Son las 7 de la mañana de un viernes de enero y Mauricio Espinoza de 35 años está listo para salir de su casa en Ciudad Sandino e irse a trabajar.
La rutina de su vida apenas comienza, una vez más, cuando él se termina su café mañanero y se despide de su abuela Luisa.
Las paredes de zinc pintadas de verde claro de su casa lo ven alejarse, mientras camina por la calle de tierra, donde la pobreza se pasea orgullosa.
Luisa de 82 años con su delantal blanco ve a su nieto en la distancia mientras dobla la cuadra. Más nunca va a regresar.
Dos horas más tarde él se sienta a comer entre paredes de plycen, mientras un carro Yaris gris pasa con lentitud para verlo, como tanteando el terreno antes de actuar.
Minutos después, la vida de Mauricio y sus 15 años como vigilante se esfumaron a la llegada de las balas, en San Judas donde la Cooperativa de Servicios Múltiples de Panificadores se convirtió en la escena.
«Por seguridad no hablo»
Llegué ahí cuando la luz eléctrica brillaba en su ausencia, lo sombrío del lugar aumentaba mientras Martin Solórzano, el gerente general, me llevaba más al fondo del local por el pasillo a oscuras.
Era evidente que había cierto deseo de permanecer en el anonimato “por seguridad no hablo, este es un lugar muy peligroso, son personas de cuidado, yo vengo aquí todos los días a trabajar y es mejor así dejarlo”, enfatiza desde el inicio con cierto nerviosismo.
Cuando a Espinoza lo asesinan, la Cooperativa creyó conveniente contratar una empresa de seguridad, pues hasta ahora solo tenían a Mauricio contratado por aparte desde hace 7 años.
Este hacia el turno de 7 pm a 5:30 de la mañana, luego por algunos movimientos turbios en la zona, consiguió el puesto de día.
«El tenía su arma de reglamento, estaba equipado con su amansabolos y arma, su salario era de 4300 mensual”, asevera Solórzano.
Ahora, la empresa de seguridad ISI se hace cargo del horario diurno y esto trae ventajas “el guardia tiene comunicación directa con la policía y la empresa garantiza un sistema de patrullaje”, explica.
Información inconclusa
Los vigilantes asesinados a lo largo del año no salen recopilados por el Ministerio del Trabajo (MITRAB), el cual no posee en sus archivos un acápite dirigido sólo a trabajadores con secuelas o muerte por riesgo laboral y mucho menos al trabajo de la vigilancia.
De ahí que la función del MITRAB sea desconocida por muchos de los que laboran en situaciones de peligro y si estos mueren, sus familiares ignoran que este es el principal órgano de protección laboral.
“No tenemos específicamente reporte sobre vigilantes, de los 5 casos reportados ninguno era de ese sector laboral. Lo que pasa que las empresas se arreglan con los familiares y estos no vienen a poner denuncia al MITRAB. A las empresas no les conviene porque la obligatoriedad de la Ley les exige que cumplan con las medidas para proteger a sus trabajadores”, afirma Cristina Morales, encargada del Departamento de Acceso a la Información Pública.
Es por eso que las empresas de seguridad muchas veces se rehúsan a hablar con los medios de comunicación, sobre todo si tienen sobre sí el peso de un muerto.
“A nosotros nos interesa que los periódicos hablen cosas que contribuyan a la seguridad ciudadana, nada más”, puntualiza terminantemente Alberto Castillo, gerente general de la empresa de seguridad Castillo y Barcenas (C y B).
La muerte de uno de sus trabajadores es la causa de su respuesta cortante: José Tomás López Guevara, un vigilante de 35 años de edad que laboraba en el Taller Saballos, mediante un contrato fijo que el gerente general Enrique Saballos mantiene con C y B desde hace 2 años sin lograr librarse de la delincuencia.
Pocas opiniones, mucha incertidumbre
Castillo y Barcenas no es la única empresa que no quiso opinar, pues Alberto Castillo, es también vicepresidente de la Asociación de Empresas de Vigilantes y cuando se quiere saber sobre la manera en que dicha asociación maneja el tema de las muertes de vigilantes en este año, Castillo desvía el tema.
“Nosotros como empresa de vigilancia o como Cooperativa no estamos en la facultad de regular los vigilantes que son contratados sin pertenecer a una empresa. Ahí es la Policía Nacional quien debe revisar cuales son los puestos laborales ilegales”, finaliza.
Vilma Reyes, Comisionada Mayor y Jefa de la Dirección de Seguridad Pública, explica que las empresas de seguridad deben llevar un papeleo con ellos.
“Estas deben hacer una regulación formal, necesitan la constitución social. Tienen que registrar las armas, la cantidad de hombres, con un chequeo previo de cada uno para verificar si alguno tiene antecedentes, que tipo de transporte usarán y los medios de comunicación que tendrán. Se les pide además póliza de responsabilidad civil, objetivos a cubrir, solvencia fiscal y del INSS. Además solicitan un permiso que cada cierto tiempo debe renovarse”, asevera.
Vigilantes sin preparación
El 30 de marzo en el condominio La Riveira, Las Colinas, otro vigilante es asesinado. Con apenas 25 años, Johnny Mena Vega muere poco después de cenar.
