Sol Charlotte, del proyecto Mala Sombra INTL., y Momo Magallón, del proyecto La Búsqueda, nos cuentan sobre su experiencia como gestoras centroamericanas de espacios culturales en una región donde trabajar en el gremio del arte y la cultura es todo un reto.
Momo Magallón
«Soy pintora, amante del color, la textura y el checherero jajaja».
Además de hacer gestión cultural, pintura y performance, a Momo Magallón le apasionan los objetos, la vida cotidiana, y en sus proyectos más investigativos suele explorar la historia de Panamá y su diversidad cultural, así como las experiencias queer (propias o de otras personas).
Momo está involucrada en la gestión de proyectos culturales desde el 2020. Y aunque durante sus estudios en la universidad ser gestora cultural nunca fue algo que consideró como parte de su práctica artística, sí se dio cuenta de su importancia al regresar a Panamá y de la falta de espacios y propuestas creativas en la escena convencional.
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«Hay mucho talento e ideas increíbles que están sucediendo fuera de los espacios convencionales y que se podrían gestionar, incluyendo mis propios proyectos.»
Objetivos en la gestión cultural
Uno de sus objetivos al momento de empezar a gestionar era diversificar los proponentes en las exposiciones, y enaltecer el arte hecho por mujeres, y personas de la comunidad LGBT+. A Momo también le interesa seguir profesionalizando la manera en que se expone el arte.
Para ella ha sido increíble tener la oportunidad de generar espacios de comunidad y de calidad artística superior con propuestas variadas. Desde estudios abiertos hasta exposiciones en museos como el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá.
Estas experiencias tienen mucho valor porque no solo «te vuelves una artista partícipe del ecosistema local, si no que también apoyas y mueves hacia adelante el movimiento artístico emergente en el país. Siempre gestionando bajo la premisa de ‘gestión hecha por una artista (o artistas), para artistas'».
«Me apasiona poder proporcionar espacios en donde se respete y se trate con profesionalismo a los artistas, ya que no siempre es el caso».
Entre los desafíos que ha encontrado en su labor como gestora cultural es sin duda la falta de espacios físicos para gestionar y el poco apoyo económico hace muy difícil seguir los proyectos.
Sobre todo «porque al final lo hacemos ‘por el amor al arte’ y también, como mujer joven a veces es difícil que te tomen en serio al momento de trabajar por eso aplico extra seriedad y profesionalismo al momento de gestionar», explica Momo.
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Un mensaje que Momo le daría a las nuevas generaciones de gestoras es que sean perseverantes porque es la clave del éxito y la autogestión, aunque suene trillado.
«Si eres un artista que no encuentra su espacio en tu ecosistema local, ¡crealo! y no dejes de seguir intentándolo. Ser artista requiere de mucha paciencia, terquedad y trabajo duro».
Sol Charlotte
«A veces soy cineasta, a veces artista y otras veces gestora cultural, aunque tardé años en darme cuenta de que así se llamaba lo que yo hacía».
Sol vivió por muchos años en Barcelona (Cataluña) donde entró en contacto con la escena punk, los fanzines y el mundo del cine de horror. Hace más de 8 años Sol regresó a vivir a su país donde comenzó a co-organizar el primer festival de cine de terror del país. Tiempo después junto a su compañero ganó el primer premio del fondo de cine y realizaron la primera película de terror de Panamá.
«Cuando vine a vivir a Panamá, después de 16 años viviendo afuera, todo me era extraño y ajeno. La gestión cultural me permitió crear esos espacios de contra-cultura y sub-cultura que me hacían sentir en un espacio seguro, ya que no estaba acostumbrada a un capitalismo tan salvaje como a veces existe en Panamá. Sorprendentemente ese espacio donde me sentía segura también sirvió para muchas otras personas que se sentía similar a mí», expresa.
Sol también formó parte de la colectiva Ninguna Musa donde comenzó a tomarse más en serio su rol como artista, también fue co-creadora de Mala Sombra, un espacio dedicado a promover la autogestión, la gráfica artesanal y las autopublicaciones, donde creó la Feria Gráfica Marginal.
«Para mí la gestión cultural nace de una necesidad personal, pero que nunca buscó excluir a nadie, solo ser una alternativa a lo empresarial o institucional que es lo que predomina, un espacio para gente distinta. Personalmente, el arte y la contracultura forman parte de mi día a día, y alguien me dijo una vez: haz lo que te guste y serás feliz. Por eso me dedico al arte y a la contra-cultura», explica.
Desafíos en la gestión cultural
Por otro lado, Sol considera que el mayor desafío que ha encontrado como gestora es sentir que comenzó a trabajar en gestión cultural un poco tarde en su carrera artística y eso la hacía sentir muchas veces en desventaja.
Sin embargo, este sentir le ha permitido profundizar en otras formas de hacer gestión cultural como la autogestión, donde ha podido desarrollar varios proyectos, festivales, ferias, entre otras actividades culturales.
Asimismo Sol considera que la falta de espacios públicos para realizar actividades culturales así como el precio de los espacios privados es otro gran desafío así como las expectativas desiguales que se tiene de las mujeres gestoras en comparación con lo que se espera de los hombres en roles similares.
«Expectativas sobre lo que tenía que hacer, las temáticas que tenía que abordar y cómo las tenía que abordar por ser mujer y eso me hacía sentir limitada a necesidades ajenas a mis inquietudes. Muchas de estas expectativas no se ven a menudo esperadas de los hombres, incluso en estos periodos más progresistas aún hay una forma correcta de cómo debemos regirnos las mujeres, formas distintas pero muchas veces preestablecidas», opina.
Oportunidades y aprendizajes
Trabajar en colectivas de otras mujeres, aprender de ellas, tener una red de apoyo que va más allá del trabajo convirtiéndose en amistad son alguna de las oportunidades que ha encontrado en su labor como mujer gestora cultural.
«Ahora hay más respeto hacia nuestro trabajo y nuestros límites, hay un poco más de puertas abiertas tanto en temas de espacios para la autogestión como también para nuestra formación que en periodos anteriores y eso también lo considero positivo para nosotras».
Entre los aprendizajes que quisiera compartir con otras artistas jóvenes de Centroamérica que desean abrirse paso en la gestión cultural, Sol aconseja gestionar arte y cultura desde lo personal hacia los demás.
«Nuestras inquietudes son compartidas muchas veces por personas que no nos esperamos y haciendo las cosas desde el corazón podemos apoyar a mucha gente creando espacios (físicos, itinerantes, incluso conceptuales) para ellos y para nosotros mismos».
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También opina que si sientes que algo te falta, a veces toca crearlo y sin depender tanto de personas ajenas o entidades, «quizás no lo podrás crear tan grande como quisieras, pero una comienza creando desde lo pequeño, desde nuestras posibilidades, apoyándote en las amistades afines», afirma.
Para Sol la clave está en lo que se puede hacer con perseverancia, poco a poco, orgánicamente van creciendo los proyectos, «si no tienes espacio, toma el público y si puedes crea uno».
Gracias a la autogestión, opina Sol, hay más cosas posibles que imposibles, «imaginar siempre es gratis, luego se busca poco a poco las herramientas, sobre todo hacer lo que te gusta, lo que te hace feliz, no lo que esperan los demás de ti», puntualiza.