Escrito por Elvin Jonny Guerra, Colectiva Libre Como Las Gallinas.
Cuando Rimbaud escribe su poema “El otro soy yo” pone en manifiesto al otro, no en sentido metafórico y trillado, sino que se convierte en “una suerte de conciencia de la conciencia, nos abre a pesar de nosotros mismos y hace de cada uno el autor perturbado de la poética de la Relación”[1].
Y es que cuando se piensa en la comunidad cuir esta se ve determinada por datos estadísticos sobre muertes, falta de oportunidades, poco acceso a servicios públicos, educación y viviendas.
Además de un sinnúmero de ausencias y omisiones estatales que cobran fuerza en una cultura opresiva, machista, patriarcal, feminista blanca, homocentrada.
Esta relación coloca al otro como un otro que es opresor, inclusive entre el ser gay, lesbiana, trans, cuir, pareciera que existe una lucha por definir quién es más oprimido.
Olvida, en un sentido más amplio que cada une de nosotres convive con un pequeño opresor que fue instalado por nuestra propia cultura en un largo proceso de colonización.
Es de notar que desde hace un tiempo atrás se habla de descolonizar espacios, descolonizar discursos, a la persona misma y es en este proceso descolonizador que olvidamos ver la herida colonial que habita en la corporalidad de los cuerpos diversos.
Detrás de la herida colonial
La herida colonial es la determinación de los cuerpos según el canon oficial blanco y privilegiado, un molde en el cual todas las personas han sido metidas para ser reconfiguradas, anuladas, salvadas.
“La herida colonial es al tiempo la que produce el mundo moderno y su experiencia toda. La herida colonial es estructurante, determinante, articuladora”[2].
La artista palestina Noor Abed en su video performance Penélope “pone en acto la resistencia cotidiana de la sutura, la herida abierta y la memoria astillada. Una memoria que enfrenta la prohibición colonial que impone Israel de sumergirse en el mar”[3]
Ilustración 1 Noor Abed, video performance, Penelope, 2014, 16 mm film, 6:30 min[4].
En el film de la artista se puede apreciar como su madre sutura a unos peces para hacerle a Noor una cola de sirena aludiendo precisamente a la memoria del mar, una memoria que se ve herida por la guerra, es pues, que se manifiestan las preguntas:
¿Cuál es la herida colonial que habita en mí? ¿Qué anula de mi esa herida, que me ha mutilado? ¿en qué espacio de mi cuerpo físico se encuentra presente?
“El colonialismo es una herida que nunca fue tratada. Una herida que duele siempre. Por momentos infecta, y otras veces sangra”[5].
Mirar al otro, e intentar reconocer su herida colonial también abre la oportunidad de reconocer-le, saber de dónde viene su negatividad, su furia, enojo.
Cabe recalcar que no se trata aquí de una justificación hacia la homolesbotransfobia, sino más bien en pensar cuál será y es la relación con la otredad ante una agenda salvacionista, global y determinada por los roles y estereotipos de género y sus teorías del cambio.
En la obra The New York Time, Sunday, September 13th, la artista Liliana Porter, presenta a una mujer vietnamita siendo apuntada con un fusil en la cabeza y debajo de ella se puede leer: Esta mujer es vietnamita, sudafricana, colombiana, negra, argentina, mi madre, mi hermana, tú, yo.
Ilustración 2 Liliana Porter, The New York Times, Sunday, September 13th, 1970, serigrafia en papel 70.5*49.5 cm[6]
Y es que la propaganda oficial que acusa toda forma de violencia hacia la comunidad cuir desde una agenda internacional de derechos humanos promueve a la vez una necropolítica donde la persona diversa se ve afectada y profetizado su final: la muerte.
Es más fácil preguntar por datos necrófilos en torno a la diversidad, que encontrar avances en derechos cuir en Honduras, situación compartida en otras latitudes de nuestro Sur Global donde movimientos de derecha radical, conservadora y negacionista van cobrando fuerza.
Se vuelve necesario ver la herida, que hay dentro para poder agenciar desde los/las cuerpos/cuerpas, como lo propone Gina Paine quien permite ver lo que hay adentro, no como metáfora sino como una herida real.
Ilustración 3 Gina Pane, Azione sentimentale, 1973[7].
Gina, por medio de sus automutilaciones deja ver el tercer espacio, un espacio extracelular, transcelular, donde se acumulan líquidos, un espacio donde transitan los fluidos corporales, y que se puede asociar a la vez con los espacios que se habitan, se recorren, se fluyen.
Pensar en el espacio, tomar conciencia de él, propone otras formas de relación que tienen que ver con la corporalidad, en especial de los cuerpos diversos, ya que estos existen ¿Dónde existen? ¿Cuál es su espacio? ¿Cómo resisten en ese espacio colonizado y homolesbotransfobico?
Apelar a la transformación subversiva
“Las percepciones de los sentidos son coloniales. Como la anaconda, mudar la piel es apelar a la transformación subversiva que es del orden de lo estético, lo erótico y lo espiritual. Reclama para sí desde el cuerpo, el derecho a la opacidad, el habitar el entre, entrelazarse”[8].
Es necesario manifestar una poética de lo erótica ante su antítesis la pornografía, que mutila los sentires del cuerpo, máxime en los cuerpos diversos.
