Existe una clara diferencia entre quienes acceden a un aborto seguro y quienes a uno inseguro (ambos clandestinos).
Quienes recurren a abortos inseguros son las mujeres más pobres, con menos recursos materiales, simbólicos, geográficos, étnicos y otras aspectos que influyen en la discriminación y marginación como seres humanos.
La vida de las mujeres depende de cuánto dinero tengan, no de cuánto aprueben o no el Estado y la sociedad la legalización de la interrupción del embarazo. Ellas son las que sufren la mayor cantidad de consecuencias en su salud y vida.
Las mujeres no son prioridad
¿Acaso no hemos escuchado de esa amiga, prima o hermana que tuvo que pagar hasta 600 dólares para realizarse una interrupción por algún médico que durante el día es «anti-aborto», pero por las noches se transforma en adicto a los billetes?
Si se legaliza la interrupción del embarazo, ese negocio se acaba. Porque lo que muchas personas no entienden que al decir no a la interrupción o «yo no estoy de acuerdo» no evitan que no pase, solo contribuyen a un sistema patriarcal que sigue culpando, violentando y reprimiendo a las mujeres, desde cómo va vestida hasta cómo tiene que poner su salud y su vida en segundo plano porque los hombres dicen que su cuerpo no puede ser prioridad.
Ahora pensemos en la salud pública
Las interrupciones de embarazo clandestino generan gran cantidad de obstáculos en el sistema de salud, por complicaciones a veces graves, generando gastos. Esto, cuando logran llegar al hospital; cosa que las mujeres rurales, por ejemplo, no siempre acceden.
Las muertes maternas son el último emergente. Si bien tratándose de ampliar derechos no es pertinente hablar de gastos sino de inversión, es importante desmentir los argumentos que sostienen que generará gastos para el sistema.
Se calcula que implementar los abortos a demanda con los métodos actuales son más baratos que ingresar a una paciente. Además, los países que legalizan la interrupción del embarazo ven disminuir las enfermedades y muertes debido a ello.
Legalizar la interrupción del embarazo es democrático
Ese 26 de octubre del 2006, en medio de una campaña electoral, Nicaragua dio un retroceso jurídico en materia de derechos humanos, producto de un patriarcado católico que mandó la salud de las mujeres a un siglo y medio de retraso.
No es que ellos no puedan tener una voz, pero no pueden ser los dueños exclusivos de este tema, sobre todo si excluye a quienes son reguladas por esa norma.
El texto, ratificado por Bolaños ante la presencia de obispos de la Iglesia católica y pastores evangélicos de este país, fue calificado en su momento como «de vuelta a la Edad Media para los derechos de la mujer» por Juana Jiménez, líder del Movimiento Autónomo de Mujeres en Nicaragua, uno de los grupos más activos en este debate.
Leer más sobre lo que pasó con la ley acá: Penalización del Aborto Terapéutico: siglo y medio de retroceso.
Porque la salud mental de las mujeres es importante
Muchas personas dicen que al interrumpir el embarazo, se evita que nazcan ingenieros, abogados, presidentes (claro, todo en masculino, por supuesto) y nadie se pone a pensar qué pasa con las vidas de miles de mujeres, adolescentes y niñas que tienen que pasar por un embarazo no deseado y solo tienen la opción de ir a la cárcel o morir.
La vida de esas ciudadanas cambia dramáticamente, esas mujeres, niñas y adolescentes podrían aportar tanto a la sociedad y no pueden: murieron en un quirófano sucio y oscuro, están pagando una pena en La Esperanza o están lidiando con un embarazo no deseado, cuando deberían estar decidiendo cuál es el próximo paso en sus vidas o deberían estar en la escuela, superándose, forjando un futuro profesional.
No todo embarazo es una hija o hijo. Para que lo sea, tiene que ser “investido” por el deseo de la gestante, que lo “ahija” y lo “materna”, de tal manera de convertir un hecho biológico en un evento social-humano y emocional-personal.
Para la psiquis de una adulta, adolescente o niña, un embarazo no deseado es un evento ajeno, potencialmente hostil, que se desarrolla en su cuerpo.
Leer más sobre la violencia sicólógica que esto implica: Penalizar la interrupción del embarazo es violencia obstétrica, según psicólogas.