“Kervin te amo”, grita alguien en pleno concierto y el público estalla en risas para luego continuar con el deleite de la noche: Mafia Funk y su magnífico engranaje de músicos entre los cuales se destaca el saxofonista del grupo, Kervin Rodríguez.
Aunque Managua es donde ha vivido desde los 11 años, fue en Bonanza donde nació y tuvo su primer contacto con la música, el ritmo caribeño y el saxofón. “En realidad fue más que todo un hobby, me gustaba la cuestión de ver a las bandas, a los grupos, no pensaba aun en hacer música, miraba a mi madre bailar con mi papá y un grupo tocar y yo decía: qué fiera. Luego me interesó el sax porque mi mamá escuchaba una canción viejísima de los ochenta, una de Emmanuel en donde comenzaba con un saxofón, creo que de ahí me gustó”.
A partir de ahí Kervin siempre ha estado vinculado con la música, desde que comenzó como trompetista, pasó por clases de flauta y solfeo, hasta que recibió clases con Ramai Das, el director y fundador del Festival Internacional de Jazz en Nicaragua.
16 años después, el saxofón lo llevó de vuelta a su tierra natal donde Kervin nunca imaginó que iba a tener la oportunidad de tocar esas canciones ochenteras, ni mucho menos junto a los músicos que admiraba de niño en las fiestas. “Regresé a la costa para participar en un homenaje al saxofonista, precursor de la música costeña, Amos Johnson. Toqué con el grupo con el que mi mama bailaba con mi padre y yo estaba súper chiquito, esos mismos músicos hasta me decían cuando yo regresé: ‘oe yo te chineaba, me acuerdo cuando estabas chiquito’ y compartir con ellos fue una experiencia increíble”, recuerda.
Su entrega a la música lo hace querer sacar material propio en un futuro, pero por ahora sus diversos proyectos lo mantienen bastante ocupado. Entre las bandas a las que pertenece están Milly Majuc, LecheBurra y Mafia Funk. También participó en el disco completo de Phillip Montalbán. Y aunque ha tocado con Olga Tañón y actualmente forma parte del Cuerpo de Música de la Policía, siempre ha querido trabajar con Katia Cardenal.
Ahora a sus 31 años se podría decir que está en la etapa agradable y gratificante que brinda la experiencia, con un instrumento que no se caracteriza por ser fácil, pero sí uno de los más cautivadores. Sin embargo, ha pasado momentos que para cualquier músico podrían ser frustrantes: “En el Pitahaya Fest 2014 me robaron todo, hasta la ropa, perdí un sax alto, mi tenor Yamaha, una flauta transversal, mis lentes, celular, todo. Luego varios músicos amigos míos hicieron ‘Beats para Kervin’, un concierto para recaudar dinero y así pude comprarme un alto y una boquilla”, expresa. Luego la suerte le trajo en manos de una saxofonista extranjera un saxofón tenor. “La señora primero me lo prestó para que tocara y luego llegó a dejármelo y me dijo que se había enterado de mi situación y quería regalármelo, yo no le creía y cuando vi que era en serio casi la beso (risas)”.
Escrito por Malva Izquierdo
Fotografía por Malva Izquierdo
Él es inigualable, Me encanta que recuerde así a nuestra Bonanza. Que su talento no se detenga!