Marga Sequeira, del colectivo LaRuidosaOficina, y Erika Martin, de satis.FACTORY Casa de Artes, exploran lo que
Erika Martin
«Soy curadora de arte y gestora cultural independiente de San José, Costa Rica. Interpreto la gestión como un motor cultural y la autogestión como un motor personal».
satis.FACTORY es un proyecto que Erika funda en el 2013, junto a la curadora cubana Clara Astiasarán, bajo el formato de feria efímera en casa. Durante cinco años este proyecto se manifestó como una plataforma nómada que ocupó espacios domésticos, ociosos y urbanos como sedes expositivas de arte y diseño.
Fue en el 2020 cuando este proyecto evoluciona y ocupa una sede permanente en un espacio comercial anexo a su casa. Con el pasar del tiempo, este espacio se ha convertido en una casa para el arte mutante e interdisciplinaria llamada satis.FACTORY Casa de Artes.
«Este territorio doméstico me ha facilitado investigar, curar, y gestionar experiencias temporales. Sin duda alguna, ha sido mi mayor fuente de aprendizaje tanto individual como colectiva. Me ha facilitado construir relaciones y afectos con personas que admiro, que respeto y que nutren tanto mi vida personal, como mi práctica», expresa Martin.
Para Erika, este proyecto existe gracias a una cadena extensa de personas que colaboran, nutren, participan y co-gestionan desde esta casa común un espacio alterno a la institución, a una galería, al teatro o a un aula.
A su vez, este proyecto le ha enseñado a utilizar la gestión como una herramienta colectiva para sostener un espacio autónomo, y propiciar prácticas soberanas vinculadas a los procesos de creación y formación artística.
El significado detrás de la gestión cultural
A Erika le gusta pensar sobre gestión como verbo –gestar—, «algo que florece gracias a la acción de un riego constante de ideas o proyectos que se desarrollan de manera individual o colectiva», agrega.
También “ha representado una aguja con la que he logrado tejer redes y afectos con un gran abanico de personas» que le han permitido comprender, empatizar y aprender sobre otras formas de habitar este mundo.
«La gestión cultural nos convierte en ciudadanos capaces de incidir en el presente, de ejercer actos de micropolítica y afectar directamente en el bienestar social y en la construcción de un mejor futuro a través de experiencias artísticas, participativas y colectivas», afirma Erika.
Para ella esta labor de gestión cultural ha sido un camino de aprendizaje constante, con altos y bajos, pero increíblemente gratificante. La gestión cultural le ha permitido:
«Jugar. Imaginar. Materializar ideas sin censura. Perder el miedo a errar. Experimentar. Confiar en mi intuición. Conocimiento, comprensión y criterio sobre mi entorno y contexto. Proponer y accionar con libertad. Absoluta libertad creativa. Disponer de mi tiempo. Generar experiencias de intercambio social y comercial. Investigar haciendo. La expansión hacia otras disciplinas. Vivir la vida como una merienda compartida«, expresa Erika Martin.
Desafíos para las mujeres gestoras
Martin opina que el desafío más grande «son las mentiras que nos han logrado hacer creer: que no somos capaces, ni merecemos un lugar en la mesa que llevamos siglos de alimentar y de cuidar».
«Creo que hay muchas violencias que se dan a diario que como mujeres no percibimos de tan normalizadas que están. La gestión forma parte de mi vida desde los 25 años, y ahora tengo 40, en estos años han pasado muchas situaciones que ahora percibo como violentas, inapropiadas e incorrectas, que lamentablemente suceden a diario dentro del mundo del arte, hacia las mujeres en general».
Para ella es importante tener claro que el mundo del arte no está libre de violencias sistemáticas y que está envuelta en dinámicas de poder. Por lo que saber navegar estas realidades es un desafío constante para cualquier mujer gestora.
«Centroamérica es un cinturón patriarcal, feminicida y colonial para la mujer. Esto es muy fuerte de asimilar. Saber que siempre estamos en peligro y que no tenemos agencia sobre nuestros cuerpos, nos hace sentir que no nos pertenecen y por ende nuestras voces no se escuchan. Esto de alguna u otra forma nos mantiene en un estado constante en el que tenemos muchas ganas de GRITAR», recalca Erika Martin.
Aprendizajes
De entre los aprendizajes que Erika ha acumulado a lo largo de su labor como gestora cultural, estos son los más valiosos para compartir con gestoras jóvenes de Centroamérica:
- Confiar en una misma.
- Aprender a comunicarse es fundamental.
- La práctica es tan, o más, importante que la teoría.
- Documentar bien todo lo que hacen.
- Saber decir que no es una virtud.
- Ver más allá del dinero; no es el único recurso.
- Reconocer nuestros límites y lograr comunicarlos sanamente es esencial para disfrutar de este trabajo.
- Tomar riesgos sin miedo a caer o a equivocarse, mañana será otro día. Nadie nace aprendido.
- Ser responsables, ordenadas y transparentes, siempre.
- Tener acuerdos escritos o contratos consensuados con quienes se trabaja.
- Trabajar con personas cuyas visiones de mundos coincidan con la de una, ya que el tiempo compartido va más allá de una exposición, un evento o una actividad.
