Aunque parezca el título de una película de terror, esto no se trata de ficción, si no de la cruda realidad de miedo que viven las niñas y adolescentes embarazadas y obligadas a llevar a término su gestación, aun a riesgo de su propia vida o la del fututo hijo/a que tendrá.
Sobre estas niñas cae con todo su peso seudo moralizante la familia, la sociedad y la iglesia, que mueven todos sus tentáculos para sincronizar sus esfuerzos y obligarlas a no interrumpir ese embarazo no deseado.
La encrucijada
Es un arma de doble filo: no puede usar anticonceptivos, pero tampoco se puede hacer una interrupción del embarazo, incluso si es producto de una violación. Todo el engranaje conduce a hacerlas sentirse culpables, malas, pecadoras.
Claro que la raíz de toda esa culpa nace fundamentalmente de los conceptos milenarios y arcaicos de una religión patriarcal donde hay un Dios varón representado por sacerdotes (hombres), de ahí que a que las mujeres se vean obligadas a seguir con un embarazo que pone en riesgo su salud y su vida, como una especie de sacrificio divino, donde son el chivo expiatorio.
Es necesario que las niñas embarazadas dejen de sentirse culpables y se preocupen más por su salud, su integridad física y emocional al enfrentar la violencia intrafamiliar, el machismo de sus parejas y la intransigencia de sus familiares.
Hay que erradicar estos argumentos podridos que buscan culpar y obligar la maternidad, pues los preceptos religiosos fueron escritos hace miles de años en consonancia con la sociedad de su tiempo, que ni por asomo era similar a la nuestra, lo que fue aceptable en su momento, puede ser un lastre obsoleto en nuestro presente.
Lo que llaman pecado
¿Pecado? Pecado es no educar sexualmente a la niñez y adolescencia, pecado es permitir un sistema legislativo que castiga a víctimas pero no a victimarios, pecado es abandonar a una niña o adolescente embarazada a un futuro incierto y obligarla a ser madre sin estar preparada para ello.
La raíz del miedo, debe ser arrancada, porque si no se logra la interrupción del embarazo legal y segura, a las mujeres solo se le darán dos opciones, según una ley retrograda que las obliga a morir o ir a la cárcel. Preguntémonos ¿cuánto afecta la penalización del embarazo a la economía de un país?
En nuestras manos está buscar soluciones, donde las palabras miedo, vergüenza, temor, dolor y violencia sean meros arcaísmos en una sociedad donde predomine el apoyo para las mujeres, niñas y adolescentes que quieren priorizar sus vidas ante todo.
En resumen, deshacerse de estos conceptos erróneos significaría un cambio positivo en pro de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, niñas y adolescentes: