La música es parte esencial de las bellas artes. Expresa sentimientos, busca la belleza, el equilibrio, la perfección, la armonía. Y como arte tiene que ser tratada.
El ámbito de los negocios no necesariamente tiene por qué enfrentarse con la integridad artística del músico.
Todo lo contrario, puede estar ligada a nuevas formas de difusión y usar la creatividad para ser más productivos, sobre todo en esta acelerada era de desarrollo tecnológico.
Muchas personas afirman que vivimos en una especie de oscurantismo artístico-musical, debido al mal manejo que se le ha dado a la industria en los últimos veinte años por parte de las disqueras tradicionales.
Se percibe en el medio falta de innovación y pareciera que no existen músicos pioneros de géneros como en décadas pasadas.
Es evidente que lo presentado por disqueras tradicionales, en muchos casos, no todos, carece de virtud artística basándose en conceptos de estética y calidad musical.
Vemos que debuta un grupo que tiene éxito comercial en las radios y detrás de él lo siguen cuatro o cinco grupos más que tienen el mismo concepto y muchas veces expuesto pobremente.
¿Recuerdan cuantas bandas como Panda salieron después de ellos, o como Sin Bandera? No les importa el mensaje o el concepto musical y/o artístico que puedan transmitir.
Lo importante son los números. Por eso, quienes anteriormente consumían discos buscan satisfacer sus necesidades lejos de los terrenos tradicionales como las radios, optando en muchas ocasiones por la descarga legal o ilegal de canciones por Internet.
Allí encuentran propuestas interesantes que sí existen, y que generalmente hacen músicos independientes.
Hoy en día no existe un foco de atracción donde un género sea más popular que otro, o al menos no como sucedía en otros años.
En los 70’s tenías el rock psicodélico y la música disco, en los 80’s estaba el Heavy Metal y el Pop, en los 90’s estaba el Grunge, Alternativo y Pop, a principios de los 2000 reinaba el Teen Pop; pero ahora vemos que en vez de existir un género de moda, hay diversidad de focos.
Cada quién escucha la música que quiere. Las empresas que controlan las radios y canales de televisión, ya no pueden obligar a nadie a escuchar sus productos. El Internet ha creado un sinnúmero de pequeños nichos de mercado ampliamente descuidados por las empresas tradicionales.
Es una ilusión decir que la piratería es la causante del descalabro de la industria de la música en la era digital.
Eso es lo que los ejecutivos de las disqueras quieren que pensemos, en lugar de aceptar la enorme responsabilidad que tienen al llenar el medio de música carente de ética y calidad artística, así como la incapacidad de ajustarse a los cambios tecnológicos que trajo consigo Internet.
Lo que nos depara el futuro
¿En qué época vivimos con respecto a la industria de la música? La respuesta está ante nuestros ojos. La era digital no es el futuro, es el presente. Internet no es el futuro de la música, es el ahora.
Cuestión que nos abre un sin fin de posibilidades de comercializar y difundir nuestro trabajo, e incluso en nuevas formas de crear y proponer.
Un gran porcentaje de álbumes que son lanzados por Itunes o Spotify no llegan nunca a las tiendas o medios tradicionales por falta de presupuesto o porque realmente no significan un ingreso real para los artistas, optando preferiblemente en venderlos en sus conciertos o a través de Internet.
Independientemente de que si estás trabajando con una major, o dedicándote a la autogestión, el móvil de nuestra motivación artística siempre seguirá siendo el mismo que motivó a los grandes músicos que nos precedieron: la necesidad de crear para poder comunicar algo que consideremos importante, aunque solo nosotros sepamos lo que realmente eso sea.
Ese siempre ha sido el móvil de cualquier disciplina artística. La música se diferencia de otras manifestaciones (literatura, pintura, escultura, arquitectura, danza, cine, teatro, etc.) en la forma y en los elementos de expresión que cada una emplea; aunque todas tienen el mismo fin en común: comunicación y expresión de los seres humanos para hacer más agradable y/o fácil la convivencia entre las personas.
El por qué nos dedicamos a manipular notas, probablemente radique en una cuestión más espiritual que cualquier otra cosa, ya que cuando descubrimos que podemos ganar dinero y vivir decentemente como músicos, alcanzamos una enorme satisfacción que no se compara con otras disciplinas.
Es difícil hablar con objetividad de un asunto tan subjetivo; pero es evidente que la música no terminará nunca de expandirse y desarrollarse, ni faltará nunca gente que quiera consagrar sus vidas a esta hermosa carrera. Simplemente tenemos que estar más informados de lo que pasa tanto en el terreno artístico, como tecnológico y de negocios, para saber hacia dónde conviene dirigirnos.