El pasado 21 de febrero se celebró el Día Internacional de la Lengua Materna, con el fin de promover la diversidad cultural y lingüística. Esta es una fecha en la que considero oportuno remarcar el hecho de que la lengua no es un sistema estático al que se puede someter con normas ortodoxas impuestas por una Academia; la lengua cambia a medida que nuestro entorno también lo hace, por lo que se convierte en parte de nuestra identidad. Lamentablemente, siguen prevaleciendo en nuestra sociedad ideas erróneas que llevan a que otras lenguas o variantes lingüísticas sean objeto de rechazo.
Matías es un joven originario de Jalapa, un lugarcito ubicado en la parte norte de nuestro país, en el departamento de Nueva Segovia. Como todo chavalo con metas y aspiraciones, viajó a la capital con el fin de estudiar una carrera universitaria y convertirse en un profesional. Sin embargo, durante el primer año tuvo que soportar los comentarios despectivos que hacían sus compañeros por su manera de hablar: “decían que hablaba de forma aindiada, cantadito, y se ponían a imitarme”, asegura el muchacho. Le molestaba, al inicio los contrariaba, pero dejó de hacerlo porque “era caso perdido”. Hoy, el joven reconoce que los comentarios llegaron a afectarle, pues comenzó a fijarse en cómo hablaba, aunque nunca logró identificar aquello “diferente” por lo que tanto se burlaban.
Pero la historia de Matías es solo una pequeña muestra de la realidad. En el año 2015 se publicó un interesante estudio llevado a cabo por la filóloga y lingüista Zobeyda Zamora acerca de las actitudes lingüísticas en Nicaragua; en esta investigación se recoge la opinión que tenemos los nicaragüenses sobre el español que hablamos. Los resultados demostraron que existe una actitud negativa, principalmente hacia el habla de la zona norte del país; algunos informantes aseguraron que las personas de esa región hablaban mal el español por pertenecer a “lugares rurales y montañosos”, por “tener poco estudio” y por usar frases “un poco indias”. En cambio, el español de la capital fue el más aceptado por “su nivel cultural” y por tener “mejor educación”. Según la autora, estas expresiones demuestran un estigma social que lleva, a su vez, a un prejuicio lingüístico, y que las instituciones educativas de Nicaragua no hacen un esfuerzo por erradicar.
Y es que en nuestro país no se nos educa para valorar las diferencias lingüísticas, sino para acabar con ellas; no se nos educa para valorar nuestro español, sino el de afuera; no se nos educa para respetar las variantes dialectales, sino para rechazarlas. En nuestro país se nos enseña, por el contrario, a conjugar el “tú” pero no el “vos”, el “vosotros” pero no el “ustedes”; se nos enseñan las palabras de origen latino y griego, pero no las que son del sustrato indígena. Se nos educa para creer que nuestra forma de hablar es “vulgar” e “incorrecta”. Se nos educa con un sistema de enseñanza que no está contextualizado a nuestra realidad.
Es necesario, pues, que reflexionemos sobre la importancia que debemos dar como sociedad al respeto por la diversidad lingüística, porque, tal como sostuvo en su momento el filólogo Ángel Rosenblat, “cada pájaro tiene su canto”.
Finalmente, comparto un video de dos jóvenes que nos muestran, de una forma ingeniosa y entretenida, lo amplio que es nuestro idioma y que lo bello de él está, precisamente, en su diversidad.
Escrito por Daisy Largaespada
Excelente artículo.