a unos trabajos que hacía en clases me di cuenta que podía plasmar mis ideas de una manera tangible y visualmente concebible, eso me animó a darle rienda suelta a lo que me llamaba la atención y me inspiraba. Por ejemplo, me gusta encontrarme cosas que se vean como basura a simple vista, pero que si las ves desde otra perspectiva, pueden convertirse en una grandiosa composición», expresa.
Así ha mezclado materiales para crear una sola obra, ya sea con madera, arcilla, acrílico, acuarela, espejos, papel y hasta clavos. Uno de sus grandes anhelos es la libertad de poder trabajar en cualquier proyecto siempre y cuando le llene de satisfacción el proceso y el resultado, pero sin perder de vista otras prioridades: «quiero terminar mi carrera, para poder lanzarme a tener un trabajo fijo que me permita seguir inmerso en el arte y con el cual no solo pueda mantenerme a mí, sino también aportar a mi familia».
Por ahora su primer cuadro llamado «Conspiración contra la felicidad del hombre» es el trabajo del que está más orgulloso, pues siente que fue como un momento de catarsis, la intención de hacerlo salió de la nada. De hecho se sintió casi como un autómata cuando comenzó a hacerlo sin pausas hasta verlo terminado y supo que esa sensación al final es lo que más le gusta cuando pinta o crea algún objeto.
Justamente experimentó algo similar a inicios del año pasado cuando probó varias técnicas y utilizó un sinnúmero de herramientas en la búsqueda del arte. «Exprimí todas mis habilidades como artista al proponerme utilizar todos los materiales para crear arte, es decir, valerme de todo lo que tuviera a mi disposición para así ver hasta dónde podía llegar y qué cosas podían funcionar.
Para Fernando este viaje por el lienzo, los colores y las formas apenas comienza y sabe que su mayor fortaleza reside en las ansias que tiene de mantenerse en el camino a veces bajo la lluvia o el sol, a pie, en bicicleta o en carro, pero siempre constante. Y es por eso que su afán por practicar y mejorar recorre las paredes de su cuarto o las hojas del cuaderno.
«Lo único que se necesita para alcanzar lo que uno realmente quiere, es no perder con lo que uno vino a este mundo y que nadie puede quitarte más que uno mismo, tu mente, tu cuerpo, y tus ideas. Por eso lo que más ha influenciado mi inspiración ha sido nada más ni nada menos que mi mente, gracias a ella tengo un constante deseo de aprender. Sobre todo porque el arte está en todo lo que nos rodea, solo hay que saber utilizarlo en nuestro beneficio para crear algo que se fusione con lo que nos rodea», puntualiza.