Una de las más recientes publicaciones del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP) Generaciones de paz. Juventudes, diálogo y propuestas para Centroamérica nos invita a tomar cartas en el asunto en relación a la (in)seguridad y violencia en la región. Esta investigación es una aproximación a la situación de exclusión social en la que viven las personas jóvenes afectadas por los altos índices de violencia.
El proceso de investigación duró aproximadamente un año e incluyó foros y consultas colectivas en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, así como un foro regional en la sede del SICA (Sistema de Integración Centroamericana) en El Salvador. El propósito de la investigación fue facilitar un espacio de diálogo entre jóvenes en los cuatro países. Un diálogo necesario para comprender los imaginarios y vivencias de las juventudes en esos países de Centroamérica.
La investigación nos arroja información sobre el pensar de los jóvenes en relación a los principales factores generadores de violencia e inseguridad. En el documento (que próximamente estará on-line) se señalan factores que los jóvenes de la región determinan como las principales causales de violencia e inseguridad. A continuación les compartimos los factores que consideramos pertinentes debatir:
El crimen organizado y la violencia pandilleril
Centroamérica al estar ubicada en un área de tránsito de cocaína y otras drogas ilícitas que son transportadas desde el sur para cubrir la demanda del norte se convierte en una zona de vulnerabilidad juveni, donde los narcotraficantes se aprovechan, manipulan y engañan a jóvenes. «De las casi 900 toneladas de cocaína que son producidas anualmente en Colombia, Perú y Bolivia, se estima que el 90% del tráfico hacia los Estados Unidos transita por Centroamérica y México.» señala la investigación. Factor que genera condiciones para que las expresiones de violencia se agudicen en la región.
En la investigación también se señala que las pandillas delictivas en Nicaragua presentan características diferentes al resto de la región. Para algunos, esta diferencia se relaciona con una oportuna acción de control ejercida desde los años 80 y 90, especialmente desde la población y sus organizaciones barriales, complementada con un efectivo y sistemático accionar de la policía nacional.
Violencia contra las mujeres y violencia intrafamiliar
La investigación revela que la violencia contra las mujeres es considerada un problema serio dentro de sus casas, y que la violencia en la vía pública a quienes más afecta es a niñas, adolescentes y jóvenes. El dato oficial deja entrever que Honduras es el país más peligroso de la región para las mujeres, donde dos mujeres son asesinadas diario.
La violencia que las mujeres sufren dentro de sus casas, sea sexual o no, muchas veces es silenciada por el mismo temor a sus agresores, por vergüenza, dependencia, por no contar con sistemas de apoyo y acceso a la justicia adecuados, pero sobre todo porque el sistema social es eminentemente patriarcal y las educa para callar (OPS, 2013)
La violencia estructural
La violencia imperante en la región es la sistémica y un factor transversal de esta, es la inequidad. Según el IEEPP la forma más dura de manifestación de la violencia sistémica es la pobreza estructural multidimensional de recursos, oportunidades, afectos, relacional entre hombres y mujeres y ambiental, entre las principales dimensiones.
Martin Baro explica la existencia de una violencia estructural en la medida que las estructuras sociales responden a intereses de sectores dominantes que por diversos medios van forzando a las personas o grupos sociales, a nivel de las ideas o a través de acciones, esto integra los impactos negativos de la globalización.
La participación de los jóvenes es imprescindible en el abordaje de los desafíos que plantea la violencia e inseguridad en la región, lejos de concebir a las juventudes mismas como «el problema». Es por esto, que esta investigación nos genera la inquietud de comenzar a crear espacios de diálogo sobre el tema para encontrar acciones y articulaciones que se necesitan generar entre jóvenes para disminuir la violencia y la inseguridad en nuestros entornos.
Los factores antes mencionados, son algunos de una lista innumerable donde los afectados somos los jóvenes. La discusión sobre cada uno de estos factores puede ser también interminable. Sin embargo, tomamos como punto de partida una de las frases que recopila el documento: «Predicar con el ejemplo, es decir, asumir valores y actitudes que aporten al establecimiento de una cultura de paz en Nicaragua».
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