- Buscar a esas personas cuyo trabajo, ideas y creatividad una respeta y admira, de manera que los superpoderes se potencien juntes.
- Trabajar con quien da gusto delegarles responsabilidades y aporten más allá de la visión o el conocimiento de una.
- Empezar a colaborar con otras personas desde jóvenes. No es fácil ponerse de acuerdo, la colectividad (implícita en la gestión) es un largo camino de aprendizajes y fricciones.
El arte para conectar y empatizar
Erika considera que aunque el arte a menudo se desarrolla dentro de contextos elitistas, y no está libre de contradicciones, violencias o abusos de poder, «tiene una capacidad de unificar y de disminuir los muros, que al menos para mí, es inigualable».
«El arte (la música, las artes visuales, el audiovisual, la literatura, las artes escénicas o vivas, etc.), logra democratizar la experiencia humana, ya que reúne, convoca o acompaña a las personas por medio de experiencias, sensaciones, historias o encuentros en los que momentáneamente dejan de importar la clase, el género, el color de la piel, el origen, la religión o las divergencias políticas, entre otros particularidades que nos segregan como sociedades», afirma Erika Martin.
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Para ella el arte y la cultura ayudan a enlazar a las personas, y en sus momentos cúspide, crean empatía y esta cualidad de «ser una goma social y operar como una fuente de reparación es la magia que se destaca en proyectos como el de Alicia Zamora y Espira/La Espora de Patricia Belli en Nicaragua», asegura.
Marga Sequeira
«Me interesa hacer micropolítica y entender de política. Trabajo como docente universitaria y en proyectos de investigación artística con artes visuales. Me interesa el pensamiento artístico, pero sobre todo el conocimiento que surge de lo marginal (disidencias sexuales, personas racializadas, pobres, con discapacidad, etc.)».
Marga Sequeira encuentra en la práctica artística y la gestión cultural un compromiso, una militancia. Es una forma de comunicación que puede usarse para contar historias invisibilizadas, narrar lo que no ha sido enunciado, dar plataforma, espacio y recursos a proyectos y personas que hacen una labor artística y cultural necesaria.
Sus investigaciones siempre son sobre el trabajo de alguien y cómo este se vincula con un contexto político. La manera en que Marga abre estos espacios reflexivos es a través de exposiciones, talleres, a veces intervenciones en el espacio público o virtual.
Asimismo, Marga encuentra diversas formas de decir las cosas a través de herramientas de las prácticas artísticas que no están presentes en otras disciplinas, que tienen que ver con formas de hacer, de comunicarse y de aprender.
«Pienso en la necesidad de crear y/o acompañar espacios para que otras personas, que también necesitan de las herramientas artísticas para narrarse, puedan tener acceso a ellos, encontrarlas para encontrarse», afirma Marga Sequeira.
Obstáculos en la labor de gestión cultural
Para Marga el desafío más grande ha sido todo lo relacionado con su trabajo sobre la memoria LGBTIQ+:
«Usualmente soy la única mujer en los paneles académicos, en las investigaciones, como curadora. Es un espacio dominado, sobre todo, por hombres gays académicos, a lo que se le suma que soy una investigadora independiente, sin afiliación institucional, lo cual hace que tenga que hacer un triple esfuerzo por visibilizar mis proyectos».
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Por otro lado, Marga nota que son mujeres en su gran mayoría quienes trabajan en los espacios de gestión y mediación, lo que ha generado espacios de trabajo muy horizontales y ha permitido el desarrollo de una red nacional e internacional entre diversas colectivas, que en diferentes momentos ha permitido generar trabajo para otras y gestionar espacios conjuntos.
Un mensaje a futuras generaciones de gestoras
Sequeira aconseja no perder el vínculo con la realidad para que el trabajo situado, honesto y con intención pueda ser identificado, reconocido en esa honestidad.
«Lo que sea que haga, que les salga de las tripas, de la realidad, de la rabia, del dolor, de la curiosidad. Porque cuando un proyecto es real, se nota, se hace con cariño. En medio de escenarios precarios y mezquinos, no olvidar las razones por las cuales una hace lo que hace, es muy importante», afirma Marga.
También, en esa misma línea, es importante «no olvidar donde estamos y cuáles son nuestras circunstancias». Sobre todo porque Marga opina que vivir de una práctica artística con intención y honestidad, en este mundo neoliberal, en Centroamérica, no es muy realista.
«La libertad creativa y la sostenibilidad no siempre vienen juntas. Y eso implica tomar decisiones. ¿De dónde va a venir esa sostenibilidad? El arte es trabajo, pero casi siempre es trabajo precarizado. No hay que romantizarlo ni satanizarlo, hay que saberlo para inventarse estrategias», asevera Marga.
Y por último Marga comparte: «Hagan lo que sientan que necesiten hacer, háganlo lo mejor que puedan, pero no dejen de vivir la vida, lo cotidiano, lo sencillo. Que lo sencillo, lo cotidiano y la vida, sean potencia para hacer eso que necesitan. Si los medios son los del arte, buenísimo, pero si son otros, gózenlo también».
Podés conocer más sobre el trabajo de Marga en el Instagram de LaRuidosaOficina.