A partir de ahí los dueños del condominio, deciden contratar a la empresa de seguridad leonesa SESE Ludesa, la cual tiene más de 5 años de experiencia y cuenta con alrededor de 500 vigilantes activos.
Ricardo Gurdian, gerente general de SESE Ludesa, asegura que la causa principal de muertes en el ámbito de la seguridad radica en los que creen que no vale la pena gastar dinero en garantizar protección.
«Por evitar mucho gasto, contratan gente particular y ahí es que salen los enredos, pues esos trabajadores puede que no tengan acreditación, le prestan la pistola al vecino y no hay quien los regule”, argumenta Gurdian.
“Nicaragua es seguro hasta que te roban”
Sin embargo, Vilma Reyes, jefa de la Dirección de Seguridad Pública de la Policía Nacional, explica que es a través del distrito correspondiente que regulan y le dan seguimiento a los vigilantes que no forman parte de una empresa de seguridad.
“A los privados los monitoreamos con el jefe de sector al que pertenezca. Se habla con el vigilante directamente, porque en determinado momento se convierten en fuerzas auxiliares nuestras”, agrega Reyes, quien considera que hay más riesgo para los vigilantes de las empresas porque trabajan con objetivos específicos.
Ricardo Gurdian opina que el peligro del trabajo también se debe a que los que contratan el servicio de vigilancia no toman en cuenta las medidas necesarias.
“La seguridad es un negocio peligroso, y es un problema de todos, a veces tenemos conflictos con las personas que nos contratan. Los clientes no se dejan cuidar, no hacen caso, vos le decís pone una ventana con hierro, pone alarma, pone un guardia aquí, pone uno allá y no hacen caso. Nicaragua es seguro hasta que te roban o te matan», afirma Gurdián.
Historias que se repiten
De entre los robos más leves Ricardo cuenta que dos o tres veces al año sucede lo mismo: llegan mujeres atractivas que enamoran al vigilante, le dan comida o café y le drogan con un somnífero para robarle el arma o entrar al lugar que se protege.
En Linda Vista SESE Ludesa tiene un contrato con la filial del Taller Saballos y ahí esa historia ha pasado ya 6 veces.
“El 20 de Junio se metieron a robar dinero de la caja chica e intoxicaron al vigilante, esta vez fue tan fuerte la droga que actualmente está en el hospital”, cuenta Enrique Saballos, quien tiene vigilantes tanto de C y B como de SESE Ludesa.
Pablo Altamirano, un señor delgado y moreno se pasea por la acera del Taller Saballos con paciencia y resignación, con la experiencia de 15 años presente en su rostro.
Para él y para muchos pertenecer al área de seguridad es un trabajo de golondrina. Ha pasado por varias empresas y se mantiene en un vuelve y regresa continuo entre ellas.
Ahora trabaja para C y B desde hace 6 meses en una rotación exhaustiva de horarios donde a veces está de turno en el día y otras toda la madrugada hasta el día siguiente.
Balas y gastos
“Es bastante duro y conflictivo este trabajo, sobre todo porque se arriesga la vida. El turno es de pie 12 horas, porque tengo que estar pendiente de los vehículos, hay que cuidar la tienda, tengo que estarme moviendo en el perímetro, no puedo quedarme en un solo lugar”, afirma Altamirano quien solo tiene un día de descanso cada 3 turnos.
Como defensa usan todo tipo de arma, desde escopeta hasta revolver 38, “tenemos parque de tiro adicional que es una reserva de 6 tiros para emergencia, el radio nos permite comunicarnos por cualquier cosa con la empresa y así prevenir cualquier situación antes que suceda”, asevera Altamirano, mientras muestra una especie de billetera donde están las 6 delgadas balas.
“La Ley No. 510 regula el uso de portación de armas, además de la portación que la empresa le brinda a uno, y en esos gastos se pueden ir fácil unos 600 u 800 córdobas”, cuenta Altamirano.
Dicha ley es especial para el control y regulación de portación de armas de fuego, municiones, explosivos y otros detonantes.
De ahí que el curso de manejo de armas se le brinde sólo a los novatos, pues la mayoría vuelan de empresa a empresa y ya saben de qué se trata.
Con raíces en los pies
Pablo no considera que haya otras opciones de trabajo y por 2 mil quincenal, el riesgo no le parece tan preocupante como la falta de descanso.
“Hay que descansar bastante cuando se esté libre por los problemas de salud, sino es difícil que uno rinda en su trabajo”, asegura.
Diferentes áreas de la salud pueden verse afectadas, según Neri Olivas, especialista en medicina interna, quien ha tenido casos de vigilantes con afectaciones en la salud producto de su trabajo.
“En el aspecto neurológico, en lo que es el sistema locomotor o muscular, en el sistema circulatorio e incluso puede darle problemas de la personalidad como ansiedad estrés, depresión, insomnio. El insomnio viene a su vez con la pérdida del patrón del sueño normal; al dormir de día y trabajar de noche. Sin pasar por alto la insuficiencia circulatoria frecuente en personas que están mucho tiempo de pie”, asegura Olivas.
