Circulan en estos momentos en las redes sociales mucho apoyo a las protestas en Estados Unidos en contra del racismo. Y no es para menos. El asesinato de George Floyd, un afroamericano a manos de policías blancos deja a cualquiera indignado y con sed de justicia.
Las preguntas ¿cómo pudieron hacer eso? ¿todavía existe racismo en Estados Unidos? Y sus últimas palabras “I can’t breath” (“No puedo respirar”) hicieron eco, o por lo menos a mí, me trasladaron a aquellas otras tristes palabras “Me duele respirar”, pronunciadas en Abril 2018 por nuestro niño mártir, Alvarito Conrado.
Muchos creen que el racismo sólo pasa allá, en los Estados Unidos, cuando aquí ni siquiera podemos hablar de movimientos tan fuertes como el #blacklivesmatter y toda su incidencia a favor de los derechos de los y las afrodescendientes estadounidenses ¿Por qué?
Bueno alguien dirá, sencillo: “Porque no somos racistas como los gringos”. Pero yo te invito que reconsideremos nuevamente ese discurso. ¿Realmente no somos racistas aquí en Nicaragua?
El racismo como arma
Nicaragua un país multiétnico, pluricultural. Ser blanco, católico y español no nos representa por completo. Irónicamente estos atributos sólo pudieran describir una región del país, el Pacífico, pero no toda Nicaragua.
En Nicaragua se habla español, inglés creole, misquito, sumo y rama. También hay iglesias protestantes, moravas, luteranas e indígenas.
No cometemos asesinatos basados en raza, pero es muy probable que desconfiemos y acusemos de uno a personas indígenas o afrodescendientes si estas son minorías en nuestras localidades mestizas.
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Peor aún, guardamos silencio ante las masacres, destierros y colonización de tierras a los pueblos indígenas y afrodescendientes.
Por mencionar unos cuantos está el caso de Indio-Maíz, dónde colonos (gente del Pacífico) han invadido territorios de comunidades indígenas. O el caso de las comunidades misquitas, dónde se han asesinado líderes comunitarios, hombres y mujeres por persecución política.
Las microagresiones cotidianas
También discriminamos y nos burlamos de las personas por su color de piel.
- Todas las veces que le decimos a una niña indígena o negra que debe ser más clara o más blanca para ser más bonita.
- Todas las veces que seguimos la broma y nos burlamos de la persona afrodescendiente de nuestro grupito en el trabajo, la escuela o la universidad.
- Todas las veces que nos reímos de la forma de hablar de una persona indígena o afrodescendiente. Su vestimenta, su personalidad y aspecto y lo comparamos con animales o los usamos como ofensas “ no seas indio”.
¿De dónde vienen estas microagresiones o imaginarios colectivos en los que nos creemos superiores que los grupos indígenas y afrodescendientes en Nicaragua y en toda América Latina?
La más grande razón, quizás, es que seguimos teniendo una visión colonialista de nuestra identidad. El colonialismo es la visión que se tiene de que un grupo es mejor que otro, y que a base de esto se debe imponer el poder.
“El colonialismo es un sistema político y económico que es impuesto por un país o Estado dominante al invadir otro territorio (colonia) para explotarlo, tomando para sí sus riquezas, región, recursos, entre otros”. (Definición tomada de www.enciclopediadehistoria.com)
Este poder históricamente ha sido heredado y generalmente ejercido por grupos de poder, a los que el hombre blanco heterosexual siempre ha tenido acceso y es el centro de estos.
El imaginario «mestizo» que se desvirtúa
Creemos que América Latina es mestiza. ¿Qué significa ser mestizo? Una persona color claro ¿más blanca que negra? ¿más blanca que indígena?
En ese imaginario “mestizo” sólo existe el descendiente del blanco español y la india violada, pero nos olvidamos por completo de los pueblos indígenas que resistieron y siguen resistiendo a perder su identidad.
En Mexico, Guatemala, Perú, Ecuador y Bolivia. Los pueblos afrodescendientes exiliados presos en sus propios países, como el caso de Costa Rica, que hasta hace poco los afrocaribeños, proveniente de Limón y toda la zona costera, pudieron ingresar a San José.
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O sus pueblos indígenas de los que poco se sabe y viven en extrema pobreza olvidados por el gobierno, un mismo patrón que se repite con los pueblos indígenas y afrodescendientes en Honduras, Colombia, Ecuador.
El emblemático Haití, primer país en lograr su independencia en el nuevo mundo, y tener el primer rey negro de la historia. Hoy convertido en el país más pobre de América Latina.
Ante esta triste realidad no podemos seguir en silencio. En Nicaragua y Latinoamérica también hay que combatir el racismo sistémico del cual estamos enraizados.
Necesitamos reconocer a nuestros pueblos indígenas y afrodescendientes darles el espacio, y la voz que merecen. Necesitamos a releer nuestra historia y definir en qué lado estamos: ¿Del lado del poder o del lado del oprimido?
Repensar nuestras acciones
Hay que leer nuestra historia desde una postura descolonizante, dónde me doy cuenta de los privilegios que tengo, por el color de mi piel, apellido o zona geográfica y los uso para amplificar las voces de los que siempre han estado ahí y no han podio ser el centro de atención.
Hay que repensar cómo, siendo descendientes del mestizaje, podemos ceder nuestras voces, espacios y liderazgos a una persona indígena o afrodescendiente, porque también es su derecho.
Si soy artista o diseñadora gráfica cómo empiezo a tener diversidad en mis diseños, representando no sólo a personas blancas o mestizas, sino también a indígenas y afrodescendientes.
Quizás leer este articulo sea tu primer acercamiento a este tema. Quizás no coincidís con todo lo que he dicho, pero informate, lee más sobre colonialismo, sobre la realidad en América Latina y atrevete hacer el cambio que querés ver.
¿Por qué, por qué nos debe importar? Por el simple hecho de que ningún ser humano debería ser oprimido por su raza, color o credo. Eso es más que suficiente.
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