Indudablemente, el ser humano está habituado al estado de histeria colectiva, en el que nuestros pensamientos se funden en una sola dirección que creemos única e imperativa. A través de los años estas acepciones delimitan ciertas épocas y fundan el ciclo socio-cultural de tendencias evolutivas, sin embargo sobre este aspecto, la tendencia de nuestra época ha llegado a un punto de despersonalización, distinto al de los demás periodos de tiempo.
La macro evolución acelerada de las comunicaciones nos ha devenido en un sistema mundial accesible, denominado “Internet”. La gran matriz de comunicación mundial, con un acceso casi ilimitado a toda la información que por ella se retransmite y se comparte. Es lógico que dentro de su mística de evolución, fuese superando barreras y volviendo más accesible para cada humano la socialización con el resto de acontecimientos mundiales, a cualquier distancia o punto en el espacio terrestre. La principal plataforma de esta orgía comunicativa se conoce como “redes sociales”, y, dentro de este grupo o categoría, predomina el devorador Facebook.
El alma virtual del sapiens, el acopio de sensaciones y emociones que cada usuario quiere transmitir y que le transmitan, los lugares, la ropa, los estilos de vida que cada uno posee, fácilmente se pueden identificar con una visita al perfil del usuario. Entonces, ¿si más bien parece que el Facebook ratifica el inventario emocional propio de cada ente, donde esta pues, la despersonalización de la que hablamos?
El estado de histeria colectiva, ese sitio donde los humanos lanzan como en un hondísimo pozo, sus gritos en busca del eco que les deje satisfecho, es la base de La Cultura del «Like», no es más que la búsqueda de la satisfacción personal a través del inconsciente colectivo, es cuando el usuario identifica que sus creencias y cosmovisiones son las correctas o deben ser modificadas, porque no consiguieron un numero especifico de aprobaciones, a la vez participa en el proceso de moldeo de los demás humanos, es reciproco, una danza de cliqueos que cada quien ejerce desde su celular u ordenador. El usuario promedio interpreta que el grupo de personas que reaccionó a su publicación, se identifica con sus ideas, o está interesado en gustos afines, es así pues como ha llegado a crecer el activismo virtual, donde encontraremos a muchos jóvenes posteando artículos que defienden sus puntos de vista: medio ambiente, homofobia, feminismo, opinión política y cualquier tipo de convicción que cada uno profese.
Hemos dejado a la influencia de un puño conformado por miles de dedos, el martillo con el que formamos nuestras opiniones. Entonces creamos tendencias que por su carente base ideológica, se pierden o son devoradas por otras tendencias, a veces, más orientadas al mero entretenimiento lúdico. Es acá que la despersonalización destruye una energía interna que pugna en cada ser vivo por expresar sus ideas y surge de la originalidad espontanea de cada ser, conformado por un logaritmo de experiencias único, irrepetible, que hace al inconsciente colectivo más rico y multiforme. Si nos abandonamos a una idea de unidad adoctrinada por la tendencia, que muchas veces proviene de entes que están interesados, precisamente en esa despersonalización, abandonamos lo que de verdad nos hace fuertes y unidos, el hecho de que cada humano en sí, es una figura única e irrepetible, llenando un espacio vacío en el universo, que posee únicamente, su propia silueta.