Lesbiana, lesbiana, lesbiana. Para Indira, una de las seis hijas del maíz, uno de los principales logros del espectáculo es que cualquier persona lo vea y se quede con esa palabra rondando por su cabeza.
La función de Las hijas del maíz es un tiroteo de historias que surgió de manera tanto espontánea como necesaria.
Con mucha picardía, estas seis mujeres se la ingenian para poner sobre la mesa toda una baraja referente al lesbianismo: la visibilidad lésbica, el reclamo a la sociedad, la lesbifobia, el amor libre, los estereotipos sobre las lesbianas; son solo algunos de los temas que abordan en los 50 minutos que dura la obra.
¿Cómo son las lesbianas en nuestro país? ¿Existen? ¿Se les nota? ¿Quiénes son las lesbianas? ¿Por qué les tienen miedo? ¿A qué le temen? ¿Qué dudas tienen? ¿Qué odian? ¿Son marcianas o nomás son lesbianas? ¿Cuáles son los estereotipos que existen entre ellas y en la sociedad en general? ¿Qué piensan de Dios? ¿Qué piensa Dios de ellas? ¿Cómo es su relación con sus padres y sus madres, con sus familias? ¿Dónde están las respuestas a tantas preguntas?
Nacieron de un proceso de formación impulsado por La corriente, una organización feminista que trajo a Las reinas chulas, un grupo de teatro cabaret de México que utiliza la sátira, la farsa y la música para hacer crítica social, de ahí el humor en el espectáculo de Las hijas del maíz. Previamente rondaba la idea de hablar de las lesbianas, y ésta fue la herramienta que esperaban para hacerlo. A las seis hijas del maíz les encantó la idea, tanto así que se encerraron diez días con Ana Francis Mor, de Las reinas chulas, para escribir la obra. “Ya no nos aguantábamos”, cuentan, “fue de llorar, reír y de volver a llorar”.
El proceso de creación de la obra fue la obra en sí, pues las hizo confrontarse a sus familias, al público y a ellas mismas. Usar el teatro como plataforma no significa subir los temas al escenario, si no subirse las seis a exponer los temas y sus caras. Esa confrontación con sus mismos prejuicios es la que ahora apuntan como un logro personal. “Es interesante darte cuenta de que te vas a exponer a tus hijos, incluso”, dice Karol, integrante del grupo. Sin embargo, el temor a la confrontación no ha sido un impedimento para subirse a escena, prueba de ello es que la obra ya ha sido presentada en Costa Rica y El Salvador, así como en muchos lugares en Nicaragua, incluso frente a una iglesia, ante las miradas de señoras religiosas. “Nos hubiera sorprendido que no nos hicieran caras”, cuentan entre risas.
“Yo siento que mi principal logro es que mi mama lo haya visto y se haya muerto de la risa”, comenta Aracely, “y ese es uno de los propósitos, que la gente venga y se muera de la risa sin sentirse ofendida”. El público sale contento, a pesar de los estereotipos que hay allá afuera, que van desde el “¿cómo podés ser lesbiana si sos tan bonita?” hasta “vos no sos una lesbiana de verdad porque estuviste casada”, a pesar de los conflictos internos a los que se enfrentaron para escenificar la obra, a pesar de la realidad que las lesbianas viven en este país, la puesta en escena es un éxito que está combatiendo los esquemas que la llevaron a existir.
Somos hijas del maíz, constructoras de surcos y de sueños
Y aunque somos un grupo pequeño, ya contamos con más de mil historias
Un millón de manos floreciendo, con la tarea interminable de sembrar: placer, amor
Labrando, sembrando, descubriendo, preguntando, almacenando por la igualdad y la paz
En la obra actúan: Aracely Morales, Juanita Urbina, Reyna Gutiérrez, Indira Garmendia, Karol Solórzano y Cristina Arévalo Contreras.
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Escrito por Francisco A. Soza
Fotografías de Alejandra Lane