Dejame adivinar, tenés una tarea enorme pendiente, pero justo cuando vas a empezar con ella otras tareas que antes eran insignificantes repentinamente adquieren una enorme importancia, como ordenar la gabeta de los calcetines o mandarle una nota de voz a aquel amigo del que no sabés nada desde hace un año.
Esto es procrastinar, un juego de nuestro cerebro que aprovecha la más mínima distracción para posponer esa tarea que nos agobia incluso antes de empezarla. Con la llegada de las nuevas tecnologías los estímulos que pelean por nuestra atención son cada vez más y mayores, por lo que caer en el hoyo de la procrastinación es más fácil para nuestra generación que para las anteriores.
Entre más procrastinamos, más culpables nos sentimos. No es de sorprenderse que un periodo prolongado de procrastinación puede llevarnos, en el peor de los casos, a una depresión.
La procrastinación suele ser vista como una mala costumbre e, incluso, es usualmente banalizada a través de memes en las redes sociales, cuando en realidad es un problema que puede tener repercusiones emocionales muy fuertes, ya que cuando cuando se procrastina caemos en un círculo vicioso que nos bolea entre la ansiedad y la culpa, lo que puede terminar afectando nuestra autoestima o estado de ánimo. En el peor de los casos, un periodo prolongado de procrastinación puede resultar en la pérdida de nuestras metas, competitividad y aspiración de éxito.
Además de las consecuencias emocionales la procrastinación puede ser nociva para nuestras relaciones interpersonales y de trabajo, ya que crea una mala reputación de nosotros ante los demás, generando que éstos pierdan la confianza que nos tienen.
Pero… ¿¿por qué procrastinamos??
Para la psicóloga Tania Sanz procrastinamos por tres principales razones: queremos reconocimiento instantáneo, por lo que descansar en el sofá es más apremiante que terminar nuestro informe pendiente; confiamos demasiado en nuestras capacidades, así que no nos preocupa posponer las cosas porque «creemos ciegamente que el momento perfecto será después y no ahora», pero cuando llega ese «después» seguimos en el hoyo de la procrastinación; y, la razón más oculta de todas, según Tania, es el miedo, que nos paraliza frente a una tarea que consideramos importante y nos hace ceder ante una tarea más fácil y cómoda.
¿Cómo dejar de procrastinar?
Si ya llegaste a este artículo eso un buen indicador, porque significa que te interesa salir del círculo vicioso y que reconocés la procrastinación como un aspecto de tu vida que te impide lograr metas más grandes.
Aunque no es una pregunta fácil de responder, podemos decir que se trata de fuerza de voluntad. Podés reducir las distracciones al máximo para concentrarte en una sola tarea, dividir esta tarea en etapas o pasos (para que no te parezca un monstruo imposible de domar), organizar mejor tu tiempo, embellecer tu espacio de trabajo y premiarte después de cada tarea (significativa) que terminás.