Que Managua no es una ciudad diseñada para los peatones, es algo sabido por casi todos. Caminar por la caótica capital del país para cualquier ciudadano es todo un riesgo; ser peatón es jugarse la vida entre vehículos particulares, taxis, motos, transporte de carga y buses.
Los únicos espacios en donde las personas podemos caminar seguras son las aceras, las cuales han sido diseñadas, precisamente, para poder movilizarnos sin temor a sufrir accidentes. No obstante, ese espacio público ha sido poco respetado por la población. Solo hace falta echar un vistazo a cualquier sector de Managua para notar que las aceras han sido usadas como parqueos de vehículos, jardines, porches, puestos de venta, comedores, basureros, y un sinnúmero de obstáculos que dificultan la libre circulación.
Según el arquitecto René Terrazas, este problema es debido a una falta de cultura urbana y a la poca educación vial, la cual debe ser promovida por los organismos y las autoridades correspondientes. De igual manera, considera que esa actitud del nicaragüense se ve impulsada por la economía terciaria que existe en el país y que se vive con mayor dramatismo en la ciudad, en donde las personas se ven obligadas a dedicarse al comercio informal y ambulatorio.
Gerald López, estudiante de quinto año de Ingeniería Civil, coincide en que esa situación es parte de un problema cultural, ya que muchos nicaragüenses suelen pensar que la acera es una extensión de su propiedad privada y eso los hace sentirse en plena libertad de hacer con ese espacio lo que se les antoje. “Las personas creen que porque la acera está afuera de la casa pueden utilizarla a su conveniencia, sin importar lo que pase con el peatón”, señala López.
Es evidente que existe un desconocimiento y una falta de conciencia alrededor del uso de las aceras. Si estos espacios están obstaculizados, entonces ¿dónde se supone que va a circular el peatón libremente?
Como una muestra de inconformidad, hace 5 años fue lanzada una petición a través de la plataforma change.org que solicitaba el desalojo de las aceras y andenes de Managua, debido al riesgo que esto significaba para los ciudadanos que se veían obligados a caminar por las calles. Sin embargo, la solicitud no contó con el apoyo suficiente.
¿Qué dice la ley al respecto?
La ley de sobre uso y administración de áreas de servicio público establece en el Art. 14 que las aceras están destinadas para el libre tránsito de peatones y que estas, según el Art. 25 de la misma ley, deben mantenerse en estado transitable, sin baches o roturas que sean un peligro para el ciudadano. En el Art. 6 se indica que “cualquier objeto que obstaculice el uso de calles, avenidas, aceras, plazas, etc., deberá ser retirado por su propietario dentro de doce horas a partir de la notificación o por el personal encargado de Distrito Nacional, a cuenta de su dueño más la multa que el Consejo le impusiere por la infracción.” Asimismo, el Art. 15 deja clara la prohibición de estantes, mesas, ventas, negocios y otro tipo de actividades en los espacios públicos, y en el Art. 20 se prohíbe terminantemente botar basura o cualquier deshecho en dichas áreas.
Existe además la Norma técnica obligatoria nicaragüense de accesibilidad, aprobada en el año 2004, que establece las medidas que deben tener las vías peatonales, pero que muchas veces no son tomadas en cuenta al momento de realizar modificaciones.
Un problema de todos y todas
El debido cumplimiento de las normas y leyes que regulan los espacios públicos es, en gran medida, responsabilidad de las autoridades. Según Terrazas, para solucionar el problema se debe fortalecer el Área de Control Urbano de la Alcaldía e implementar una campaña constante y sistemática de información que permita capacitar a los ciudadanos en los deberes y derechos que tienen sobre el uso de los espacios públicos. Es importante, de igual forma, la aplicación de multas por el incumplimiento de las normativas. No obstante, es necesaria la cooperación y el esfuerzo de toda la ciudadanía, pues solo de esa manera se logrará una solución definitiva al problema de las aceras en Managua.
Escrito por Daisy Largaespada