Pensar en una poética de la erótica es reclamar otras narrativas, una memoria propia en “relación con la política espacial del cuerpo y su performatividad, para producir una imagen del pasado-presente contemporáneo que sea liberada de la violencia epistemique presente en toda narrativa imperialista”[9].
No se trata pues, de reclamar lo viejo, o un estado cultural del que la diversidad ha sido desprovista, sino en las nuevas formas culturales que pueden/están/existen en medio de las situaciones coloniales subalternizadas.
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Abrazar el ser gay, cuir, lesbiana, trans es algo de lo que hay que tomar distancia, como lo siguiere María Logens, porque es una identidad prestada.
Temas como la sexualidad, la raza, categorías como LGBTTTIQA+ cruzan narrativas nacionalistas homonormativas y políticas institucionalizadas sobre una sociedad sexual que promueve proyectos sexuales neo-coloniales y políticos eurocentrados globalistas.
En otras palabras, las agencias nos proponen una forma correcta del ser gay, lesbiana, trans, cuir, ubicando a la persona diversa como un subalterno que se está liberando de la subalternidad colonial -aparentemente-.
“Lo subalterno es a lo popular lo que el género es al sexo; lo que la clase es a la pobreza, lo que el Estado es a la nación” sugiere Spivak.
Ser mujer, ser persona cuir es encajarse en la triada: uso, intercambio y plusvalía, no es extraño pues, que la mayoría de las personas diversas trabajen en espacios de cuidado, no prestan, venden servicios que se pueden comprar.
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Exposición Mudar la piel, otras presencias
Es por ello, que con esta exposición desea proponer un espacio para desafiar la mirada que representa la otredad, una mirada etnológica que coloniza y crea narrativas.
Mudar la piel es poder crear un espacio de sanación donde otras presencias sean posibles, donde los/las cuerpos/cuerpas puedan existir, agenciar, ser coalición, poder contar una historia propia narrada desde sus protagonistas.
Sanar la herida colonial obligatoriamente traslada la reflexión a la corporalidad, como en las prácticas de las comunidades Shipibo, una comunidad cantora que habita la amazonia.
Esta comunidad teje y pinta telas que son cantadas y lo hacen para sanar, para recordar su origen, para dar gracias, para acompañarse.
A diferencia de la música occidental que es métrica, exacta, técnica, los cantos pintados de la comunidad Shipibo tienen una intención que se revela en su espontaneidad y es así como todo lo que existe tiene su propia canción.
Ilustración 4 Arte textil Shipobo de Anacecilia Rojas Soria[10].
Entonces ¿Cómo podemos sanar la mirada que ha sido colonizada por medio de la fotografía? ¿Cómo podemos narrar nuestra propia historia con la fotografía?
En esta exposición se propone usar la fotografía no como medio representativo y etnográfico sino como manifestación de la persona.
Una ventana a la herida colonial que habita un ser y que, a pesar de ello, existe, resiste, vive en una comunidad y es parte de esa comunidad y la fotografía se inserta en una urdimbre que crea un nuevo relato (tercer espacio) que contradice la narrativa occidental.
Sin borrar el pasado, “se reivindica este nuevo devenir en busca de una justicia cognitiva, racial y de género”[11].
[1] Bidaseca, Karina. «Por una Poética Erótica de la Relación.» En Por una Poética Erótica de la Relación, de Karina Bidaseca, 42. Argentina: El Mismo Mar, 2021. Pág. 32
[2] Bidaseca, Karina. «Descolonizar el tercer espacio entre Oriente y Occidente.» En Descolonizar el tercer espacio entre Oriente y Occidente, de Karina Bidaseca, 81. Buenos Aires: Libro Digital, PDF (Epistemologías del Sur), 2022. Pág. 34
[3] IBIDEM
[4] Mediterranea 19. mediterraneabiennial. s.f. https://mediterraneabiennial.org/Noor-Abed (último acceso: 21 de marzo de 2024).
[5] Bidaseca, Karina. «Por una Poética Erótica de la Relación.» En Por una Poética Erótica de la Relación, de Karina Bidaseca, 42. Argentina: El Mismo Mar, 2021. Pág 36
[6] Krakow Witkin Gallery. krakowwitkingalley. s.f. https://www.krakowwitkingallery.com/artwork/the-new-york-times-sunday-september-13th/ (último acceso: 21 de marzo de 2024).
[7] Álvarez, Eduardo. madridartprocess.com. 30 de mayo de 2019. http://www.madridartprocess.com/tendencias-arte-cultura/37-tendencia/620-action-psyche-gina-pane (último acceso: 21 de marzo de 2024).
[8] Bidaseca, Karina. «Descolonizar el tercer espacio entre Oriente y Occidente.» En Descolonizar el tercer espacio entre Oriente y Occidente, de Karina Bidaseca, 81. Buenos Aires: Libro Digital, PDF (Epistemologías del Sur), 2022. Pág. 49
[9] IBIDEM
[10] Anturion Gallery. anturiongallery. s.f. https://anturiongallery.com/arte-textil-shipibo/ (último acceso: 21 de marzo de 2024).
[11] Bidaseca, Karina. «Descolonizar el tercer espacio entre Oriente y Occidente.» En Descolonizar el tercer espacio entre Oriente y Occidente, de Karina Bidaseca, 81. Buenos Aires: Libro Digital, PDF (Epistemologías del Sur), 2022. Pág. 36.