Es como si la columna y los nervios de las piernas se convirtieran en ramificaciones del cemento que la acera solidifica con los huesos del que se mantiene de pie durante horas.
Son problemas que se convierten en la afectación de todos los días, cuando ni una bala ni un puñal aceleran la muerte, pues escudar una cuadra peligrosa es una dedicación que irónicamente evita vigilarse a uno mismo.
«Todos los días le llevaba comida a sus hijos»
En una casa de latas pintadas de verde claro hay un puesto de venta de verduras, abajo un piso de tierra, en el aire moscas y arriba un techo indeciso.
Sentada en una silla roja de plástico se encuentra Luisa Chávez, con una voz grave y rasgada que sus 81 años no logran debilitar, pone sus manos sobre su falda rosada y el delantal vacío de monedas queda inerte.
Te mira a los ojos con ansiedad y sus palabras llevanla tristeza impregnada en cada letra. Ella no olvida la mañana en que vio salir para el trabajo a su nieto, Mauricio Espinoza, no habló mucho con él ese día de enero, sólo lo despidió mientras el bebía su tan acostumbrado café.
Era un muchacho moreno, de cabello crespo y corto. “Él era tan noble, no sé cómo hacía, tal vez le pedía al jefe adelanto, el caso es que todos los días le llevaba comida a sus hijos”, dice Luisa con orgullo.
Su nieto empezó siendo electricista, hasta que un día quiso cambiar de labor y se dedicó a la vigilancia durante 15 años.
“Yo le decía: hijo, vos tenés tu oficio, no te metas a eso. Él ganaba bien, pero decía que no le gustaba, porque la soldadura le fregaba los ojos y ya ves, más bien salió perdiendo”, se lamenta la señora, quien ahora se siente sola, con una canasta de verduras y una variedad de enfermedades.
Un presentimiento inevitable
Lo peor es que algo ya le venía indicando a Luis que su vida estaba en cuenta regresiva, el día era lo que él desconocía, pero la bala, ya la veía venir desde antes, cuando una corazonada se lo indicó.
“Él se conformaba, era callado, no se quejaba si algo le sucedía por no meter a la familia, milagro fue cuando un día me dijo: ‘quiero dejar esto, porque hace poco pasaron en un carro unos hombres sentenciándome’. Eso fue un mes antes que lo mataran, él ya lo presentía, quería renunciar. Yo le decía no sigas en eso, aunque sea guineo comemos, pero él pensaba en sus hijos”, cuenta tristemente Luisa, con su voz inquebrantable y fuerte, aunque la rápida escena en el noticiero sangriento aun no la deja dormir.
Luis no tenía enemigos, piensa su abuela, quien se molesta al recordar que todo sucedió por quitarle el arma.
Ahora que su muerte sigue fresca, aun queda inconcluso el tema de la indemnización. Según Martin Solórzano, gerente general de la Panificadora, “la familia fue indemnizada y Luis estaba asegurado, le dimos cierto apoyo con las gestiones posteriores aparte de lo que tiene derecho”, asegura. Sin embargo, de sus 4 hijos, ninguno recibe dinero, según Chávez.
Vulnerables y sin voz
El abandono por parte de los empleadores hacia los vigilantes no sólo se ve en casos tan graves como el de Mauricio, sino también en otro tipo de aspectos bastante complejos: las batallas legales.
Pablo Cuevas, asesor legal de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) expone los 3 casos que se han archivado en lo que va del año, en donde no hay reportada ninguna muerte, pero sí hay acusaciones que vinculan a 3 bancos de la capital.
“Son denuncias en el sentido de explotación y desprotección por parte de sus patrones. Uno de los casos es de un vigilante que por cumplir su deber enfrenta un proceso judicial en dondetuvo que pagar su abogado y casi cae preso sin que la empresa se hiciera responsable, cuando él estaba en plena función laboral y ellos lo sabían, pues habían cámaras que lodemostraban”, afirma Cuevas.
Los otros dos casos son similares, vigilantes que ante un robo no lograron capturar a los ladrones y ahora se les pide que ellos paguen los daños al local.
Un arma lista para apuntarles
“Hay una situación de desprotección, en donde el trabajador está vulnerable, sin seguros de vida ni contra accidente y esto es un trabajo lleno de riesgos. Incluso uno de los casos que tenemos la empresa no pagaba impuestos. Si hay descuidos en esos aspectos, imagínese en situaciones de muerte”, argumenta Cuevas.
Situaciones tan fatales dejan tras de sí historias truncadas, planes inconclusos y lamentos de una abuela.
Esos individuos casi invisibles que uno pasa por alto cuando le abren la puerta o se les ve deambular de noche, cargan con la sombra de un arma lista para apuntarles.
Una vida de vigilia se convierte en una lucha por la existencia misma. Es un trabajo que deja corazones nerviosos en los hogares y una leve preocupación cuando dicen adiós, así como doña Luisa repite en su mente la escena de Luis irse una y otra vez, como una advertencia tardía, pues todos los días tuvo una frase fatal rondando por su mente, la típica “se fue para no volver”.
Julio 2011